TELE 5 colgó, en la programación del pasado miércoles, una prolongación del GH 12+1 debido al éxito de audiencia y a la necesidad de mantener el pulso por la primacía y liderazgo con su gran competidora en el negocio de la tele, A3, en un ejercicio de contraprogramación que se salta a la torera todas las normas sobre el particular. Para ello, no dudó en poner en manos de la inefable Mercedes Milá, auténtico ejemplo de esperpento televisivo que se pone el mundo por montera cada vez que se coloca delante de una cámara, la tarea de conducir la noche. Con el título de La Re-Vuelta, los muchachos de Vasile volvieron a concentrar en Guadalix a los concursantes de la extinta edición de GH, a las parejas más polémicas del desmadre televisivo con la complicidad y lujuria verbal y gestual de una presentadora que supera todos los límites del quehacer periodístico verbenero. En el citado programa, Milá definió la esencia del periodismo, a la hora de calificar el estilo de dos concursantes al que ella se sumó, en el hecho de tener una conducta impertinente. La impertinencia se convirtió en piedra angular de la nueva frontera del periodismo por mor de esta excitada profesional, especialista en afectación y exageración al asalto de platós, cuando desde todos los ámbitos se está exigiendo a la profesión rigor, hechos contrastados, fuentes verdaderas, ejercicio plural y equilibrio. Define el diccionario impertinencia como dicho o hecho fuera de propósito, e impertinente como algo que no viene al caso o que molesta de palabra o de obra y le añade importunidad molesta y enfadosa. Prácticamente, lo más contrario al exigido quehacer periodístico. La afamada presentadora se columpió en el manejo desordenado y dalomismo de su castellano impertinente y vulgar. Una perla de la televisión de los realytis. Mosca impertinente, desbocada y desnortada.
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