Juan Carlos Mujika (Donostia, 1956) es un economista jubilado desde 2021 que trabajó durante quince años en la comunicación del Opus Dei en la CAV y Navarra. Antes estuvo en diferentes departamentos de la Diputación de Álava, fue director de Cultura durante cuatro años en esa institución, y director en el Departamento de Medioambiente en el Gobierno de Ibarretxe. Mujika es miembro numerario del Opus Dei desde los 23 años.

Usted realizó 700 entrevistas personales con gente muy diversa de la sociedad vasconavarra.

-Me pregunté dónde estaba situado el Opus Dei en la sociedad, qué imagen tenemos, qué piensa la gente, cómo se nos ve. Había dos formas de hacerlo, una, encargar un estudio, y la otra hacerlo yo. Pensé en cinco grupos: medios de comunicación, creadores de opinión, políticos de todos los partidos, instituciones e iglesia.

Con entrevistas sin grabadora.

-Sí, porque en el fondo no era tanto lo que decía uno u otro, sino coger un montón de inpunts, meterlos en la lavadora y extraer una pieza, la foto final que te dice cómo nos ve la gente y dónde estamos.

¿Y cuál fue esa foto?

-Por resumirla en una frase, que ya es mucho sintetizar: somos una institución apreciada profesionalmente pero poco querida. Si eres poco querida algo tienes que hacer.

¿Cuándo reportó la conclusión?

-A los diez años de empezarlo, hace seis. No sabía muy bien qué iba a pasar, porque además a nosotros nos cuesta mucho la autocrítica. Presenté el trabajo e hice una serie de sugerencias en los puntos débiles. La Prelatura fue valiente porque la respuesta fue positiva, y a partir de ahí se crearon una serie de grupos de trabajo por territorios, porque las circunstancias son diferentes, y se empezaron a trabajar una serie de temas que de alguna manera coinciden con esos puntos débiles. Esto no es mejorar la imagen. Es contrastar lo que realmente la sociedad piensa de ti con el ADN de tu institución, y si eso chirría quiere decir que algo te está fallando, y el que tienes que cambiar eres tú, y mejorar en algunos aspectos. En la medida de que tú mejores, la imagen automáticamente va cambiando porque se corresponde con esa realidad.

Entre esa falta de autocrítica y ese ADN de la institución parece difícil una voluntad real de cambio.

-Cuando hablo de autocrítica lo digo porque este tipo de estudios no se habían hecho hasta ahora. Y la autocrítica nos cuesta a todos. Nosotros somos muy normales. Es curioso, porque hay un estereotipo, me parece a mí, de persona del Opus Dei muy bien vestida, que está por encima de todo, como muy inteligente... y la realidad es que somos muy normalitos.

Su nombre, ‘Obra de Dios’ remite a la autocomplacencia.

-Pero esto es como la iglesia, una cosa es la institución, en general, y otra cosa lo que hacemos las personas, y las personas hacemos lo que podemos.

Volvamos a esas entrevistas.

-Yo creo que en general somos una institución que tiene cierto prestigio en sus obras corporativas. La gente confía en la Universidad de Navarra, no le digo nada en temas de salud, con la Clínica Universidad de Navarra. Hay un elemento positivo de trabajo en serio y de fiabilidad. Sobre los puntos débiles, uno se relaciona con la endogamia y la falta de transparencia. Gente que me dijo que nosotros íbamos como a nuestro rollo y en otros circuitos del resto. En este sentido, cuando hace varios años se presentó por primera vez la memoria económica de la Universidad de Navarra en rueda de prensa se pincharon muchos globos, porque si no la imaginación empieza a pensar de todo. A mí lo que más me ha gustado de la etapa de Alfonso Sánchez-Tabernero y de su equipo es todo el trabajo de ir del brazo con otras instituciones en educación, universidades, en sanidad, en investigación... Eso me parece importantísimo, porque tiene que ser así.

Se percibe intelectualmente una voluntad de no exponerse demasiado en el día a día, porque dicha exposición puede quemar.

-A nivel personal tenemos que aprender a explicarnos mejor, con más espontaneidad, naturalidad y frescura nuestras propias ideas, las convicciones personales, el propio planteamiento religioso, etcétera.

Da la impresión de que son conscientes de sus sesgo ideológico y que prefieren concentrarse en los convencidos.

-Eso sería un error, que contraviene además el ADN. Vendemos unos valores, los ofrecemos...

Básicamente conservadores.

-No, no, valores cristianos que dan sentido desde nuestro punto de vista a los grandes problemas de la vida, de dónde vengo, a dónde voy, cómo tengo que vivir, la felicidad, Dios...

Su institución se desarrolla en una dictadura, y el fundador participa en esa coyuntura nacionalcatólica. Un sesgo a la hora de abordar históricamente qué es este Estado.

-Cada uno tiene su historia, ha nacido donde ha nacido y ha vivido donde ha vivido. Pero la espiritualidad del Opus Dei es universal, no está pensada para un país o una región. No se ciñe a un territorio ni a una situación política. De hecho, en el mundo entero tiene personas del Opus Dei.

¿Además de la endogamia, qué otras cosas más salieron?

-Hay un asunto que a mí me duele mucho. No hemos sido capaces en cuarenta años de poner en marcha una ikastola. El coste social que tiene para la Prelatura ese hecho para mí es muy importante, porque apenas hay familias euskaldunes dentro del entorno del Opus Dei y en parte yo creo que es por esto. Creo que es un déficit, pero también un reto, porque si no dejas a un sector de la sociedad fuera de tu entorno.

Han detectado que en Navarra la sociedad está cambiando y se mueve en marcos diferentes.

-Claro que sí, pero la solución no está en renegar del pasado, sino decidir qué vamos a hacer ahora para solucionar esto, abrirnos más y llegar a todos esos sectores.

Puede parecer que están pensando en un nicho extractivo.

-No, es que no va en esa línea. El Opus Dei no vende modelos lingüísticos, sino una serie de valores cristianos, que se dan en inglés, en ruso, en chino o en euskera. Si le gustan se los doy en el idioma del país correspondiente. El mensaje no es para captar gente, es para aportar valores a los que quieran o les gusten.

¿Qué más extrajo?

-Creo que tenemos que trabajar más en el mundo de la Formación Profesional, porque es un sector que prácticamente no hemos tocado. Y evidentemente creo que hay que estar más en los circuitos populares. No tenemos referentes populares. Hay que bajar un poco de la planta noble a la calle Estafeta. Hay otro aspecto que tiene que ver con una cierta insensibilidad social. Creo que tenemos el reto de aprender a asumir en nuestra vida personal esa necesidad social urgente de la que continuamente está hablando el papa Francisco. Que nos ocurra como la sensibilidad medioambiental, que si la tienes asumida la vives las 24 horas del día.

¿Se puede ser del Opus Dei y militantemente de izquierdas?

-Estoy absolutamente convencido de que sí, es que el planteamiento cristiano es muy de izquierdas, porque fundamentalmente está basado en las necesidades de las personas, en ayudarlas, en olvidarse de uno mismo. Dígame un planteamiento más de izquierdas que ese.

¿De verdad me dice que eso tiene una traslación en las clases de Periodismo, de Económicas o del IESE?

-Tendría que tener. Yo no he estudiado aquí. Lo que hay que aplicar es la doctrina social de la Iglesia.

Se percibe el especialísimo interés en captar gente y en retenerla una vez captada.

-Hay un periodo de cinco años para que uno decida seguir o no seguir, hasta incorporarse definitivamente.

No ha hablado de críticas a la visión sobre la sexualidad, en especial sobre el cuerpo y el placer femenino. Hablan de castidad en el matrimonio, y reprochan una sexualidad libre y plena entre adultos.

-Si le digo la verdad, nadie me planteó este tema. Nosotros no tenemos ninguna visión particular ni del matrimonio ni de...

Basta ver su web y ver que estos temas han marcado su sello.

-Nosotros estamos diciendo lo mismo que dice el papa Francisco.

¿Exactamente igual?

-Sí, hay matices, lógicamente, pero dígame un texto que haya dicho el papa Francisco que contravenga lo que nosotros decimos o al revés en estos temas. No hay.

¿Cuál es la posición del Opus ante la sedación que acelera una muerte pero evita cualquier sufrimiento?

-Está claro que a las personas se les ayuda a que no tengan dolor, con los fármacos para ello. Si se mueren se han muerto, pero procurando que no pasen dolor, porque están en una fase crítica en la que ya no hay más.

Hace días un familiar de un enfermo me comentó algo diferente.

-Bueno, yo la única experiencia que tengo es que mi padre murió en la Clínica de cáncer, y fue atendido por la Unidad de Dolor, y le daban morfina para que no tuviera dolores. De hecho, murió de una dosis de morfina, al final eran unos dolores tan fuertes que se la aplicaron y eso le llevó a la muerte. Pero me parece lo lógico. Disminuir el dolor en la medida que es posible, teniendo en cuanta que a veces eso puede llevar a la muerte.