En la carretera del El Inglés, hoy sin salida, vive Txus Villalpando Zabaldika. Es su tercera casa de las que ha hecho su hogar en Yesa, después de la adquirida a la CHE por la familia de su marido, José Lázaro Ansonegui (Tote) y un apartamento en la urbanización Lasaitasuna que se vieron obligados a abandonar tras las evacuaciones.

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En abril de 2002 salieron de su primera vivienda en común en la localidad. Antes, en octubre de 2001 echaron el cerrojo a "La Boya", local a 500 metros de esta. Famoso establecimiento por su ambiente, fiestas y conciertos memorables, "como el de la noche de San Juan", rememora Txus del que fue además, un punto de encuentro para la vecindad de la zona."Era nuestra vida". Se llenaba también de gente de paso, se nutría de la afición al esquí, a la montaña y al camping . La vida y el comercio fluían en Yesa y en los pueblos de la zona como Sangüesa.

Sabían, sin embargo, que era un cierre anunciado. La urbanización fue su hogar durante los ocho años siguientes y después, llegaron los desalojos. A la tercera, construyeron su casa de madera blanca en la que se instalaron definitivamente. Aqui vivieron juntos 11 años, hasta el fallecimiento de Tote, en enero de 2020.

Contrarios al recrecimiento desde el principio, fueron de los pocos de este lado de la presa en salir a defender "su sitio". Era "un tema tabú, nadie hablaba nada". Antes del 2001 participaron en la presentación de alegaciones ."Lo hicimos ya entonces para protegernos". Hoy cuelga en el exterior de la buhardilla su clara oposición con el lema de " Yesa+ No".

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"Este recrecimiento es una locura, el cuento de nunca acabar, los deslizamientos de la ladera... El pantano de la prosperidad ha traído depresión y vacío, tiendas cerradas y pérdida de un atractivo turístico que años atrás disfrutaban familias enteras". Txus constata esta realidad y aprovecha la paz de un entorno sin movimiento ni ruidos. Es la cara que presenta Yesa. "Aquí se vive muy bien. Este es un pueblo con muy buenas energías", manifiesta plenamente convencida.