"Tras esta demostración de fuerza por parte de los ejércitos de la coalición internacional, debería ofrecerse a Irak la posibilidad de una salida negociada". Así se manifestó el 18 de enero de 1991, entrevistado por Navarra Hoy, Pedro Lozano Bartolozzi. Treinta años después, disecciona con detalle aquellos preocupantes meses, y repasa el complicado tablero que empezó a fraguarse desde el momento en que estalló el conflicto. Considera que la guerra "fue muy medida, de acuerdo con la ONU". A su juicio, la corriente internacional de entonces "solo se entiende porque justo en ese momento en Europa se había acabado la Guerra Fría, y estaban todos muy contentos y unidos". Cree que Sadam Husein pudo ser víctima de un engaño al invadir Kuwait, y que hubiera sido "razonable" un arreglo "entre árabes". Y recuerda, desde un punto de vista informativo, que se "despertó el interés de la gente por el Oriente Medio, un poco olvidado desde la Guerra de los Seis Días".

¿Cómo recuerda el estallido de este conflicto?

La primera noticia la tuve en la playa de Salou, en agosto de 1990; había un hombre con la radio puesta, y empezó a decir que Irak había invadido Kuwait. Hay que recordar que existía ya un conflicto entre Irak e Irán que duraba 8 años y que esa época también coincide con la crisis de la Unión Soviética, con el cambio de la Guerra Fría en Europa y el interés geopolítico y geoeconómico que tiene el Golfo Pérsico. Además, en la zona del estrecho de el Shatt al Arab están las salidas al mar de Irak, Kuwait y la más importante de Irán. Eso ya complica su control, y para colmo, hay petróleo. Los kuwaities dicen que es suyo, los iranís, que está en su costa, y los iraquís, que les pertenece. Irán se había convertido en un país revolucionario teológico, mientras Irak era un país laico, dentro de ser musulmán con mucho cristiano. En cierta medida, la contención frente a Irán. Posiblemente Sadam Husein pensó, parece que tenía fundamento para hacerlo, que se le dejaba ocupar Kuwait a cambio de haber frenado a Irán. Sin embargo, hubo una reacción enorme del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que ordenó casi de inmediato el embargo comercial, financiero y militar contra Irak, por esta invasión de un miembro soberano. Como esto no surtió efecto, el 17 de enero se inició una especie guerra aérea. Bombardeos muchos de ellos salidos de bases españolas. Hasta que el 24 de febrero se decidió la invasión terrestre, que duró hasta el 28.

¿Cómo impactó la guerra?

Cuando estalló se temía que fuera aún más terrible. Usted abogaba por negociar. Claro, es que de aquí salió la Conferencia de Madrid. La invasión de Kuwait fue limitada. En la Unión Soviética estaba Gorbachov con la Perestroika. En Europa había preocupación por el petróleo, e interesaba, y no solo a Europa, asegurarse de que no se organizase un follón más gordo, porque entonces se acababa el suministro. Y España, con Felipe González, entra en una guerra internacional, de una manera muy discreta, por primera vez casi un siglo después de la guerra de Cuba. Estaba todo el mundo en contra de esa invasión a Kuwait, en la votación del Consejo de Seguridad China se abstuvo y la URSS la condenó, pero la opinión pública se vio sorprendida de meterse en una guerra que nadie imaginaba en un sitio que nos pillaba lejísimos. Y sorprendió que por primera vez todos los que eran tan malos en la Guerra Fría, aquí estaban todos juntos. El miedo a la guerra hizo que la gente fuera a los supermercados a hacer provisiones pensando que la distribución podía complicarse.

Con un cierto temor al terrorismo.

Una de las cosas que indudablemente empezó aquí y continúa hoy, es que en general la respuesta de los países atacados por fuerzas aliadas, que en el campo de batalla son inferiores, su reacción ha sido la de los atentados terroristas en escalada. En la segunda Guerra del Golfo, cuando se inventa todo aquel follón de las armas de destrucción masiva, se desencadena otra etapa en la que aún estamos, incendiar todo el Oriente Medio en vez de haberlo parado como se quería en 1991. No hay que olvidar la barbaridad que se comete cargándose a Sadam Husein, y que la segunda guerra va a venir después de los atentados del 11-S, que provocaron la invasión de Afganistán. Ahí es donde se crea una especie de situación de metástasis, y aún estamos en ella.

En la segunda Guerra del Golfo, ya no había una agresión de por medio, se invocó lo que se llamó "la guerra preventiva".

Con el empantanamiento que supuso volver a revolver el tema y sobre todo convirtiendo a Sadam en un mártir. Esta guerra sí levantó oleadas de protestas por todos los lados y manifestaciones.

Desde un punto de vista informativo, en la cobertura de la guerra de 1991 apenas se veían víctimas.

Efectivamente. Fue una guerra televisada. Esta cobertura empezó por Vietnam. Estabas tomando un café o comiendo, ponías la tele y las imágenes se veían como un telefilm. Esto volvió a pasar en Irak, pero se cubrió mucho menos, porque los militares ya sabían el impacto que tenía esto, y la parte primera, la de la aviación, daba justo para ver volar aviones. Parecía cosa de un videojuego, sin muertos ni heridos. Sí hubo gente que fue allá, y empezó a contar historias más humanas. Pero tampoco se llegó realmente a bombardeos excesivamente duros sobre población civil ni grandes enfrentamientos militares, aunque sí hubo mucha destrucción de columnas de tanques que iban sin protección aérea en el desierto, lo que fue un tiro al blanco por parte de los aviones occidentales. Y la barbaridad que hicieron los iraquíes de incendiar 7.000 pozos de petróleo en la retirada, lo que provocó un problema ecológico muy gordo.

¿Cuál es la situación actual en Irak?

Hay un gobierno que pretende restaurar la situación, pero no lo tiene fácil, porque en estos países que han sido sacudidos por guerras internas durante toda su historia, el concepto de estado moderno, como entendemos aquí, herencia de la Revolución Francesa, prácticamente no existe, o está tardando mucho en cuajar. Pretender sustituir a un líder carismático por una democracia no es tan fácil, porque son países con una concepción social, religiosa o cultural muy distinta de lo que aquí entendemos por la democracia liberal.