pamplona. Son algunas de las posibilidades que ofrece la nueva Sala de la Prehistoria del Museo de Navarra, más completa y accesible después de su remodelación. El espacio reabrió ayer con una exposición permanente que invita a realizar un ilustrativo viaje por el pasado para conocer cómo eran los pobladores más antiguos de la Comunidad foral; cómo eran su vida doméstica y sus rituales funerarios.

La muestra, ubicada en la planta -1 del museo, alberga en esta nueva etapa un total de 749 piezas -569 más que hasta ahora- de 60 localizaciones de toda la geografía navarra, restos arqueológicos del periodo comprendido entre el 300.000 a.C. y el 400 a.C. que han sido excavados, estudiados e interpretados, y que se presentan ordenados cronológicamente en un recorrido repleto de curiosidades. Además, la sala, que fue inaugurada ayer por el consejero de Cultura y Turismo, Juan Ramón Corpas, se ha hecho más accesible a todos los ciudadanos, al eliminarse las barreras arquitectónicas de acceso al espacio, derribando la escalera existente y realizando otra de menor anchura, que ha dejado el hueco necesario para la instalación de un ascensor.

La exposición, comisariada por Jesús Sesma y Jesús García Gazólaz y proyectada por Jesús Moreno y Asociados, tiene como pieza estrella el Mapa de Abauntz, que marca el final del Paleolítico Superior y del que se exhibe el original y una reproducción -ampliación a escala 2"75:1-. Un ejemplar único en Europa occidental en el que aparecen tallados -en la reproducción con colores e incisiones en relieve para que puedan percibirlas las personas invidentes- los elementos geográficos del entorno de la cueva y la primera representación esquemática de un grupo de cabras en perspectiva. Junto a esta pieza, desde el más remoto Paleolítico con los muy recientes hallazgos de industrias sobre cantos tallados en la meseta de Donapea, en Cordovilla, hasta los momentos inmediatamente anteriores a la Historia en los que el yacimiento arqueológico de La Custodia (Viana), la capital de los verones, nos habla desde sus bellas fíbulas, broches de cinturón, colgantes, téseras de hospitalidad o cerámicas de estilo celtibérico, se ofrecen paradas en las 6 grandes fases de la evolución cultural del hombre anterior a la Historia: Paleolítico, Epipaleolítico, Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro. Los restos del Paleolítico nos dicen que en Navarra hubo panteras, rinocerontes, hipopótamos, hienas o antílopes, y que en aquel entonces era importantísima la talla de sílex en la Sierra de Urbasa, que abastecía al Norte de la Península y parte del Sur de Francia. De esta fase son también los restos de la primera inhumación documentada en la Comunidad foral, correspondientes a una mujer de Aribe de 30 años que fue enterrada en posición flexionada; y el molar humano de Alkerdi, el primer resto humano documentado que aún no se sabe si era de hombre o de mujer. Del Neolítico se conservan cerámicas, útiles, collares y vasijas que se empleaban como ajuar en los enterramientos humanos -en esa época se sabe que también había enterramientos de perros-, y restos de un enterramiento en Los Cascajos (Los Arcos), la necrópolis presumiblemente más antigua de la Península, dentro de la cual hay 37 inhumaciones. Del Calcolítico hay testimonios de uno de los primeros casos conocidos en la historia de la Península de violencia en época de los dólmenes (cráneo con herida y supervivencia hallado en Aizibita, Cirauqui). Los restos de objetos metálicos se suceden en las Edades del Bronce y del Hierro, hasta rozar casi la romanización, donde hay representaciones de personajes de la época, como una figura a caballo cazando una cierva, y unas piezas muy singulares, las téseras de hospitalidad, mediante las cuales se documentaba un pacto entre dos colectivos -ciudades, etnias o grupos familiares-. El recorrido finaliza con una serie de monedas emitidas desde las cecas (pueblos de la época) presumiblemente para pagar a soldados celtibéricos.