l congreso regional del PSN ratificó ayer a María Chivite como secretaria general en un ambiente de ilusión, unidad y cierta euforia. A diferencia de congresos anteriores, marcados por la rivalidad interna, esta vez todo eran abrazos, sonrisas y mensajes de optimismo. No es extraño en alguien que por primera vez en 30 años celebraba su cónclave desde lo más alto del Gobierno, pero resulta relevante en un partido eternamente sometido a la encrucijada de elegir entre el eje identitario o el social.

La política son ciclos, y a Chivite le ha tocado gestionar uno especialmente complejo. Recibió en 2014 un partido desnortado tras la frustrada alianza con UPN. Tocó fondo electoral en 2015 y navegó en la oposición al cuatripartito no sin cierta contradicción entre el discurso y la acción institucional. Pero la moción de censura que en 2018 llevó a Sánchez a La Moncloa resucitó al PSOE y dejó al PSN en una posición inmejorable en 2019, con una dirección renovada y una apuesta clara por otra política de pactos.

No hay partido con mayor capacidad de supervivencia que el PSOE, algo que sus rivales suelen cometer el error de subestimar. Lo ha vuelto a demostrar el PSN que hoy cuenta con el liderazgo del Gobierno y representación institucional en los principales órganos del país. Incluidos los mandos de Ferraz, en manos de Santos Cerdán, mentor y protector de María Chivite, sin cuyo empeño político y personal probablemente no sería presidenta del Gobierno.

Pero la transición no ha sido sencilla. El acuerdo, aunque sea indirecto, con EH Bildu ha requerido de mucha pedagogía dentro del PSOE, pero también dentro del PSN y de sus organizaciones afines, donde todavía hoy hay quieres suspiran por volver a la vieja alianza con UPN, esta vez con los socialistas liderando la entente socio-regionalista. Una opción que por ahora descarta, pero que la derecha se empezará a plantear cuando asuma que la actual mayoría parlamentaria es más sólida y estable de lo que piensa.

Apuesta irreversible Pero esa opción queda lejos todavía. Si algo ha dejado claro el congreso del PSN ha sido que la apuesta no tiene marcha atrás a corto plazo. Así lo recoge su ponencia política y así lo han subrayado sus dirigentes en todos y cada uno de los discursos. Y aunque no esconde cierto oportunismo aritmético, cada vez es más difícil de justificar una vuelta a las alianzas del pasado, como empieza a comprobar Enrique Maya

El socialismo navarro ha entendido que la fórmula de Gobierno actual es la única vía que, hoy por hoy, le garantiza el poder. Y ha descubierto que resulta bastante más sencillo y cómodo de lo que hubiera podido imaginar. El marco social se ha impuesto claramente al identitario en Navarra, y salvo algunas escaramuzas internas entre los dos partidos mayoritarios que forman el Gobierno, todavía desconfiados y que continuamente se vigilan de reojo, la coalición muestra síntomas de estabilidad.

Ha pasado desapercibido, pero PSN y Geroa Bai han cerrado ya su acuerdo presupuestario. El anteproyecto se presentará el miércoles, y aunque no ha estado exento de tensiones, se han sabido gestionar de puertas para adentro. Surgirán problemas cuando llegue el vértigo electoral y cada uno barrerá para casa cuanto toque cosechar la acción del Gobierno. Pero hay en el fondo una apuesta por la continuidad que ya parece consolidada.

El PSN parece haber comprendido además que Geroa Bai necesita también su propio espacio, y que es mejor que lo asuma dentro del Gobierno a que lo tenga que buscar fuera. No es casual la foto de los dos vicepresidentes juntos dando cuenta de la negociación presupuestaria de los últimos días. Como tampoco lo es que la presidenta Chivite y la consejera Ana Ollo realizaran juntas la ofrenda floral a las víctimas de ETA.

Una imagen de unidad poco habitual pero de gran valor, reforzada además por la ausencia de Navarra Suma en el acto de conmemoración del décimo aniversario del final de la violencia. Una jornada que la sociedad navarra vivió con más indiferencia que interés, prueba de que pese al ruido interesado que la derecha ha tratado de hacer durante toda la semana, la inmensa mayoría de la sociedad navarra comparte con el Gobierno la apuesta por mirar al futuro desde una visión crítica del pasado. Algo que la derecha regionalista se niega a aceptar porque sabe que con EH Bildu en la ecuación, queda en fuera de juego permanente.

Quizá no sea el camino ideal para un PSN al que le gustaría poder hacer y deshacer a su manera, con mucha más autonomía y menos contemplación. La nueva ejecutiva y el peso que en ella asumen los consejeros más políticos del Gobierno muestra lo interiorizado que tienen los socialistas la vinculación entre el partido y las instituciones. Pero es el camino que le permite gobernar gracias al apoyo de una pluralidad política que ha sido generosa a la hora de facilitar la transición hacia una nueva mayoría progresista en Navarra, y que no es incondicional. Un escenario que el socialismo navarro debería tratar de apuntalar antes de que cambie el ciclo político y el viento vuelva a soplar de cara. Algunas tormentas llegan sin avisar y en Madrid parece que truena.

Navarra Suma exige a Chivite que rompa con Bildu porque con Bildu en la ecuación está condenada a la irrelevancia institucional