Señora Presidenta del Gobierno de Navarra, Señora Consejera de Relaciones Ciudadanas, Señor Alcalde de Tudela, Autoridades presentes en este acto, amigas y amigos todos: Eguerdi on. Y, en nombre del Foro Gogoa y en el mío propio, vaya por delante nuestro saludo más cordial y fraterno.En un día tan señalado como el Internacional de la Paz, que anticipamos y conmemoramos hoy; y, a su sombra, en una celebración como la que ahora nos congrega, instituída en 2016 por el Gobierno de Navarra para reconocer y premiar contribuciones significativas a la paz y la convivencia, nuestras mentes y nuestros corazones están puestos ante todo, inevitablemente, en esas partes del mundo en que millones de seres sufren en estos momentos la devastación de las guerras o de ideologías y prácticas esclavizantes y violentas, que banalizan a la postre la vida humana: víctimas inocentes cuyo valor y dignidad, así como los derechos a ellos inherentes, son gravísima e impunemente quebrantados. Sé que con ellas, con las Víctimas, no sin cierto sentimiento de dolorida impotencia, pero también con humilde ánimo de solidaridad y comprometimiento, estáis vosotras, autoridades, y queremos estar y estamos todas y todos.Sabemos lo que los Derechos Humanos, su reconocimiento y su práctica, representan para el logro y mantenimiento de un mundo en paz. Son el suelo básico en el que ésta puede florecer y camino imprescindible para lograrla. Pero me asaltan no obstante al respecto, como oscura e inquietante sombra, unas palabras que recuerdo haberle leído, hace ya muchos años, al político, profesor y humanista - no en vano había hecho su tesis doctoral sobre Jacques Maritain - D. Gregorio Peces Barba. En su aportación a un libro colectivo sobre los DDHH el ilustre maestro recogía un dicho al parecer repetido y no exento de desencanto y dramática ironía: "No hay nada más universalmente violado - decía - que los derechos humanos universales". Palabras, éstas, que me impresionaron entonces y que, al recordarlas hoy, creo que pretendían ser en su momento, y deben ser en el presente, al tiempo que recordatorio de nuestras debilidades e incoherencias, un acicate y una exigencia para un compromiso creciente, un compromiso siempre mayor.Compromiso ¿con qué o con quienes? Con todo ser humano, por supuesto. Y con el medio que le envuelve, sustenta, configura su ámbito vital, y del cual - no hemos de olvidarlo - todas y todos somos responsables. Y ante todo y sobre todo compromiso con las víctimas, con todas las víctimas de las mil formas de violencia que han existido y hoy existen: groseras y descarnadas unas, más sutiles otras, pero destructivas todas ellas por violadoras de lo humano y de la vida que lo sustenta.Y si, tiempo atrás, las palabras de Peces Barba representaron para mi un interpelante grito de alerta, más recientemente han sido las del reconocido experto en ciencias sociales Boaventura de Sousa Santos, de Coimbra, las que han estado resonando en mi espíritu como una severa advertencia y una cuestionante pregunta: si, en nuestro afrontamiento del grito y la realidad de las víctimas, no estaremos haciendo de ellas "más que sujetos de derechos, objeto de discursos". Les confieso, por eso, que una de mis preocupaciones hoy aquí, - sé que también la del Foro Gogoa, y confío, deseo y espero que la de todas y todos ustedes, en especial la de quienes por profesión o encomienda abundamos en discursos -, una de mis preocupaciones, digo, es cómo convertir en actos las palabras. Aunque prefiero que éstas vengan después de aquéllos. Y que el discurso no sea más que expresión y corolario de los actos.Pero no hemos de olvidar que también las palabras tienen su entidad real y específica, y su propia incidencia; y que, en tanto actos humanos, las palabras son también factores sociales y políticos, o en su caso religiosos, en la coyuntura concreta; y que son portadoras, por tanto, de todo un potencial, que podrá ser conservador y frenante o, por el contrario, transformador de lo dado y establecido. No en vano se afirma que hoy la palabra tiende a crear realidad. Si bien sería un grave error ignorar el marco de tal afirmación, hasta qué punto el recurso natural y necesario a la palabra aparece hoy fuertemente problematizado: y no sólo por determinadas inflaciones sectoriales de la misma, sino por su contextualización en la sociedad de la digitalización y la sobreabundancia mediática, del marketing y la publicidad, de las técnicas de manipulación y seducción, del secuestro de la verdad y hasta de la mentira como producto.Subrayo, pues, la importancia de las palabras, al tiempo que su ambigüedad, - y, por ello, la fuerte exigencia crítica que nos plantean -, porque tanto el Foro Gogoa como yo mismo nos hemos desenvuelto en gran medida entre ellas y a ellas hemos dedicado buena parte de nuestros esfuerzos. Hemos pretendido honestamente, dentro de nuestras posibilidades - y de nuestras debilidades también -, romper los muros del pensamiento único, posibilitar el acceso oral y escrito al mejor pensamiento crítico, positivo y propositivo del momento en las diversas áreas de interés (ya fuera económico, social, político, cultural, ético, espiritual o religioso). Hemos promovido que todas y todos pudieran tener su propia palabra y expresarla por supuesto en diálogo franco, respetuoso y, ¿por qué no decirlo?, verbalmente desarmado. Hemos procurado impulsar y colaborar en todo aquello que pudiera contribuir a un avance en reconocimiento recíproco, humanidad y justicia€ Hoy el Gobierno de Navarra, a propuesta de la Consejería de Relaciones Ciudadanas y su Dirección General de Paz, Convivencia y Derechos Humanos premia nuestro desinteresado trabajo, reconociendo en él, de ese modo, una aportación efectiva, bien sabemos que modesta, a la convivencia y la paz. Sepan que esto nos hace felices, que lo consideramos un honor y que lo agradecemos de corazón. Y que hacemos extensivo este premio y partícipes del mismo a personas tan entrañablemente recordadas y significativas en el Foro Gogoa como Conchita Corera y Javier Pagola.Permítanme que, a continuación, vaya concluyendo mi intervención, apuntando esquemática y telegráficamente, a modo de simbólico anticipo, unas pocas cuestiones - escojo cuatro entre otras - que, aunque ya han sido y son objeto de atención, la van a seguir demandando en el futuro. Se trata sobre todo de preguntas más que de afirmaciones. Paso a enunciarlas:1ª.- Se apela con frecuencia a que estamos felizmente en "un tiempo nuevo" - en alusión a la desaparición de la violencia y la disolución de ETA - . Es cierto. Pero ¿no lo es también, y quizás con más exactitud, que vivimos más bien un tiempo marcado?: ¿Marcado por lo que ya no es (esto es, el golpe del 36, la dictadura y el franquismo, ETA, desviaciones y actos criminales por parte de aparatos del Estado€) y, marcado también, por lo que todavía no es (es decir, el reconocimiento pleno de todo lo sucedido, de sus efectos y sus víctimas, la memoria, justicia y reparación debidas, etcétera)?2ª.-Transparencia y verdad ¿no son una vía, además de justa, sociopolíticamente más correcta y segura, y, a la postre, más constructiva para la convivencia y la paz que el oscurantismo y el secretismo?3ª.- Socialmente ¿no tendríamos que distinguir con mayor sensibilidad y nitidez entre sufrientes y víctimas? Es constatable cómo en los conflictos violentos y que se alargan en el tiempo el sufrimiento tiende a expandirse. Y como bien advertía el sobreviviente del Exterminio nazi y Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel: "no debemos hacer comparaciones en el dolor". Es cierto. Por muchas razones los dolores no son comparables. Pero tampoco son equiparables. Y cuando hablamos o se trata de víctimas, no sólo tomamos en consideración su dolor, sino, muy especialmente, la injusticia del mismo y la grave violación y el quebranto de su dignidad humana.4ª.- Y por último ¿no es cierto que en torno a la memoria nos aguardan importantes cuestiones pendientes, si lo que en verdad necesitamos y deseamos construir es una memoria colectiva? Son innegables la importancia, la necesidad y los frutos efectivos de la misma para la convivencia y la paz. Pero ¿cómo cuidar que la memoria sea motor transformador en el presente y no mera política correcta, o nostalgia, o refugio? Y ¿es suficiente con reivindicar que la memoria sea integral? Y ¿cómo valorar y tratar el hecho de que se haga de la memoria un campo de batalla y del relato un arma de lucha? ¿Hacemos memoria y construímos los relatos desde los otros, desde las víctimas? ¿Es cierto, como aquí se ha escrito recientemente, que "Es el relato de lo sucedido lo que nos separa"? ¿Es lo primero, lo principal, lo único que nos separa, preguntaría yo más bien? Y ¿cómo tratar y transformar una memoria agria, ingrata y resentida, que sigue atándonos al pasado, en una memoria, aunque herida y dolorida, sin embargo sana, sosegada y liberadora?Se ha subrayado con acierto la negatividad del olvido. Pero ¿todo olvido es negativo? ¿No sería bueno, quizás, distinguir, con Paul Ricoeur, entre el nefasto "olvido de la huída" y lo que denomina "olvido activo del recuerdo", que en modo alguno olvida lo acaecido, sino que lo rememora y busca los sentimientos negativos que ello generó para trabajarlos y liberar de los mismos? Y aceptado por razones obvias que los relatos son y serán plurales ¿no tendríamos que subrayar con mayor énfasis la que considero irrenunciable exigencia de unos mínimos compartidos en ellos? Y para terminar, siguiendo el consejo del profesor y buen pedagogo José Antonio Marina ¿no podríamos tender a transformar en la medida de lo posible los conflictos en problemas e intentar resolverlos por la vía del diálogo? Seguro que ganaríamos todas y todos. Ganaríamos en paz y convivencia, convivencia y paz - que la relación entre ámbas es de ida y vuelta -. Muchas gracias por su amable atención.