pamplona - “¿Qué conocía de Pamplona antes de venir? Pues tengo un encargo de mi hijo de 9 años: ¿Dónde puedo conseguir una camiseta de Osasuna? No sé si lo he pronunciado bien”. Como primera respuesta, sin duda el director del grupo de investigación Project Zero, de la Facultad de Educación de la Universidad de Harvard, el estadounidense (de Maine) Daniel Wilson, sabe cómo entrar por la puerta grande en Navarra.

La prestigiosa universidad estadounidense celebra desde ayer y hasta hoy sábado en Pamplona una nueva edición de su congreso Project Zero Perspectives, que hasta ahora siempre había tenido lugar en países de habla inglesa. Será en el Museo Universidad de Navarra, coorganizado por el Centro para el Fomento y Estudio de la Educación Internacional (CAISE) y con la colaboración del colegio Irabia-Izaga.

¿De dónde viene su interés por la educación? ¿Cómo alcanzó este puesto de dirección en Project Zero?

-Fui a una escuela de música. Soy músico, y todavía toco la batería a veces en Boston. Pero cuando fui a esa escuela rápidamente aprendí que no podía ganarme la vida como músico. Me hice profesor, con una licenciatura en Matemáticas. Y sabía del proyecto de Project Zero, leí una serie de libros [menciona, por ejemplo, a David Perkins, integrante del grupo de investigación], y quise venir aquí. Lo solicité e hice mi master’s degree en Harvard, pero era porque quería estar en Project Zero. Y nunca lo dejé. Nos centramos sobre todo en investigaciones sobre el potencial humano, la creatividad, el pensamiento, el aprendizaje, la inteligencia...

¿Cuál cree que es la clave para que unas personas desarrollen más esas potencialidades en la escuela?

-La promesa de los colegios es que las van a desarrollar, y la realidad es que se trata de un panorama heterogéneo. Porque la escolarización históricamente no fue para todos y todas, y no sé la historia de España, pero en muchos países se desarrolló para la elite, y habitualmente hombres. Así que la estructura de los colegios, de forma masiva, en Estados Unidos, se hizo también pensando en esa elite. Cuando llegó la educación pública, se diseñaron sistemas para todos, aunque no absolutamente todos, porque había personas por ejemplo de color que no eran aceptadas. Pero cómo fueron diseñados socialmente los colegios no ha cambiado mucho. Hablamos de las clases, el rol del docente, el currículum... Aunque haya innovaciones muy interesantes y cambios que se están produciendo, el núcleo está fundando en conceptos anticuados de qué supone ser humano o desarrollarse.

¿Cómo se influye en ese desarrollo?

-La fundación de la escolarización asume un enfoque estandarizado, que es que tú aprendes de la misma forma que yo. Y eso está equivocado.

¿Por dónde empezaría a cambiar las escuelas?

-Una pregunta que nos deberíamos plantear es cuáles son las razones para cambiar, y en qué están de acuerdo el alumnado, el profesorado, las familias, el Gobierno... Y esa es una conversación difícil. En mi país, Estados Unidos, el mandato de las escuelas es promover seres humanos que contribuyan a la sociedad desde su vocación, su trabajo, y que lo hagan desde la participación democrática. Así que están la vocación y el civismo. Y no está claro si las escuelas lo están consiguiendo [insiste al centrarse en Estados Unidos, porque matiza que no conoce tanto el contexto europeo]. Y conseguir que se desempeñen en un trabajo es importante, no me malinterpretes, pero creo que son importantes los objetivos democráticos. Qué significa tener voz, participar en la sociedad.

¿La educación está preparada para enseñar a estudiantes que, en años, trabajarán en puestos que ahora no existen? ¿Cuáles serían las competencias adecuadas?

-Esa es la pregunta del millón de dólares. O del billón. Puede que no sepamos qué puestos de trabajo serán, o igual algunos sí, pero tampoco sabremos cómo será la sociedad. Porque quizá tenemos que preguntarnos cómo nos gustaría preparar a las personas ahora mismo. Si desarrollamos seres humanos que se relacionen con otros, que sean curiosos, de fiar, respetuosos... no estaría tan preocupado sobre el tema del trabajo. Tenemos trabajo que hacer aquí y ahora.

¿Qué consejos clave diría a profesores a la hora de dar una clase?

-Es bueno recordar que, como profesor, eres un modelo humano para otros. Piensa en tu pasión, en qué estás interesado, porque el alumnado lo verá. Y encuentra un amigo, no para solo protestar con él, sino para verle enseñar, pedirle ayuda... No se puede ver al profesorado como alguien experto que da su lección. Y más ahora, con la revolución digital. Yo tengo un hijo de 9 años y una hija de 11. Y su aprendizaje fuera del colegio, a través de internet, YouTube... puede ser peligroso, pero también es sofisticado. Nunca ha habido un momento más emocionante para ser alguien que aprende. Puedes aprender lo que quieras y tienes acceso a ello. Mi hija, de 11 años, ve en YouTube cómo hacer joyas, y mi hijo es un fan del fútbol y sabe de vuestro equipo local [de ahí el encargo de Osasuna] solo por visitar páginas deportivas.