¿Qué principales problemas de comunicación se han detectado en la pandemia?

-La pandemia ha supuesto un problema de comunicación de la ciencia. Se ha hablado mucho de la infodemia, y es que la coincidencia de redes sociales y pandemia ha generado una crisis de comunicación. También se ha ido a una altísima velocidad, y en este momento hay más de 180.000 artículos sobre covid-19, que es más de lo que hay sobre malaria, por ejemplo. Hemos tenido una ciencia que ha ido muy deprisa, problemas con los preprints (artículos sin revisar que muchos medios les han dado una validez que luego no era), grupos como Médicos por la verdad y Biólogos por la verdad... Todo esto ha generado muchos bulos y muchas fake news. También ha habido una falta de coordinación institucional. Las ruedas de prensa son para la prensa, pero no para comunicar. Además ha faltado entender cómo funciona la ciencia, porque la sociedad reclamaba certezas y a veces no se ha entendido bien que la ciencia a veces son dos pasitos para adelante y uno para atrás, y tienes que rectificar. Es algo frecuente entre nosotros que en estos momento de crisis se ha llevado mal. Por ejemplo está el caso de AstraZeneca, que es una vacuna que funciona muy bien pero ha sido un caos de comunicación. En tiempos de crisis como éste la comunicación tiene que basarse en la confianza, en la transparencia, en la claridad, en la sencillez, y al mismo tiempo ser riguroso. Y de aquí tenemos que sacar lecciones para el futuro.

¿Y qué lecciones saca? En una crisis sanitaria, ¿tienen que comunicar los políticos, los periodistas, o los científicos?

-Tiene que ser una cooperación. Lo que se ha visto es la importancia de la divulgación de la ciencia, que quizá a nivel institucional no se le ha dado tanta importancia. Por ejemplo, cuando pones una normativa que limita la libertad de las personas tienes que explicar muy bien por qué lo haces, y ha faltado ese ejercicio. Y luego en la comunidad de al lado igual había otras normas, no ha habido coordinación. Y eso es un tema fundamental, porque las crisis también son crisis de comunicación. Hay que saber explicar las medidas y saber explicar resultados que a veces no son definitivos. Todo esto ha generado incertidumbre. ¿Quién tiene que comunicar? Pues un poco entre todos. Por ejemplo, no me parece bien dar los datos fuera de contexto y comparar solo con el día anterior. Todo esto crea una ansiedad en la población. Una cifra en sí sola no tiene ninguna información si no la das con todo el contexto.

¿Ese problema de comunicación también viene por la necesidad y demanda de información diaria, sin tiempo para demasiados análisis?

-Claro. Ahora nos están pasando con el volcán. Cada día vemos si sale mucho o poco humo. La pregunta es: ¿Y qué va a pasar? Pues la ciencia va a decir que no lo sabemos. Necesitamos tiempo para estudiarlo y analizarlo, y se han requerido respuestas inmediatas para algo tan impredencible como una pandemia. Todos llevamos mal la incertidumbre, pero la ciencia necesita tiempo, reposo, necesita que yo haga uno experimentos y otra persona los repita y los confirme o los vuelva para atrás.

¿Ha habido mucho miedo por parte de los políticos a decir 'no sé' por parecer ignorante?

-Creo que ahí el político lleva muy mal el decir no sabemos. Cuando digo que la comunicación tiene que ser transparente significa decir todo lo que sabes y también lo que no sabes. Y el político no es muy dado a decir esto no lo sabemos, e incluso a pedir perdón. A lo largo de la pandemia ha habido muchos momentos en los que haber dicho esas dos cosas.

Y en cuanto al final de la pandemia...

-(Interrumpe). No es el final de la pandemia. Si se ven los datos globales, el virus no ha desaparecido, no hemos vencido al virus. En España la tasa de vacunación es muy alta, y eso es lo que nos está haciendo estar en una situación de incidencia baja y relativamente buena. Pero esto no quiere decir que se haya acabado. Estamos controlándola, es una situación muy diferente a la de hace un año, pero hay que tener un optimismo moderado.