Fecha y lugar: Sala Luyber de San Adrián. Lunes, 4 de enero. Incidencias: Como era previsible, el festival tuvo la entrada más floja el lunes, 300 personas. Grupos: Los grupos que actuaron como finalistas fueron Ortofálico Chisme y No One Cares. Vinodelfin, banda invitada, salió a escena con la siguiente formación: Marcos Andrés (voz y guitarra), Fluren Ferrer (teclado), Matías Luna (bajo) y Pablo Lacolla (batería).

A pesar de ser lunes, y tras varios días de fiesta, 300 fieles se dieron cita en la sala Luyber de San Adrián. Ortofálico Chisme, llegados de Almería, fueron los encargados de abrir la jornada y de poner el toque de humor y desenfado a la XV edición del certamen. Con una actitud punk e irreverente (tienen cierta obsesión con los conductos corporales), los Ortofálico no han descuidado su base musical, todo lo contrario, apoyan sus demenciales letras en una sucesión de composiciones que van del rock al punk pasando por la electrónica e incluso el pop. Todo ello comandado por dos vocalistas que no dejaron de moverse sobre el escenario, derrochando actitud y carisma a pesar del poco público que al principio de la noche se encontraba en la sala. La banda cerró su actuación con un medley que dejó bien claras sus referencias musicales, ya que sonaron desde los Sex Pistols y las Vulpess hasta Pink Floyd o New Order.

En segundo lugar, y llegados desde Madrid, actuaron No One Cares, grupo que sorprendió por su contundencia (hasta la fecha ha sido el grupo más metalero de esta edición) y por mostrarse seguros de lo que hacen, sin excesivos alardes pero perfectamente cuadrados. Dani apuntó una voz trabajada, perfecta para el estilo del grupo y que no decayó en ningún momento a pesar la intensidad ofrecida. El grupo madrileño presentó varios temas de su último disco, Delreves.

Y para cerrar la velada subió al escenario Vinodelfin, banda radicada en Cataluña, aunque cuenta con varios argentinos en sus filas, que basó su concierto en las canciones de su segundo disco, Seres Únicos. A pesar de contar con la baja de uno de sus guitarristas, Alberto, funcionaron a la perfección como cuarteto, mostrando la exquisitez de su pop y la brillantez poética de sus letras. Arrancaron sólo con piano y voz para posteriormente ir introduciendo el resto de instrumentos. La banda domina a la perfección el in crescendo de sus conciertos y acompaña la crecida musical con detalles (como el hecho de que el cantante se quedara descalzo sobre el escenario) que confiere todavía un halo poético mayor a sus directos. Temas como Caballo soy son muestra del seguimiento especial que habrá que hacer al grupo.