En Kanbo se alza entre la exuberante vegetación, bella, egregia, Villa Arnaga. En esa mansión vio el final de sus días Edmond Rostand, dramaturgo, poeta y escritor. Rostand vivió allí con su familia, la poeta Rosemonde Gérard y sus hijos Maurice y Jean Rostand. Fue la casa que deseó y soñó, la que decoró con aire teatral. Esa casa cobijó su talento. Ahora es un museo.

De la imaginación de Rostand germinó Cyrano de Bergerac, una de las grandes obras del teatro francés. En el libreto narra en cinco actos, con sus licencias creativas, la vida del poeta y escritor.

De Cyrano de Bergerac se recordaba su talento para la poesía, su carácter seductor y su espíritu libertino. También su gran nariz. Un apéndice nasal que robaba el aire. Le llamaban Ladrón de oxígeno.

No sobraba aire en Kanbo, donde se vivió una llegada en apnea, claustrofóbica. Robándose los unos a los otros el oxigeno necesario para prender la llama. Sin respiro, en medio del jadeo, se impuso Paul Lapeira.

El joven francés se descorchó en la Itzulia, a la que llegaba con la sonrisa abierta y las piernas ardientes tras vencer hace apenas dos semanas en dos carreras menores en Francia de manera consecutiva.

Lapeira continuó con la secuencia victoriosa. En su día conquistó Il Lombardia para aficionados. Era su carta de presentación para el profesionalismo. Después de sus logros en las carreras galas, se agrandó en la Itzulia, una competición de más calado e impacto.

Aranburu fue quinto en meta. Movistar / Getty

Alex Aranburu, quinto

No le asustó el escenario a Lapeira, que se anunció con una victoria convincente. Bien protegido, emergió en el instante preciso Lapeira para imponerse ante Battistella y Vervaeke. Alex Aranburu, que buscó un respiradero en el esprint, se ahogó. Se quedó sin aire. Quinto en Kanbo

En el grupo en el que se arremolinaron los aristócratas, no se conceden ni una brizna de aire. Roglic, Evenepoel, Vingegaard, Skjelmose, Ayuso o Pello Bilbao compartieron plano en el esprint junto a quienes peleaban por la gloria del día.

La pena atrapó a Ion Izagirre, cortado tras la caída que troceó la marcha. Perdió 23 segundos. Los mismos que Carlos Rodríguez. El podio se aleja al de Ormaiztegi. Jay Vine, segundo en Irun, y Del Toro también sufrieron esa pérdida. El UAE puede perder foco táctico.

Antes, en el esprint bonificado, Del Toro rascó 3 segundos, Ayuso 2 y Evenepoel, 1. En una Itzulia cerrada en un puño cada instante cuenta. Nada cambió entre los jerarcas de la Itzulia en una jornada que se encabritó al final.

Los Azparren, en fuga

El día amaneció en Irun, en Hegoalde, para abrazar Iparralde con los brazos de la Itzulia, de regreso al otro lado de la muga 47 años después de su último saludo, que se produjo en Biarritz. La cita tenía aire histórico en la Itzulia de los 100 años.

Ese vínculo era un deseo perseguido desde tiempo atrás por la organización de la carrera. Se adentró la Itzulia hacia Iparralde en el petate de Xabier Mikel y Enekoitz Azparren, Jetse Bol y Alexis Vuillermoz.

Enekoitz y Xabier Mikel Azparren, en fuga. Euskaltel-Euskadi / Sprint Cycling

Los hermanos Azparren se separaron este curso, cuando el mayor, Xabier Mikel prefirió la aventura suiza en el Q36.5, la estructura heredera del Qhubeka. Enekoitz sigue en casa, en el Euskaltel-Euskadi.

Aunque con distintos maillots e intereses, son dos hermanos con propensión para las fugas. Xabier Mikel es un habitual. Le gusta alejarse de la sociedad de la carretera. Demasiada gente en el pelotón. A Enekoitz también le inspira descubrir los paisajes.

Las carreteras estrechas, rugosas y apretadas de Iparralde tiraban de ellos como las sirenas que desde el mar seducían a los marineros. La quietud, la casas blancas con contraventanas rojas, algunas verdes u otras azules, amortiguaban un viaje al silencio, una sinfonía que recorría grácil el sistema nervioso de Lapurdi de puntillas.

Solía contar Yves Salaberri, Xala, campeón del Manomanista y tres veces coronado en el Parejas, que la primera vez que abrió la puerta y se metió en el vestuario en un frontón de Hegoalde pensó que alguno de los pelotaris se acabaría pegando porque la gente hablaba en voz alta, gesticulaba mucho y gritaba.

Comprendió Xala, un tipo inteligente, que aquello que parecía el caldo de cultivo para una gresca monumental era la manera de comunicarse en Hegoalde. Xala siguió siendo silencioso, pero gritó su talento en las canchas.

Control por parte del líder

En Iparralde bajó de decibelios la Itzulia, que este miércoles llega a Altsasu con el puerto de Lizarrusti como juez de la tercera etapa, más pacata y serena, hasta que Roglic, el líder, ordenó alzar la voz a sus muchachos, que se denominan Band of brothers. La banda de hermanos se apresuró a cicatrizar la herida que habían abierto los hermanos que lo son, los Azparren, representantes de un linaje ciclista.

La luz tenue, el cielo que jugaba con los tonos grises, en ocasiones azul, se empastaba con un paisaje verde de rostro bucólico. Se vestían las ramas de hojas verdes tras mostrar los árboles sus brazos enclenques en invierno en un trazado que era una secuencia de olas. Un sube y baja sin resuello.

Tintineaba la lluvia, melancólica, el anuncio de la tormenta, que altero el biorritmo. El suelo mojado, espejado, aceleró el pulso. Lo idílico mutó en amenazante. Los hermanos Azparren, Bol y Vuillermoz no se concedieron ni un respiro en una jornada que se mimetizó con una clásica del norte a medida que crecía el empuje del pelotón.

Lucha por las bonificaciones

Los favoritos fruncieron el ceño. Los Azparren se despidieron con un apretón de manos y cruzaron algunas palabras mientras el pelotón engullía la fuga a una docena de kilómetros de Kanbo. No conviene despistarse en una carrera que apenas concede tiempo para corregirse. En Ezpeleta, el redoble de las bonificaciones atrajo a los favoritos. Del Toro limó tres segundos. Su compañero Ayuso se quedó con dos y Evenepoel arañó 1 segundo a Roglic.

De momento, la Itzulia es cuestión de segundos. Se desbocó la carrera en el laberíntico desenlace. No había paz. Una caída atrapó en el cepo a Tao Geoghegan. Quedaron aislados Ion Izagirre, Vine, Del Tor o Carlos Rodríguez. Los sueños del podio se diluían en la lluvia. Se quebró el pelotón en un final trepidante, agresivo y malencarado. Un punto angustioso.

Velocidad, adrenalina y suelo mojado. No sobraba el oxígeno para poder respirar tranquilo. En el frenesí, en el jadeo de la excitación, Lapeira era un Cyrano. Ladrón de oxígeno para el resto, respiró el olor a la victoria en Kanbo.