Silencio, lágrimas y rabia en la sala. Los supervivientes del atentado contra "Charlie Hebdo" subieron hoy al estrado para revivir la escena en la que murieron once de sus compañeros, en un recuerdo que se mezcla con sus graves secuelas y la denuncia de un clima intelectual que "favorable" al atentado.

Una semana después del inicio del proceso en el que son juzgados catorce acusados de complicidad con los autores materiales de los atentados del 7, 8 y 9 de enero de 2015, donde murieron 17 personas, fue el turno de quienes vivieron para contar la tragedia que tuvo lugar en la redacción de "Charlie".

Ante la imposibilidad de pedir cuentas a los terroristas que cargaban los kaláshnikov, los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly, los supervivientes buscan respuestas: ¿cómo se organizó el atentado? ¿quién estuvo al tanto del ataque?

Pero no son las únicas preguntas entre quienes siguen trabajando en el semanario y se sienten abandonados y solitarios en su "lucha por la libertad".

"Me avergüenzo de mi generación", dijo el actual director de la publicación, Laurent Sourisseau, más conocido como Riss, en mitad de un ambiente cargado al que se le añadieron problemas de comprensión en la sala por el uso de la mascarilla.

Con una bala todavía clavada en el hombro, Riss reprodujo con sus palabras la escena que estos días se descubre desde el prisma de la decena de personas que fue testigo y con las imágenes del suceso grabadas aquel día por la policía.

"EL CLIMA QUE PREPARÓ LOS ATENTADOS"

Al debate técnico del megaproceso, como muchos lo llaman ante su enorme dimensión (144 testigos, 200 personas constituidas como acusación civil, más de un centenar de abogados), las víctimas añadieron hoy un debate moral e intelectual al criticar "el clima que preparó psicológicamente" al país para el crimen, como denunció también otro testigo, Fabrice Nicolino.

Nicolino, que recibió dos balas en las piernas y una en la cadera y hoy debe caminar con la ayuda de una muleta y un calzado especial, fue el más vehemente en la crítica a algunos rostros conocidos de la izquierda francesa.

Entre ellos el director del digital "Mediapart", Edwy Plenel, pero también cabeceras coemo "Le Monde Diplomatique", a quienes reprochó "cerrar los ojos" ante el avance del fundamentalismo islámico, "una forma de totalitarismo", y centrarse en las críticas contra el semanario, al que tachan de "islamófobo" y "racista contra los musulmanes".

"A ellos jamás los perdonaré", aseguró Nicolino, quien en 1985 fue también víctima de un atentado en un festival de cine judío. "Estas personas no quieren ver la evidencia, que estamos confrontados a un totalitarismo", dijo.

"No llegamos como si nada a 2015. Tres días después del incendio contra la redacción en 2011, veinte intelectuales dijeron que no apoyaban a 'Charlie'. Los trataron de islamófobos obsesos, de apoyar un Estado nacional laico, o por decirlo de otra forma, un Estado nazi", dijo a la prensa el abogado del satírico, Richard Malka.

Riss y Nicolino "han hablado de eso porque hay que hablar de las causas para que ese clima no se reproduzca, para hacer pedagogía. Están aquí para testificar de un horror, pero también para que no se repita", añadió Malka.

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Casi seis años después de los ataques contra la redacción, no es rabia lo único que queda de aquel crimen. Mientras diez acusados siguen el juicio con cierto derrotismo desde una pecera aislada y rodeados de policía, la media decena de bancos ocupados por la parte civil es la prueba de la dificultad de seguir adelante.

El joven informático Simon Fieschi, de 36 años, subió al estrado con cierta dificultad pero insistió en testificar de pie. Como el resto de sus compañeros, Fieschi no puede rememorar las imágenes de la matanza. Vivió el ataque en un estado de inconsciencia parcial del que apenas recuerda sombras y frases sueltas, pero se llevó la peor parte.

Una bala le alcanzó la columna vertebral y, aunque ha recuperado una parte de la movilidad, la reeducación continúa a día de hoy. Ha perdido siete centímetros de altura por el impacto en la columna, tiene problemas de motricidad en las manos, ninguna sensación de tacto y dolores neuropáticos que pueden ser tratados pero no curados. A ello se le suman las secuelas psicológicas.

Recordar lo que pasó no les resulta fácil. Fieschi habló con un hilo de voz, y solo levantó el tono cuando quiso reivindicarse como "superviviente", y no como víctima o escapado. Riss parecía refugiarse mirando al suelo y Nicolino en la rabia con la que denunciaba a sus enemigos.

Otro testigo, el periodista Philippe Lançon, que recibió los impactos en la cara, el brazo derecho y la mano izquierda, y convirtió su testimonio y la veintena de operaciones que requirió la reconstrucción de su mandíbula en un libro de éxito, "El colgajo", prefirió no acudir a testificar. "Demasiado duro", declaró su abogado.