La boda del príncipe Harry y la actriz Meghan Markle ha convertido la programación de televisión de la última semana en una mala imitación de las revistas del corazón. Y lo chungo es que aquellos que han apostado por dar relevancia al esta boda real han acertado una vez más. Este periodismo del cotilleo y el relumbrón que parecía enterrado hace tiempo no termina nunca de irse. Vive como esos gusanos en las cortezas de los árboles para resurgir como crisálida al albur de los rancios acontecimientos sociales de la alta alcurnia. Uno puede pensar que el público que sigue estas convenciones es gente de edad, pero no: entre el público que ha seguido el casamiento hay mucho infiltrado joven. Una herencia de la cultura de Disney que alargó hasta la extenuación las historias de príncipes y plebeyas o viceversa. Pero la noticia más inquietante de todas las recibidas en los últimos días ha sido la decisión de Mediaset de eliminar Las mañanas de Cuatro. En principio, la decisión se acomete utilizando la excusa del Mundial de fútbol, que transcurre desde el 14 de junio hasta el 16 de julio. Es decir: la información crítica será sustituida por la actualidad futbolística y cuando ésta se acabe, en lugar de volver la información, está previsto que vuelva Mujeres y hombres y viceversa. Toda una decisión estratégica que retrata el malestar del Gobierno por las críticas recibidas desde ese rincón de las mañanas. Adiós a más de doce años de informativos de una iniciativa que presentó Concha García Campoy desde 2006 y que, tras Marta Fernández, Jesús Cintora había cogido con mayor éxito las riendas de uno de los pocos informativos con credibilidad. Ahora que nos cambian la información por el fútbol y ahora que Cuatro se ha quitado la careta, habrá que pedirle a su competidora La Sexta, que alargue durante el verano su programa El Intermedio por aquello de que “si no quieren que sepamos las noticias por lo menos que Wyoming nos cuente la verdad”.