La alegoría ocurrió entre la niebla del Pico Jano. En un día ciego, con el velo ceniciento y húmedo, brotó una figura compacta, un puño de músculos, abriendo el biombo blanquecino y haciendo palanca en la Vuelta. Era un gorila en la niebla. Se iluminó entre las tinieblas el corazón de Remco Evenepoel. Aquel primer episodio de montaña fue el advenimiento. El futuro presentándose, formidable, valiente, ambicioso y disruptivo en el presente. El oráculo había señalado al belga prodigioso tres años antes. En la Donostia Klasikoa se descubrió el tesoro. Ni un pelotón entero pudo derribarlo. Pello Bilbao lo persiguió. No pudo alcanzarlo. El gernikarra supo de inmediato que perseguía algo extraordinario, un adelantado a su tiempo, un ser fabuloso. De otro tiempo. Por llegar.

“Era impresionante la cantidad de vatios que movía. Nosotros íbamos a tope, con la intención de cogerle, y fue imposible. Pensé que si perdía peso y mantenía esa potencia, sería imbatible en carreras de tres semanas”, recordó Pello Bilbao a este periódico apenas un mes después de asistir al nacimiento del fenómeno. Evenepoel, que se ha limado pero mantiene intacta la capacidad de producir vatios, dio la razón al gernikarra en el Pico Jano.

Lo confirmó en Madrid, donde posó como nuevo rey de la Vuelta. En el podio final le acompañaron, en un costado, Enric Mas, nuevamente segundo, y en el otro, Juan Ayuso, otro fenómeno. Un muchacho de 19 años que también ha arrastrado el futuro al presente después de una descomunal actuación en la carrera. La Vuelta es para los jóvenes. En el esprint de Madrid, se impuso Molano. Después, el foco apuntó a Evenepoel. La gran estrella.

FORTALEZA DESDE EL INICIO

De la niebla se hizo la luz. A partir de ese instante, de la explosión en Pico Jano, la Vuelta perteneció al belga, que no hizo concesiones en su viaje iniciático de tres semanas. Fue líder durante quince días. En el segundo examen en las alturas, por las bóvedas de la carrera en Asturias, evidenció su estatus ante un Roglic al que aún le faltaba tono tras salir del Tour vapuleado por una caída, y Mas, regular y constante, pero carente de chispa. La energía pertenecía al líder, una central de vatios en el Colláu Fancuaya. Una máquina de potencia. Aplastó a la oposición con paso cuartelero. Ritmo marcial. Ahogó a todos. Evenepoel no era un asunto de fe. Era una realidad. 

Su examen en las montañas, donde parecía vulnerable, resultó brillante. Se doctoró. Eso le concedió una enorme confianza en sí mismo. Nunca le ha faltado. Su autoestima es muy elevada, roza con el orgullo. Una sensación que creció exponencialmente tras su milagrosa recuperación de la brutal caída que padeció en Il Lombardia de 2020. Estuvo a punto de quebrarse el belga. Reunió las piezas del puzle. Las encoló. El pegamento de confianza le hizo más fuerte. Remco, levántate y anda. Lázaro. Más que andar, Evenepoel pegó un gran salto hacia delante que le posó en la cima de Vuelta. Un gigante.

EL GRAN GOLPE

En el meridiano de la carrera, el terreno se hizo propicio para el belga. Después de aplastar las montañas, se enfrentó al juicio sumarísimo del reloj, un arte que domina. Encapsulado, compacto, planchado sobre su bicicleta en una posición aerodinámica formidable, Evenepoel dio rienda suelta a su maquinaria. Entre Elche y Alicante, 30 kilómetros llanos, que cubrió a una media de 55,6 kilómetros por hora. El líder era un manantial de vatios. Una cascada de potencia sostenida. Ese día sentenció la carrera. Roglic, que concedió 48 segundos, y Mas, que se fue por encima del 1:20, se alejaban de la estela del belga, puro fulgor. Le tocaba gestionar la rentas.

Jovencísimo, apenas 22 años, Evenepoel mostró una enorme madurez. No se desvió ni una pulgada de su objetivo. El hecho de vivir deprisa, de ser un superdotado, capitán de la selección belga de fútbol a los 15 años, contribuyó a una maduración más acelerada. La Vuelta giraba sobre su eje. Solo una caída logró desestabilizar al belga. Sucedió camino de Peñas Blancas. En un descenso, la carretera de espejo por la edad y el brillo, le mordió el asfalto. Alcanzó la cumbre del puerto con solvencia. Sucede que las caídas trabajan a tiempo completo. No descansan. Le dañaron. Le generó inquietud. Pesadilla.

CAÍDA Y SUFRIMIENTO

Roglic, campeón de las pasadas tres ediciones de la carrera, el rey de la Vuelta, estaba recuperando su mejor versión. En La Pandera, el esloveno mostró la cresta. El último mohicano. Se lanzó a por la Vuelta. Valiente, obsesivo, excelente competidor, buscó los límites de Evenepoel, que vio de cerca el abismo. El esloveno le mordió casi un minuto. Mas también presionó. Roglic abrió una grieta en el líder, desfondado, pidiendo clemencia. Fue su peor momento.

Sentía que Roglic estaba en expansión y que él era vulnerable. En Sierra Nevada, un día más tarde, Mas se apresuró a rascar al líder. Roglic se encorajinó. A Remco le tocó abrazarse al sufrimiento para sostenerse en el pedestal. Con todo, alcanzó la última semana de carrera con una considerable renta.

Su candidatura debía probarse en El Rubicón del examen final, donde no eran pocos los que dudaban si sería capaz de soportar el empuje de un desatado Roglic y su inexperiencia en pruebas de tres semanas. Corrió el Giro de 2021, pero aún le revolvían los adentros los fantasmas del pasado, los que le susurraban su pánico a los descensos. No acabó aquel Giro. Evenepoel era como aquel episodio de Santo Tomás de Aquino. Ver para creer. Recuperó el aliento la Vuelta para adentrarse en la apnea de su resolución. En ese hábitat claustrofóbico, Roglic estaba dispuesto a la rebelión. Acosaba al líder. Le acechaba. No hay tregua. 

ROGLIC ABANDONA

Con esa idea del asalto definitivo, Roglic, un ciclista a dos tintas, en blanco y negro, a todo o nada, quiso continuar zarandeando a Evenepoel. Quería agarrar la Vuelta de la pechera. En una repecho de cuellos almidonados, Roglic dinamitó a todos. El esloveno se puso las pinturas de guerra. Al líder, el motín de Roglic le cogió con el paso cambiado. Pero el esloveno se estrelló en Tomares. Evenepoel, que pinchó en la zona de protección llegó silbando mientras el esloveno, caído en desgracia era un ecce homo ensangrentado. El costado derecho golpeado contra el asfalto. En shock. La mirada perdida, en la nada. Al día siguiente, el esloveno abandonó la Vuelta.

Con la extinción de Roglic, finalizada la amenaza, respiró tranquilo Evenepoel. Mas nunca le inquietó de verdad. El belga solo tenía ojos para Roglic. Lo intentó el mallorquín, pero jamás fue un problema de orden para el líder, que tras apaciguar a Mas en el Monasterio de Tentudía, donde se impuso el silencio, se regaló su segunda victoria de etapa en el Piornal, tras domar cualquier atisbo de insurrección.

CONQUISTA EN MADRID

Un triunfo en la crono y otro en una cima resumen el rango del belga en una prueba de tres semanas. No solo es potente, también es resistente. Un fondista. Evenepoel ha ampliado el catálogo de su manual de estilo. Solo restaba la Sierra de Guadarrama para alejar a Evenepoel de la victoria final. En realidad, era una quimera, una utopía basada en las leyendas que hubo. El pasaje, en un recorrido chato, no tuvo ninguna incidencia en la carrera. Blindado, dominador, superior y sólido, Remco finalizó el día llorando de alegría en medio de la montaña. Del cielo, a Madrid. La Epifanía de Evenepoel.