Madrid. Rafael Moneo sabía que el de ayer iba a ser un día de llamadas y felicitaciones. Cumplía 75 años, un número redondo. Lo que no sabía era que los mensajes se iban a multiplicar ni que iba a recibir un regalo tan especial. Y es que, cuando a las diez de la mañana descolgó el teléfono en su casa de Madrid no imaginaba que le llamaban desde Oviedo para comunicarle que le acababan de conceder el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, convirtiéndose en el cuarto navarro en lograr uno de estos prestigiosos galardones, después de un deportista, Miguel Induráin (1992), otro arquitecto, Francisco Javier Sáenz de Oiza (1993), y el físico Pedro Miguel Etxenike (1998).

Como había sido candidato más de una decena de veces, cuando el jurado se puso en contacto con él ayer "pensé que sería porque querían resolver alguna duda sobre alguno de los aspirantes", confesó el galardonado, que se impuso en la votación final al arquitecto japonés Toyo Ito y al compositor estonio Arvo Part. El jurado destacó ayer la arquitectura "serena y pulcra" de Rafael Moneo, un "arquitecto español de dimensión universal, cuya obra enriquece los espacios urbanos". "Maestro reconocido en el ámbito académico y profesional, Moneo deja una huella propia en cada una de sus creaciones, al tiempo que conjuga estética con funcionalidad, especialmente en los interiores diáfanos que sirven de marco impecable a las grandes obras de la cultura y del espíritu", señaló el fallo. El jurado del premio de este año estuvo presidido por José Lladó y Fernández-Urrutia, e integrado por Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, José Luis Garci Muñoz, Guillermo García-Alcalde Fernández, Enrique González Macho, Emilio Marcos Vallaure, Hans Meinke Paege, Benigno Pendás García, Benedetta Tagliabue, Amelia Valcárcel Bernaldo de Quirós, Benjamin Weil, Miguel Zugaza Miranda y José Antonio Caicoya Cores (secretario). Cada uno de los Premios Príncipe de Asturias está dotado con 50.000 euros y la escultura creada y donada por Joan Miró para estos galardones.

apuntes biográficos Siempre con una mirada cargada de modestia, Rafael Moneo (Tudela, 1937) está considerado uno de los grandes diseñadores de espacios de nuestra era, un arquitecto que usa la luz como elemento constructivo. Traduce lo sencillo de la vida en su arquitectura al crear espacios que huyen de los adornos, de las escalas sobredimensionadas y de los materiales efectistas. Siempre escucha atentamente, aunque, al final, impone su criterio, en el que solo tiene cabida la armonía que él es capaz de capturar en su personal mezcla del minimalismo, las mejores influencias de la escuela Bauhaus y la cultura occidental.

Sabedor de su buen hacer arquitectónico en España y en el exterior, Moneo ha sido siempre un líder intelectual, pero sin alardes públicos. Su carrera reúne una lista de creaciones que impresiona por número y calidad. Con especial devoción, el arquitecto se ha volcado en crear centros de arte como el Museo Thyssen, en Madrid, la ampliación del Prado, el Museo de Arte Romano de Mérida y la Fundación Pilar y Joan Miró (Mallorca), entre otros. En Navarra se han erigido varios de sus edificios y plazas. Así, se ocupó de rehabilitar el Archivo Real, en la actualidad se está contruyendo el Museo Universidad de Navarra a partir de su diseño, y está pendiente el centro cultural de Sementales en su Tudela natal.

Pero el Premio Pritzker 1996 -considerado el Nobel de la Arquitectura- se arriesgó también a estar en el punto de mira con la edificación de la Catedral de Los Ángeles y en obras civiles como el Kursaal donostiarra y otras de gran tránsito como la estación de Atocha, en Madrid. A través de sus obras, ha creado una escuela de artistas, historiadores e intelectuales que beben de su influencia profesional y personal. Al igual que en sus obras la luz y el espacio forman un todo, Moneo, que se licenció en Madrid hace cinco décadas, ha sido capaz de unir su vocación de arquitecto con la de docente, desde la escuela de arquitectura de Barcelona pasando por Nueva York, Lausanne, Princeton, Cambridge y Harvard, entre otras. En las aulas, Moneo ha incentivado a sus alumnos a que sean "hacedores de edificios" para que, una vez terminados, "tengan vida propia". Una exitosa carrera profesional que siempre ha compartido con su familia: su mujer, Belén Feduchi, y sus tres hijas, Belén, Teresa y Clara Matilde.