Cuando uno abandona cuerpo y mente a la expresión y el movimiento libres, la energía fluye. Y si además uno lo hace en grupo, la energía se multiplica y revierte de uno a otros, y de los otros hacia uno. No hay ataduras ni reglas que dicten cómo hay que hacerlo. No existen el está bien o está mal. Simplemente -aunque a veces es lo complicado- hay que ser uno mismo, y desde la propia individualidad, abrirse a la colectividad; a la convivencia entre cuerpos y movimientos diversos.
Esta es la base de la danza comunitaria, una expresión libre que nació en la Argentina de la crisis y el corralito (año 2001), y que ahora llega a Pamplona a través de DACU, el primer proyecto de este tipo que se pone en marcha aquí, con la intención de extender por esta tierra los beneficios y el disfrute que proporciona esta práctica.
La asociación sociocultural Sonríe que no es poco es la impulsora de este primer colectivo de danza comunitaria que surge en la capital navarra, de momento a modo de “laboratorio piloto” pero con vocación de tener continuidad y crecer. Diez bailarines participan en esta iniciativa pionera, con muchas inquietudes y ganas de enriquecer cuerpo y mente a través de la experiencia. DACU comenzó su actividad el pasado 6 de octubre en el espacio que Sonríe que no es poco tiene en el barrio de Etxabakoitz, donde desde entonces los participantes en el proyecto se reúnen las mañanas de los lunes para poner en práctica la danza comunitaria. A lo largo de diez sesiones de dos horas cada una, trabajan el movimiento grupal y dinámicas de improvisaciones, así como aspectos personales de una manera terapéutica. “Se busca que a través del grupo las personas crezcan, se desarrollen, se quiten miedos e inseguridades”, apunta la coreógrafa y bailarina María Arcos. Además, durante estas sesiones los participantes crean una pieza de 30 minutos de duración que se mostrará al público el próximo 19 de diciembre en Baluarte.
Pero esta muestra final no es el objetivo principal de la práctica de la danza comunitaria. “El objetivo se trabaja tanto en el proceso como en la pieza final, y consiste en encontrar en el grupo el apoyo necesario para expresar cada uno lo que llevamos dentro. Es una danza que viene desde quienes somos. No es académica ni técnica, su práctica está abierta a todo el mundo, con o sin experiencia en la danza. Por eso, otro objetivo importante del proyecto es acercar la danza a la ciudadanía, tanto desde la perspectiva de la participación como desde la perspectiva de público”, cuenta María Arcos, bailarina y coreógrafa impulsora del proyecto DACU, que coordina junto a la bailarina y arquitecta Patricia Roche y el músico y compositor Oskar Estanga, quien aporta su música en directo en las sesiones de danza -y en la pieza final-.
el origen
Argentina, 2001
Bailarines toda la vida
La danza comunitaria surge en la Argentina en crisis, a inicios de la década de 2000, como hermana del teatro comunitario, un arte y una práctica sociocultural que allá está muy extendido y consolidado. “La danza comunitaria tiene ese interés por acercar la danza a todo el mundo, y por eso surge con la característica de que se practica en espacios no convencionales para el baile, no escénicos al uso. En el caso de Argentina, se lleva a cabo en fábricas que se cerraron con el corralito y la crisis y que posteriormente fueron recuperadas por los propios trabajadores como cooperativas”, cuenta María Arcos. Ella tomó contacto por primera vez con esta práctica en Argentina en el curso 2010-2011, cuando trabajó esta forma de expresión con el colectivo argentino de danza comunitaria Bailarines toda la vida. Siguiendo la característica de la danza comunitaria, la muestra final del colectivo DACU en Baluarte se realizará en espacios no escénicos del auditorio pamplonés -exterior, acceso, hall, escaleras...-, accesibles y abiertos, acercando así esta disciplina y forma de expresión a lugares en los que habitualmente no está presente “y dando de paso otro tipo de utilidad al espacio urbano”, apunta Arcos.
La arquitectura de los propios espacios de Baluarte donde se desarrollará la pieza tendrá su peso y su valor en la manera en que se expresarán y se moverán los bailarines y bailarinas. Y es que en el proyecto DACU, danza y arquitectura se dan la mano a través del trabajo comunitario. Partiendo de conceptos básicos de arquitectura -y en concreto de la arquitectura de Baluarte- que Patricia Roche se encarga de transmitir a los participantes, se trabajan composiciones de movimiento grupal y se relaciona así el concepto espacio con la danza.
Los diez participantes en el proyecto DACU -9 mujeres y un hombre de edades comprendidas entre 25 y 40 años- componen un grupo heterogéneo en cuanto a procedencias y a sus experiencias con la danza. Comparten, eso sí, inquietudes y ganas de hacer, de crear, de ser. Y desde ese punto de encuentro se han animado a emprender algo en común. “Es gente que está experimentando con el movimiento como improvisación, como placer, como exploración. Es la comunidad de los investigadores del movimiento, no desde la profesionalidad sino desde la práctica del ocio y la cultura saludables”, reflexiona el músico Oskar Estanga, quien define como “una casualidad genial” su participación en el proyecto DACU, del que le motiva -dice- “el reto de acercarme lo más posible a la vibración que necesita el movimiento que los bailarines vayan a realizar en cada momento”. Guitarra, instrumentos diversos de percusión -djembé, hang, entre otros- y su propia voz -y la de los participantes en la actividad- ponen el ritmo a esta danza libre, en la que, comenta Oskar Estanga, “la música está más que nunca al servicio de la expresión, de la emoción y del ambiente”.
La danza comunitaria recupera el contacto y el juego, aspectos fundamentales de la vida que vamos perdiendo conforme nos hacemos adultos. Nos invita a soltarnos, a dejar atrás lastres como prejuicios, vergüenzas, inseguridades o convenciones socialmente impuestas. Y no solo con el movimiento, también con la palabra, ya que en cada sesión de trabajo los participantes hacen rondas de puesta en común e intercambio de impresiones sobre lo que han sentido con el cuerpo. Esta parte es casi tan importante como la de la danza en sí, porque ayuda a que ésta se desarrolle y evolucione de una manera u otra. “En Pamplona todavía es un reto entender la danza como danza libre, pero poco a poco se va avanzando en este sentido”, dicen Oskar Estanga y María Arcos. DACU es un gran paso hacia adelante. La semilla está plantada.