Autor: Ira Levin. Versión y dirección: Ángel F. Montesinos. Intérpretes: Francisco Valladares, Marisa Segovia, Alejandro Navamuel, María Garralón, Rafael Esteban. Lugar y fecha: Teatro de Ansoáin, 30/04/10. Público: Tres cuartos de entrada.
EL escritor Ira Levin es conocido sobre todo por dos novelas que fueron llevadas al cine, Los niños del Brasil y, sobre todo, La semilla del diablo. Levin también escribió obras de teatro, dentro del género del suspense, que era su especialidad. La más conocida de sus incursiones teatrales fue Trampa mortal, que también conocería una versión cinematográfica protagonizada por el gran Michael Caine y el malhadado Christopher Reeve. La obra, que mezcla con acierto la comedia y el thriller, es un brillante juego de espejos en el que la realidad pasa a la literatura, y ésta se traslada a literatura que aparece dentro de ella. Resuelvo el embrollo. Primer paso: el protagonista es un escritor de obras teatrales de suspense, como lo era el propio Levin. Segundo paso: el crimen que se comete en la escena se convierte en diferentes fases de la obra en material para una comedia de crímenes, que a su vez será el origen de nuevos crímenes. Una estructura alambicada, pero ingeniosa, que ha resistido bastante bien el paso del tiempo y que resulta muy entretenida. Fiel al espíritu de esta clase de obras (y me estoy acordando de la magistral La huella, de Shaffer), en Trampa mortal nada es lo que parece. Levin siembra falsas pistas aquí y allá que nos hacen caer precisamente en la trampa que anuncia el título al imaginar desarrollos de la trama que el autor corta abruptamente con resoluciones no previstas.
Las comedias de suspense son un subgénero muy agradecido, y esto lo sabe muy bien la productora Txalo, que ya ha montado previamente La ratonera y Una visita inesperada, ambas de Agatha Christie. Para esta ocasión han contado con el director Ángel Fernández Montesinos y con el actor Francisco Valladares, que ya habían montado Trampa mortal en dos ocasiones, en 1981 y en 1999. Así que Valladares debe de conocerse el papel del comediógrafo Sydney Bruhl como su propia biografía. Lo interpreta con un cierto desapego; a ver, no quiero decir que lo haga con desinterés, sino que su personaje parece situarse a veces en una posición de distancia respecto a la situación e incluso a sus propias acciones. Esa especie de suficiencia le cuadra bien al papel de Bruhl, pero recuerdo a Caine en la película de Lumet con un matiz más ambiguo, como alguien de quien en todo momento podría uno pensar: "Este tío es capaz de cometer un crimen". También es verdad que vi la segunda función de la sesión doble, y cuatro horas seguidas de representación pueden dejar agotado a cualquiera. Valladares, no obstante, sostiene muy bien su papel.
Los demás acompañan adecuadamente al protagonista. Destaca María Garralón, interpretando al papel más cómico del reparto, el de la estrambótica vidente Helga Ten Dorp. Marisa Segovia también está muy convincente interpretando a la azorada esposa de Bruhl. Y Alejandro Navamuel cumple, aunque con algún altibajo, sobre todo al principio, cuando interpreta al joven escritor novel Clifford Anderson de manera un tanto forzada.