pamplona - El peso emocional que conlleva una enfermedad como el cáncer es algo que nadie puede cuestionar. El mazazo que supone el diagnóstico, los tratamientos y la pérdida en la calidad de vida del paciente hacen que la atención psicológica sea fundamental a la hora de enfrentarse al cáncer.

De forma paralela al desarrollo del tratamiento oncológico, surgen nuevos retos que suponen una piedra más que sortear en el camino del enfermo. Uno de los desafíos es ser capaz de encontrar la forma de gestionar la nueva situación patológica, algo que, de una u otra forma, afecta al ambiente familiar. El entorno afectivo del enfermo de cáncer constituye un elemento crucial y amortiguador del sufrimiento del paciente. Sin embargo, muchas veces, ante el abrumador choque de emociones que van surgiendo, paciente y familia no consiguen sintonizar la misma línea de comunicación. Ese es el camino en el que trabajan los psicooncólogos como Maite Bengoechea, una de las cuatro psicólogas dentro del equipo de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Navarra.

Paralelamente a los tratamientos médicos, ¿por qué es tan importante acompañar a los enfermos con atención psicológica?

-El diagnóstico del cáncer supone un impacto emocional muy grande, tanto que la atención psicooncológica ya viene recogida en diferentes planes estratégicos sobre esta enfermedad. El apoyo de los profesionales trata de facilitar la adaptación a esa nueva situación a través del manejo de las emociones como la ansiedad, el miedo o el enfado al pensar ¿por qué me está pasando esto a mí?. Estas bases ayudan a aligerar el peso psicológico con el que viven tanto los pacientes como sus familias. También hay que destacar la importancia de la formación del personal sanitario en cuanto a las habilidades comunicativas, especialmente a la hora de trasmitir las noticias a los pacientes.

¿Cómo evoluciona el papel del psicooncólogo en las distintas fases de la enfermedad?

-A lo largo de las diferentes etapas van surgiendo nuevas necesidades. En el momento del diagnóstico inicial, el shock emocional y la incertidumbre son los sentimientos que predominan. Después, surgen los miedos e inseguridades frente a los cambios físicos que tienen que ver con la imagen corporal, pero también con la debilidad física que obliga a los pacientes a cambiar sus rutinas. Una vez terminados los tratamientos o superada la enfermedad, mucha gente cae en la expectativa de que el paciente vuelva a ser el mismo de antes, y eso no es así. Puede volver a estar bien, pero no volverá a ser exactamente el mismo porque la carga psicológica sigue ahí. Nuestro trabajo consiste en ayudar a que los pacientes aprendan a integrar esos cambios en su nueva vida e incluso a sacar aspectos positivos de ellos. Por otra parte, si el enfermo esta en una fase paliativa, ayudamos a buscar ese punto de serenidad y tratamos de fomentar la comunicación entre el paciente y la familia para afrontar esa situación de la manera mas tranquila. También tratamos el duelo de las familias una vez el paciente fallece.

¿Qué papel juegan los psicólogos en la toma de decisiones del paciente?

-Podemos ayudar en la búsqueda de soluciones a problemas como, por ejemplo, a preparar una consulta médica. Les impulsamos a que pregunten las dudas y preocupaciones que les puedan surgir. Otra vez, lo fundamental es facilitar la comunicación con el personal sanitario y que así lleven sus tratamientos de la mejor manera posible. Hay veces en las que hay que enseñar a pedir ayuda.

El apoyo de los seres queridos es fundamental para el enfermo de cáncer. Como familiar, ¿cómo hay que tratar a un paciente oncológico?

-El paciente y el familiar forman parte de un solo núcleo. El cáncer es una enfermedad familiar. Aunque solo sea una persona la que tiene las células cancerígenas, la enfermedad la lleva toda la familia. Para el paciente es vital tener una red de apoyo y para ello es necesario fomentar una buena comunicación entre los distintos miembros familiares. Cada persona vive los miedos de forma distinta y hay veces en las que uno no sabe cómo manejar las emociones. Por otro lado, también es fundamental el autocuidado: estar bien para poder cuidar bien. Muchas veces nos encontramos casos en los que el cuidador se ha volcado tanto que está agotado física y mentalmente. Si uno no puede cuidar de sí mismo, tampoco podrá cuidar de los demás.

Sabemos qué deberían hacer las familias pero, por el contrario, ¿qué no deberían hacer?

-Es importante no tratar de sobreproteger al enfermo, de ahí la importancia de la comunicación. Hay que buscar un equilibrio entre la ayuda que uno puede ofrecer y la que el otro necesita, y eso solo se consigue hablando. Ante todo, los pacientes necesitan ser ellos mismos: la enfermedad te condiciona, pero no te define.