Los fantasmas de marzo y abril han vuelto a los hospitales. Jornadas maratonianas, sin vacaciones, con una carga de trabajo asfixiante y en un CHN-B (antiguo Virgen del Camino) que durante las últimas semanas se ha convertido en un hospital covid, con cuatro de sus seis plantas dedicadas a atender esta patología. Los sanitarios han vuelto a revivir en los últimos días aquella sensación de desasosiego y de incertidumbre ante un virus que siempre iba -y sigue yendo- por delante y que desbordó el sistema sanitario. El escenario no es exactamente el mismo, tienen más conocimiento y experiencia y saben mejor a lo qué se enfrentan. Pero hay algo que había en marzo y que ahora se ha ido perdiendo fruto del desgaste de meses en primera línea de batalla: la esperanza.

Dentro de los hospitales la sensación ya no es la de la improvisación de la primera ola. En las plantas covid hay establecidas zonas para materiales limpios y sucios y sus circuitos de limpieza y reposición. Los profesionales se coordinan en equipos de trabajo multiprofesionales con presencia de enfermeras, auxiliares, celadores, personal de limpieza, nutricionistas, técnicos de radiología, fisioterapeutas, trabajadores sociales, administrativos, médicos, etc.

En el caso de la sexta planta general del CHN-B, que acoge el Servicio de Medicina Interna, lleva desde marzo dedicándose única y exclusivamente a atender a pacientes de covid-19. Y así seguirá hasta que termine esta pandemia a la que de momento no se le ve fin. Dentro, los sanitarios trabajan a destajo para atender la gran cantidad de pacientes que el sistema ha tenido que asumir como consecuencia de los altos niveles de contagio que ha tenido la Comunidad Foral. “Tenemos mucho cansancio acumulado, físico y emocional. En marzo y abril íbamos con todo porque teníamos esa esperanza de salir de esa situación. Ahora no hay eso porque está la incertidumbre de no saber cuándo se va a acabar esto”, relata María Andueza, enfermera de la sexta planta general del CHN-B. Reconoce estar “muy cansada” como el resto de sus compañeros y cree que una parte de la sociedad no ha entendido o no ha querido entender la gravedad de la situación en la que nos encontramos: “En los primeros meses la gente se lo tomó en serio, pero en verano todo se relajó y la gente volvió a hacer vida normal y hemos acabado así”.

La tendencia en las última semana es a la baja, con un descenso en el número de pacientes ingresados en planta y también en la UCI, a raíz de las medidas restrictivas aprobadas por el Gobierno foral, aunque la situación de las unidades de críticos sigue siendo muy preocupante. “Si seguimos disminuyendo los contagios es de esperar que en las próximas semanas también baje la ocupación en UCI”, sostiene Iñaki Elejalde, médico de la sexta general. No obstante, no lanza las campanas al vuelo y advierte de que todavía queda mucho camino por recorrer: “Debemos ser rigurosos con las medidas. Si no lo hacemos el sistema sanitario se colapsará y habrá problemas derivados tanto de la covid-19 como del resto de enfermedades cuya atención se puede resentir por la sobrecarga del sistema sanitario producida por los recursos materiales y humanos que tenemos que dedicar a esta enfermedad”.

Los sanitarios ya ponen el foco en enero y temen un repunte de los casos tras las Navidades, unas fechas familiares en las que será imprescindible cumplir con las medidas de turno para evitar repuntes que puedan repercutir en los ingresos y los fallecimientos. El mensaje de los sanitarios, comenta María, es claro: “Más vale que estas Navidades las celebremos cada uno en nuestra casa, sin juntarnos, para que en las del año que viene no falte nadie a la mesa porque nos ha dejado por culpa de la covid-19”.

El estado emocional, fundamental en la recuperación

María tiene 34 años y hasta hace un año su carrera profesional como enfermera había estado vinculada a la Oncología, pero cogió una vacante libre en Medicina Interna, en la sexta planta del antiguo Hospital Virgen del Camino y a los pocos meses llegó la pandemia, que convirtió su planta en un espacio covid hasta día de hoy. Recuerda los primeros meses como caóticos, llenos de improvisación, pero que se consiguieron sacar adelante gracias a un gran esfuerzo colectivo de todos los sanitarios. Ahora la situación es diferente, tienen más recursos y han sabido adaptarse mejor a la pandemia. De hecho, uno de las mayores dificultades que se encontraron en la primera ola fue la falta de acompañamiento de pacientes, ya que se blindó de manera muy estricta los hospitales. “En marzo no hubo acompañamiento, mucha gente murió sola. Ahora nos hemos adaptado y hemos regulado los acompañamientos para dar más posibilidades a las familias. Hay pacientes con ingresos prolongados, que procuramos que tengan a un familiar con ellos, al igual que en el final de la vida. Es algo muy importante”, destaca María.

El apoyo familiar no es baladí en una situación tan delicada como la de las personas que son ingresadas por coronavirus. El estado emocional de los hospitalizados repercute en la evolución de su enfermedad, por eso todo el personal se preocupa de tratar con atención y cariño a todos los pacientes y procurar que tengan contacto con sus familiares. “El contacto con la familia es fundamental en el proceso de recuperación de los pacientes y en los casos que no evolucionan bien la compañía de la familia suponen un consuelo mutuo humanamente imprescindible”, destaca Iñaki Elejalde.

Este médico de 52 años, con una larga trayectoria como especialista de Medicina Interna, pasó la primera ola de la covid-19 en la “zona de tránsito”, en verano volvió a su puesto habitual y en septiembre se reincorporó a la atención covid en la sexta general. Explica que los pacientes ingresados ahora son menos que en marzo y abril y que la experiencia y los conocimientos científicos han mejorado los procedimientos, los tratamientos y los circuitos. Sin embargo, siguen topándose día a día con muchas dificultades. “Las dificultades son diversas, en primer lugar el número tan variable de pacientes obliga a ir modificando constantemente el número de camas que hay que dejar disponibles y condiciona el número de profesionales que se precisan para atenderlos”, comenta Iñaki, que señala que no hay un perfil fijo de las personas que ingresan con covid, aunque fundamentalmente son mayores de 40 años. La edad avanzada y la presencia de obesidad o enfermedades crónicas añade gravedad a la infección, aunque “nadie debe pensar que está exento de una posible infección grave”, advierte el facultativo, que indica que entre un 8% y un 14% de los pacientes de planta han requerido pasar a puestos de UCI. No obstante, la mayoría de ellos recibe el alta en una media de siete días.

Unos siete pacientes por enfermera

Entra de mañanas y María hace una primera ronda junto a una auxiliar de Enfermería con los siete pacientes a los que atiende. Solamente eso les lleva unas tres horas. Ambas trabajan mano a mano para bañar a los pacientes, atender sus necesidades alimentarias y físicas y hacer un seguimiento de sus constantes vitales y de su evolución. También hablan con los familiares, que se tiran horas y horas en el hospital. “Nos centramos en el paciente pero también en la familia, porque el acompañante también sufre”, apunta.

La atención que ofrecen a los pacientes es integral, es decir, que se preocupan por todos los aspectos tanto físicos como emocionales. Estos últimos muy importantes teniendo en cuenta el temor y la fragilidad de quienes ingresan en el hospital. “El mayor porque es mayor y no tiene las mismas posibilidades que alguien joven. Y el joven porque tiene más papeletas de ir a UCI si no mejora y eso da más respeto”, comenta la enfermera, que lamenta que la atención está siendo muy “impersonal”. “Al final nosotras vamos tapadas enteras, solo nos ven los ojos y hace que sea todo más frío. Aún así tratamos de darles cariño y ser cercanas porque sabemos lo complicada que es su situación”, relata.

El esfuerzo que todos y todas las sanitarias están realizando está siendo titánico. A muchas les han quitado las vacaciones y otras están metiendo horas extras por la falta de personal. En este contexto, además, no se han sentido respaldadas por sus superiores. “No hemos tenido el apoyo suficiente por parte de la Dirección de Enfermería. Hemos hecho peticiones que no han sido atendidas. Por ejemplo, ha habido muchas rotaciones y entra gente nueva todo el rato a la que tenemos que enseñarles las que llevamos más tiempo y supone carga de trabajo añadida”, señala María.