- La Fundación Proyecto Hombre Navarra registró el año pasado 269 nuevos ingresos, lo que supone un aumento del 25% respecto a 2018, correspondiendo 193 al programa ambulatorio Aldatu, mientras otros 76 siguieron el itinerario de la Comunidad Terapéutica. Los nuevos ingresos se suman así a los usuarios que ya venían siendo atendidos previamente por la Fundación, que en un total atendió en sus servicios de tratamiento a 440 personas durante el 2019, que aumenta un 17,3% respecto al año anterior.

Así, durante el año pasado, Proyecto Hombre recibió en la Comunidad Foral 352 nuevas demandas de atención en el servicio de acogida y valoración inicial, a las que hay que sumar las 49 personas atendidas en la prisión de Pamplona, mientras un total de 104 personas recibieron el alta terapéutica.

Asimismo, todavía sin hacer balance del atípico primer semestre de 2020 que ha venido marcado por la pandemia mundial del coronavirus, tras volver a abrir sus puertas de forma presencial hace poco más de un mes la Fundación ha recibido cerca de medio centenar de nuevas solicitudes de atención y de valoración inicial. Algo que “todavía no se puede atribuir a un mayor consumo de sustancias durante los meses de confinamiento, aunque haya podido influir”, sino que puede ir también ligado al hecho de que “durante el tiempo que hemos estado confinados la gente haya dado por hecho que no aceptábamos nuevas demandas de atención”, explicó Kristina Illescas, directora técnica de programas de Proyecto Hombre.

A pesar de este nuevo “cúmulo de atenciones” una vez la Fundación ha vuelto a abrir sus puertas en el edificio de los Padres Paúles, Proyecto Hombre no ha dejado de atender, tanto a su comunidad como a nuevos usuarios, de forma telefónica y telemática a través de videoconferencias, principalmente en el programa ambulatorio. Después, conforme se fueron suavizando las medidas de confinamiento, empezaron a atender presencialmete “a la gente que más lo necesitaba”.

Por su parte, los usuarios del programa Comunidad Terapéutica-Proyecto Hombre, ubicada en Estella, donde reciben tratamiento residencial, han permanecido “encerrados” durante el confinamiento, algo que les ha cambiado de forma drástica el tratamiento que les permite recibir visitas y salir los fines de semana -no al principio del tratamiento, pero sí en la medida que van avanzando de cara a la reinserción en la sociedad-. “Los hemos confinado porque creíamos que era lo que teníamos que hacer. Primero por los usuarios y también por la sociedad para que los usuarios no pudieran participar en la transmisión de los contagios del virus”, argumentó la directora de programas.

Sin duda, “ha sido bastante complicado, tanto para usuarios como para profesionales que han tenido que ampliar sus jornadas”, añadió Illescas, que explicó que “la actividad en la comunidad ha sido algo menos terapéutica, pero hemos incluido más actividades de ocio con la intención de que los usuarios no abandonen el programa y terminen el tratamiento”. En ese sentido, Illescas se mostró “muy contenta”, porque no ha habido ningún contagio dentro de la Comunidad Terapéutica, “que era una cosa que nos daba bastante miedo porque es muy fácil que se propague en un lugar donde conviven 40 personas”.

Aunque pueda parecer que el confinamiento fuera a perjudicar a las personas con problemas de adicción -que sí que ha sucedido en algunos casos-, Illescas apuntó que el encierro “incluso ha podido ser positivo para un sector de los usuarios que, por ejemplo, han estado conviviendo con un entorno familiar que los han protegido limitando o cortando así los consumos”. No obstante, también se han dado casos opuestos que los representan “las personas que ya estaban en una mala situación a lo que se le sumó el confinamiento en un momento que disponen de menos herramientas para manejar las situaciones estresante. Para estas personas ha sido muchísimo más difícil de gestionar y por eso también ha habido gente que ha consumido incluso más que antes de la pandemia”, explicó.

El perfil mayoritario de la personas atendidas fue el de un hombre, representando al 74% del total, si bien durante el 2019 se atendió a un 8% más de mujeres respecto a años anteriores. La edad media fue de 40 años, si bien en el caso de las mujeres aumentó hasta los 45 años. Algo que refleja que “las mujeres llegan más tarde al tratamiento y más deterioradas”, destacó Illescas.

Así, siguiendo con el ritmo de otros años, la sustancia principal de tratamiento sigue siendo el alcohol, y se mantienen los estimulantes como la cocaína y anfetamina. Si bien, en 2019 se detectó un “aumento proporcional” del cannabis y el juego patológico.

Para pedir información. La directora de programas de la Fundación Proyecto Hombre, Kristina Illescas, quiso hacer un llamamiento tanto a aquellas personas que puedan tener un problema de consumos como a sus familias. Y es que la primera atención “no es para entrar en tratamiento, sino para escucharles y valorar si una persona tiene o no un problema”. Asimismo, incidió en que la Fundación atiende también por separado a las personas que estén preocupadas por un allegado, aunque estos no quieran acudir a terapia. Proyecto Hombre atiende en el 948 29 18 65.

Proyecto Hombre. La Comunidad Terapéutica de la Fundación

Proyecto Hombre Navarra presta

servicio a personas dependientes

de sustancias psicoactivas que por su situación personal y/o social precisan un tratamiento en régimen residencial, con una estructura y un soporte material, educativo y sanitario que favorezcan una vida organizada y una atención especializada

Aldatu. Este Centro ambulatorio está dirigido a personas con problemas de consumo de drogas, principalmente alcohol, cocaína y cannabis, que deseen resolver sus problemas manteniendo sus lazos familiares y situación sociolaboral, sin interrumpir su vida cotidiana.

Suspertu. Programa de Apoyo a Adolescentes en dificultades y a sus familias, mediante la prevención y la intervención temprana frente a factores y comportamientos de riesgo.

Los datos de Proyecto Hombre de 2019 reflejan que el perfil de las personas atendidas fue principalmente el de un varón con una edad media de 40 años, si bien en el caso de las mujeres aumenta hasta los 45 años. Kristina Illescas, directora técnica de programas de la Fundación argumenta que muchas mujeres no llegan a tratamiento debido a que sufren una estigmatización social superior a la de los hombres que tienen problemas de adicción, un perfil más aceptado socialmente.