madrid. Lo mejor de Eva es una intensa historia de amor entre una juez, Leonor Watling, y un gigoló, Miguel Ángel Silvestre, El Duque a los que une un asesinato, una testigo protegida, un político corrupto, el sistema judicial y el sexo. Pero sobre todo, el sexo.

También es el último largometraje que firma, guión y dirección, el catalán Mariano Barroso desde Hormigas en la boca (2005), más dedicado en estos años a la televisión y películas codirigidas como Invisibles (2007) o ¡Hay motivo! (2005).

La preciosa, pero aburrida Eva ha dedicado su vida a opositar para ser juez; su padre, un fiscal autoritario que hubiera preferido tener hijos varones, vegeta en un hospital y solo recibe los cuidados de su hija pequeña (Adriana Ugarte), quien también intenta que su intachable hermana busque pareja.

Aunque ningún hombre parece atraerla, inmersa en un pasado que le impide abrirse a una relación, la juez siente una atracción incontrolable por un gigoló que irrumpe en su vida mientras investiga el homicidio de una prostituta, aparentemente asesinada por un político influyente y sin escrúpulos (Helio Pedregal).

"Eva es una mujer muy bloqueada y ensimismada en lo que cree que tiene que hacer y que se deshace cuando conoce a Rocco: todos los protocolos de defensa y los sistemas de seguridad normales saltan por los aires", explicó Watling a Efe.

La actriz ha disfrutado dando vida a una mujer que vive un amor irracinal, "ella -explica- no sabe cómo relacionarse con esa parte de sí misma: es de las que no se atreve a tomar una cerveza porque no se fía de no acabar bebiéndose el bar".

"Sería tan fácil contarlo al revés -precisa Silvestre-, que fuera un juez hombre quien se enamore de una mujer y lo pierda todo...pero está claro que las mujeres nos veis venir", comenta el actor entre las risas de Watling. De hecho, cuenta que se reescribieron algunas escenas del acercamiento entre ambos porque "Leonor no se lo creía...ni para atrás".

Silvestre, que no se librará nunca de la sombra de El Duque, el personaje de la serie de televisión Sin tetas no hay paraíso que le hizo famoso, aprovecha ese físico para doblegar a Eva, con quien establece una comunicación sexual que derriba sus muros. "Yo quería trabajar con ella desde hace años. Fue un placer rodar esas escenas", afirma Silvestre mientras la actriz bromea simulando fumar un cigarrillo para mostrar que ha quedado muy satisfecha. "El tono erótico hubo que bajarlo", precisa Barroso.

"Eva busca de manera compulsiva algo que la humanice", aclara el director, "porque sabe que su vida no está del todo bien y necesita encontrar lo mejor de sí misma". De ahí el título.

El autor de Los lobos de Washington (1999) no escatima ni un plano para denunciar la corrupción judicial, los manejos de los políticos corruptos o la vulnerabilidad de una juez inexperta que acaba siendo víctima. "Pero no es una denuncia social", apunta Barroso, convencido de que "nuestra sociedad se está italianizando", sin llegar "a los niveles de México -dice-, pero casi". Para Watling, el hecho de que Eva sea juez -una metáfora del equilibrio- destaca la perturbación del personaje.