- Su grupo pertenece a la Unidad de Investigación en Oncoinmunología de Navarrabiomed, ¿cómo llega a investigar sobre el coronavirus COVID-19?

-En Navarrabiomed estoy trabajando en Oncología pero mi formación es de virólogo molecular. Hice la tesis en coronavirus en el laboratorio de Luis Enjuanes, en el Centro Nacional de Biotecnología, y también mi primera estancia postdoctoral. Es uno de los mejores laboratorios del mundo en este ámbito. En el año 2000 unos compañeros de laboratorio publicaron la construcción del primer coronavirus sintético y eso nos permitió en 2003 clonar el SARS (otro coronavirus, primo cercano del SARS-CoV-2 o COVID-19), que significa coger la información genética de ese virus y controlarla para que se pueda manipular y generar una vacuna segura con esta herramienta. Eso lo publicamos en 2006. Después me marché a Inglaterra a trabajar con los lentivirus, como vacuna y como terapia génica, y al regresar a Navarra comencé a usar estas herramientas para luchar contra el cáncer. Este es el contexto, no es que mi grupo de repente se haya puesto a trabajar en una vacuna contra coronavirus, ahora que todo el mundo habla del coronavirus, sino que teníamos una amplia experiencia obtenida en Luis Enjuanes y un proyecto en marcha para generar vacunas seguras contra virus incluidos los coronavirus.

¿Cómo nace el proyecto europeo sobre estrategias de vacunación contra enfermedades virales emergentes, como el COVID-19?

-Hace dos años, siendo conscientes de que el gran problema en vacunación y en enfermedades infecciosas es que afecta a la gente de más edad comenzamos a hablar con el grupo de Luis Enjuanes y con otros de reputación internacional y creamos un consorcio para revertir la senescencia inmunológica aplicada a la vacunación en personas vulnerables por su edad. También hemos trabajado en conocer cómo envejece el sistema inmunitario humano. Así nació el proyecto europeo donde estudiamos cómo combatir el envejecimiento inmunitario y mejorar vacunas contra enfermedades virales emergentes. Estas patologías existen, y muchos virus saltarán al ser humano en algún momento. Sospechábamos de que algún coronavirus tipo SARS infectaría a la población humana. Lo hizo en 2003, y lo ha vuelto a hacer. El Covid-19 es un virus muy relacionado al SARS de 2003. Entre 2003 y 2004 se logró contener la expansión del virus SARS, y este año no.

¿En qué le diferencia del virus que saltó en 2003?

-Aquel fue un virus que no se contagiaba tan fácilmente entre personas salvo algunas excepciones, pero era más mortal por lo que fue más fácil identificarlo ya que las personas desarrollaban los síntomas más rápidamente. Esta variante es menos peligrosa pero más silenciosa, y cuanto menos mata un virus más fácil es su transmisión. En comparación con el de 2003 se transmite más fácilmente porque mata significativamente menos. Por poner un ejemplo con las estadísticas. Cuando se dice que hay, por ejemplo, 3.000 infectados y de esos han muerto 90, hacemos la cuenta de la vieja y calculamos la mortalidad en un 3%. Pero ¿cuál es la realidad? La realidad es que no hay 3.000 infectados sino que puede haber entre 15.000 y 30.000 personas infectadas, que además es probable que lo ignoren. Con los datos más realistas, la tasa de mortalidad es más baja, ya que hay muchas personas que pasan la enfermedad sin síntomas, o como un catarro o gripe, pero lo propagan. El virus llega a los grupos más vulnerables, los servicios de salud reciben cientos de personas que muestran sintomatología grave, los hospitales se saturan y el personal sanitario se contagia. Al guardar cuarentena, no pueden atender a los enfermos, y es la marea perfecta. Esta es la realidad de este virus. En valores absolutos mata a muchas personas, en relativos mata poco.

Esta reflexión deja una parte positiva: si hay mucho contagio oculto la tasa de mortalidad es menor de la que se cree, pero otra negativa y es que al ser tan silenciosa es más difícil de controlar y ataca a la población más inmunodeprimida.

-Los coronavirus no son patógenos extraños que vienen del espacio. Entre un 20% y un 30% del catarro común está provocado por dos tipos de coronavirus. Llevamos conviviendo con ellos en los últimos 100.000 años. Casi todos los niños han pasado un catarro. Todos nosotros hemos visto estos coronavirus durante la juventud, y hemos desarrollado una inmunológica. Cuando somos adultos y nos infectan, lo pasamos como un resfriado. Pero, ¿qué pasa con una persona inmunodeprimida, con las defensas bajas, o en personas mayores? Congen un catarro, se complica con una neumonía, y sus vidas corren peligro. Esta es la situación actual. Somos una población que nunca ha visto este coronavirus, es un virus virgen desde el punto de vista inmunitario. Y las personas con problemas previos de salud, o de mayor edad son en los que más peligro corre su vida. Esto no significa que se libren de la enfermedad otras personas, y caiga uno de 20 años.

¿Qué mensaje se podría trasladar a la población de riesgo que está con miedo a volver a salir a la calle cuando el estado de alarma pase?

-Las infecciones virales son autolimitadas en el tiempo y la sociedad debe ser consciente de ello. Aunque parezca por las noticias que no se va a acabar nunca. Imagínese que, por ejemplo, que al final el 80% de la población de Pamplona termina infectada y pasa la enfermedad, quedando protegida en el proceso. Por mucho que circule el virus no se puede expandir porque ya la mayoría ha pasado la infección. Se genera inmunidad poblacional.

La cercanía del calor también es una buena noticia, aunque imagino que el próximo invierno volverá.

-El calor los mata, sobre todo la radiación ultravioleta del sol que les destroza literalmente la información genética. Pero como ya está distribuido planetariamente, lo más probable es que siempre haya algún foco en alguna parte donde sea invierno, por ejemplo, terminará circulando por toda la población. Ahora bien, hay que saber que no es lo mismo cuando un virus entra en una población que no lo ha visto nunca, a cuando la población tiene memoria inmunológica. El sistema inmunitario es una máquina de matar muy eficaz y en la mayor parte de las veces logra eliminar los virus, sobre todo si los ha visto antes.

¿Cree que España tomó las medidas adecuadas en esta crisis?

-El problema de esto es que hay que ser virólogo para entenderlo. Los virus son muy pequeños, no se ven pero tienen una capacidad de propagarse muy rápida. Cuando en España empezamos a recibir pacientes que daban positivo no se tuvo en cuenta que otros tantos no estaban yendo al médico y estaban contagiados. Un virólogo asume siempre que hay gente infectada oculta dentro de la población. Si no lo asumes no vas a poder establecer las medidas a tiempo, y es lo que ha pasado. Ese fue el fallo. Nuestro sistema de salud y los profesionales son muy bueno, pero no está preparado para pandemias. En cualquier caso hay que tener en cuenta que el mundo más desarrollado ha olvidado lo que es vivir con enfermedades infecciosas. El calendario vacunal genera una inmunidad en masa frente a muchísimas enfermedades, pero el COVID-19 nos recuerda que las cosas pueden cambiar. Este día es este virus, pero mañana puede ser otro. Es fundamental que se valore el trabajo científico, pero no solo de sanidad sino también de los virólogos que van a zonas donde saltan los virus a los humanos. Está muy bien el apoyo de la sociedad pero es triste que haya tenido que llegar esta crisis para que se valore las vacunas, y el trabajo de los sanitarios. Ahora todo el mundo exige una vacuna, pero las vacunas son compuestos biológicos y su generación y prueba lleva un tiempo. Las vacunas no tratan al paciente, sino que protegen al sano, son preventivas. Lo que se necesita ahora para tratar a los pacientes graves son antivirales, no vacunas.

¿Se está trabajando en España?

- Los antivirales están aprobados para uso humano, hay varios que se están ensayando, son fáciles de generar por síntesis química, están cercanos a la clínica y se pueden usar. En varios centros de investigación y hospitales españoles se están probando. Se añaden los medicamentos en el laboratorio sobre los virus, y se comprueba cual frena la locomotora del virus.

Volviendo al proyecto europeo, ¿están trabajando en alguna vacuna contra el coronavirus actual?

-Nuestro proyecto se basa en mejorar la inmunidad en las personas más vulnerables para que sean más eficaces las vacunas. En nuestro laboratorio estamos trabajando con compuestos para ver cuáles hacen que los linfocitos viejos recuperen su actividad. Proporcionamos esa información a grupos como el de Luis Enjuanes, Albert Osterhaus o César Muñoz-Fontela. Ellos disponen de vacunas contra varios virus (coronavirus, fiebre amarilla y gripe). Nosotros hemos identificado una molécula, nuestros colegas holandesas otra y la van a incorporar en la vacuna de la gripe. Aparte de eso hemos solicitado un proyecto de investigación al Instituto de Salud Carlos III para establecer en Navarrabiomed unas plataformas de desarrollo y producción de vacunas seguras para la población más vulnerable para luchar contra este coronavirus. En este proyecto no trabajamos con el virus infeccioso sino con sus componentes, sus ladrillos, con las proteínas que no son infecciosas pero pueden generar inmunidad.