El encaje entre la protección a la fauna en peligro en extinción y un sector como el ganadero, también en riesgo, es complicado. Lo mismo pasa con la convivencia entre el oso y el ser humano, aunque hay buenos ejemplos tanto en el Pirineo como en Picos de Europa, donde incluso se le saca rendimiento turístico. Pero si además, dentro de las diferentes posibilidades, el ejemplar en cuestión presenta una conducta como la de Claverina que, a diferencia de su compañera Sorita (madre de dos oseznos, vegetariana y asentada en la zona francesa) se dedica a recorrer decenas de kilómetros por al vertiente navarra e incluir ya más de 8 ovejas en su dieta, el asunto se presenta aún más difícil, pese a los esfuerzos de Medio Ambiente y sus técnicos con medidas como la geolocalización, mastines, cercados... Claverina no llega al nivel de Goiat, otro ejemplar soltado en la zona de Aran que acumula una larga lista de ataques a ganado caballar y ovino y ha estado a punto de ser deportado a Eslovenia, pero está generando preocupación en todos los niveles. De hecho, va a ser objeto de una reunión el 17 de mayo entre los ministerios de Francia, España y autonomías, según anunció ayer el Gobierno de Navarra. Su directora general de Medio Ambiente, Eva García Balaguer, cree que el asunto se encuentra muy lejos del caso Goiat, aunque sí que se ha pasado a la fase de “medidas disuasorias”.

¿En qué consiste esto? Básicamente en tratar de “reeducar” al ejemplar intentando que abandone la zona a la que asocia su actual conducta alimentaria. Claverina ha acabado cogiendo querencia por Uztárroz donde está atacando ovejas. Si se desplaza a otro lugar, donde no hay ganado menor, quizá opte por otra alimentación ya que son animales “omnímovoros oportunistas”: es decir, come aquello que encuentra a su alcance según la época del año y ahora podría alimentarse de vegetales tal y como lo esta haciendo Sorita, a la que no se le conocen ataques.

La segunda pregunta es cómo conseguir esto sin traspasar “la pelota” a la autonomía vecina o las regiones francesas, donde también hay un rechazo notable entre los ganaderos. Por ello es esencial una coordinación institucional a tres bandas y enmarcar todos los pasos en el Protocolo de intervención con osos en el Pirineo, especie que más allá de que la haya reintroducido Francia y provoque rechazo, está protegida a nivel europeo. Este protocolo se aprobó en la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad. Estos documentos contienen diferentes directrices y un abanico de posibilidades que se deben concretar a nivel técnico y político.

La opción de una repatriación (además de compleja institucionalmente, requeriría de una captura, narcotizarla y transportarla) es muy extrema y requiere de unos patrones de agresividad muy altos, que no se dan ni en el caso citado de Goiat, mucho más grave que el de Claverina. La Generalitat, en este caso, está planteando mecanismos para, una vez localizado, ahuyentarlo mediante “gritos, voces fuertes, petardos o proyectiles de goma en las patas traseras”, informa la prensa estatal.

El departamento foral de Administración Local, Desarrollo Rural y Medio Ambiente no ha llegado aún a ese nivel de concreción y trabaja en la intensificación de la geolocalización de los rebaños, información a los ganaderos, petición de más instantaneidad a Francia y otra serie de medidas preventivas que se suman a las indemnizaciones económicas. La consejera Elizalde reiteró el martes un discurso de empatía con los ganaderos, pero también de prudencia de cara a calibrar el tipo de “medidas disuasorias a aplicar por el equipo de intervención siguiendo los protocolos establecidos para la gestión del oso pardo en el Pirineo. Hay que ir con mucho cuidado”, insistió.