málaga - “Descanse en paz” es la frase de la corona de flores de la Brigada de Salvamento Minero que rescató a Julen, el niño de dos años hallado muerto en la madrugada del pasado sábado tras caer a un profundo y estrecho pozo hace dos semanas en el Cerro de la Corona de Totalán (Málaga), palabras que presiden el nicho donde ayer fue enterrado el pequeño en Málaga.

Cientos de personas abarrotaron a mediodía la plaza de entrada al cementerio de San Juan, en la barriada malagueña de El Palo -muy cerca de donde vivía Julen-, para darle su último adiós entre lágrimas, aplausos y flores en más de 30 coronas y numerosos ramos y centros llegados desde distintos puntos de España.

José Roselló y Victoria García, padres del pequeño, otros familiares, amigos, vecinos y autoridades acompañaron el féretro de Julen desde el tanatorio -donde se ofició un responso en la intimidad- hasta un cementerio de estrechas calles con nichos que parecían un mar de flores blancas imposibles de colocar más cerca.

Julen descansa justo en el nicho superior al de su hermano Oliver, que falleció de muerte súbita con 3 años en abril de 2017. Para el acto de la inhumación la familia pidió respeto e intimidad.

Un amplio equipo de psicólogos estuvo presente en todo momento para acompañar a la familia en el dolor, durante el rescate y hasta en el cementerio.

Algunas niñas de corta edad se acercaron al cementerio con una flor en la mano. Entidades de la zona como asociaciones de mujeres y hermandades de la Virgen del Carmen, patrona para las personas vinculadas al mar, que linda con el barrio de El Palo enviaron también flores al camposanto.

coronas y agradecimiento Otras coronas procedían de lugares más lejanos como Salamanca; de instituciones como los ayuntamientos de Málaga y Totalán o la Diputación, y a las que se unía la de la Brigada de Salvamento Minero desplazada expresamente desde Asturias para excavar manualmente una galería hasta llegar a Julen.

La familia había pedido expresamente que esa corona fuera -junto a las suyas propias- la que se colocase ante el nicho y, de hecho, la de los mineros quedó en primer término.

Los alcaldes de Málaga y Totalán, Francisco de la Torre y Miguel Ángel Escaño, respectivamente, y el diputado responsable del Consorcio Provincial de Bomberos, cuerpo que participó en el rescate, Francisco Delgado, acompañaron -junto a otros responsables públicos- a la familia en el entierro.

Los restos mortales de Julen llegaron al tanatorio el sábado por la tarde procedentes del Instituto de Medicina Legal de Málaga, donde se le practicó la autopsia pocas horas después de su rescate sin vida a la 1.25 horas de la madrugada de ese mismo día.

Esta muerte ha causado gran conmoción y su complicado rescate ha tenido un amplio eco internacional.

Ayer se cumplía el segundo día de luto oficial en Málaga capital, donde la familia reside, y en Totalán, lugar en el que sucedieron los hechos.

“misión colosal” El rescate de Julen, en el que ha colaborado desde el primer día un operativo de más de 300 efectivos que han trabajado por turnos, se prolongó desde que el pasado 13 de enero, cuando se recibió el aviso de caída de un menor por un agujero de 25 centímetros de diámetro y de gran profundidad en la zona conocida como Dolmen del Cerro de la Corona de esta localidad malagueña, hasta el pasado sábado.

El niño, que estaba con unos familiares en una finca, cayó en un orificio de prospección para buscar agua de pequeño diámetro pero gran profundidad. Desde entonces se activó un operativo para rescatarlo formado por efectivos de distintos cuerpos que han estado trabajando en el lugar mañana, tarde y noche sin descanso y haciendo frente a las grandes dificultades técnicas que se han ido encontrando, especialmente por la dureza del terreno.

En la madrugada de este sábado, a las 01.25 horas, se halló el cuerpo sin vida de Julen, que, según informó el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, se topó con tierra tras una caída libre de 71 metros. Durante 13 días se ha desarrollado una “misión colosal y sin precedentes” encaminada a llegar “lo antes posible pero con delicadeza” al pequeño.

Julen, al que los vecinos recuerdan paseando con su triciclo de verdes pedales por la estrechas calles peatonales de las viviendas de Las Protegidas, descansa para siempre muy cerca de su gente, un barrio donde es tradición visitar con frecuencia a los seres queridos en el cementerio.

"NO ESTABA VIVO, ESO ES LO PEOR" Nicolás Rando, el guardia civil que sacó a Julen del pozo en el que permaneció trece días, ha afirmado que sintió cierto "alivio" por el trabajo terminado, aunque estaba "enfurecido" por el resultado: "No estaba vivo, eso es lo peor. Pero lo hemos dado todo".

"Hemos movido tierra como para parar siete aviones, hemos conseguido llegar a él y lo hemos sacado", ha manifestado el agente del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) de la Guardia Civil en una entrevista que publica hoy el diario "Sur".

Rando, padre de un niño de 4 años, cuenta que durante el tiempo que se prolongó el rescate su hijo le despedía cada mañana con la misma pregunta: "Papá, ¿hoy vas a rescatar ya a Julen?".

Reconoce, por otro lado, que consuela "un poco" saber que la autopsia ha determinado que Julen murió el mismo día de la caída -el domingo 13 de enero- y no esperando el rescate.

Aunque sabía que "iba a tener que hacerlo" por su condición de experto en rescate de montaña, cuando el agente dejó al pequeño en la carpa, donde esperaban dos forenses, se tuvo que ir a un lugar apartado de la plataforma de trabajo y se derrumbó.

El guardia civil recibió el pasado 13 de enero la llamada de un amigo que es bombero del Consorcio Provincial, quien le contó que un niño había caído por un pozo de 25 centímetros de diámetro en Totalán y que no sabían que hacer, de modo que llamó a sus jefes, que ya iban de camino, y se ofreció.

Recuerda los primeros días del operativo como los de los inventos, "con mejor o peor resultado", centrados en retirar ese tapón de arena húmeda detectado por las cámaras de 71 metros de profundidad del pozo.

Cuenta que la idea era succionarlo, pero entonces "surgió el problemón", pues se rompió la manguera y se quedó atascada con la cámara dentro, un atasco que tardó en resolverse más de 36 horas.

Tras superar diversos contratiempos, llegó el momento del descenso por el pozo paralelo con la cápsula. "Abajo no había turnos. Allí se estaba hasta que ya no se podía más".

Rando confiesa que al bajar sintió una sensación extraña. "Yo me he metido en agujeros más estrechos y claustrofóbicos, pero aquello...Miras hacia arriba y piensas: 'Si pasa algo aquí...".

Tras unos 3,70 metros excavados, un compañero de Rando metió una cámara por el agujero que habían abierto y vio al niño. El mando del dispositivo reunió a guardias civiles, mineros y bomberos y les pidió que siguieran trabajando igual, con la misma discreción porque la familia tenía que ser la primera en saberlo.

En el siguiente descenso bajaron tres agentes del GREIM de Álora -Nicolás Rando, entre ellos- y un minero por si había que seguir picando. "Me tocó a mí", ha concluido.