En Madrid expiraba el día, se acostaba el sol. El ocaso era el horizonte. El futuro es un amanecer, una promesa, la expectativa donde cohabitan Evenepoel, Mas, Ayuso, Carlos Rodríguez y tantos otros para los que el último día de la Vuelta es un día placentero después de tres semanas de competición y una hoja más del almanaque que continuará en un unos meses con la rutina de la pretemporada. El porvenir de Alejandro Valverde, el Bala, es el descanso. Bajó para siempre el telón en la Vuelta. No habrá más. Despedida. Fue el primero en entrar en Madrid. Valverde se subió al último galope crepuscular después de haber amasado una vitrina repleta de tesoros, 133 victorias en su arco del tiempo, que contemplan dos décadas de ciclismo. En ese biografía a una victoria pegado, destaca el Mundial de 2018, la que el murciano considera su gran obra, y la Vuelta de 2009, su única corona en una grande. 

La carrera española ha sido el vergel del ciclista. En la cartografía de la Vuelta, Valverde obtuvo una docena de laureles. En ninguna prueba ha sido tan promiscuo Valverde, el Imbatido. Feliz en una carrera que le adora. Ese cariño, el aplauso y el reconocimiento, han acompañado a Valverde en su jardín, en el patio de su casa. Agasajado por la cuneta. Atravesada la frontera de los 42 años, el sueño del ciclista del Movistar arría su bandera. Aún le quedan algunas carreras y la despedida en Il Lombardia. 

En Madrid puso fin a la Vuelta, a su amada. Con él también se fue el fulgor de Vincenzo Nibali, campeón de la carrera en 2010. El italiano recogió el testigo de Valverde. A los dos les aguarda el sol de otoño que estira los brazos mientras cede el verano, que no tiene intención de irse. Entre las ausencias futuras es probable la de Chris Froome, conquistador de la Vuelta en 2011 y 2017. El británico estuvo presente en el último baile de Valverde, que se dio un baño de masas. Marchan los viejos campeones y florecen, exuberantes, extraordinarios, los muchachos que gobiernan el ciclismo mientras suena el eco de la Bala final de la Vuelta. 

El relevo de los Zeta

La generación Zeta ha derribado la puerta de la Vuelta. Ha hecho suya la carrera de punta a punta. El campeón, Evenepoel, tiene 22 años. A su lado posó Juan Ayuso, de 19 años. Su registro, ser el ciclista más joven en ocupar un podio en la historia de la Vuelta. Algo más atrás pespuntó Carlos Rodríguez, de 21 años, séptimo después de sobreponerse a una caída tremenda. Hasta ese instante peleaba por el podio.

La generación del TikTok, Instagram y otras redes sociales ha tomado el poder al asalto. Nativos digitales, los Zeta, así se conoce a los nacidos entre 1997 y 2012, se personaron en la carrera para probarse, para explorar los límites y descubrir un nuevo mundo. En el caso de Juan Ayuso y Carlos Rodríguez suponía su estreno en una carrera de tres semanas. Su rendimiento ha sido sensacional. No conviene proyectar sus próximas apariciones como un serial de éxitos, pero es indudable que el futuro les pertenece. El adiós de Valverde es su bienvenida. El relevo. Del ocaso al amanecer.