pamplona - Aferrado a la imaginación y al duro trabajo previo, Anthony Blake es un maestro del mentalismo y la ilusión, de la magia, al fin y al cabo. Es su pasión y su vida.

Mentalismo... ¿es magia, es ilusión, es engaño, es credulidad...?

-Es magia, es ilusión y es una interpretación para conseguir la credulidad, pero la credulidad en algo imposible, como es la magia en sí misma. El mago es un ilusionista, crea ilusiones, yo soy un creador de espejismos, si lo quieres decir así.

Por lo tanto, Anthony Blake es un mago.

-Evidentemente, sin lugar a dudas. Yo no tengo poderes paranormales, nada de lo que hago es sobrenatural. Lo que sucede es que está hecho dentro de una especialidad tan peculiar como lo es la magia de la mente o el mentalismo; lo que significa que tienes que ser más fino en todos tus movimientos. Y no tiene nada que ver con las historias que cuentan los magos tradicionales

Y, ¿cuánto tiene de verdad el mentalismo?

-La parte de verdad que puede tener el mentalismo es que durante años te pasas observando a la gente y desarrollas una habilidad para ver lo que las personas te cuentan con el cuerpo. Y si te interesa, lees y estudias más hasta el punto de que te das cuenta de que hablamos mucho más con el cuerpo con el resto. La intuición no es una capacidad paranormal de la mente humana, ¡no! La escuela pitagórica era intuitiva, por lo tanto, estamos hablando de una capacidad natural de la mente.

¿Juega con la manipulación?

-Con la manipulación piscológica, evidentemente. Los seres humanos somos tremendamente transparente. Y eso es a lo que yo me dedico, a observar todo eso y meterlo dentro de un historia en la que ocurren cosas... Y acabarás preguntándote cómo coño puede saber este tío el número de mi tarjeta de crédito, o que yo tenía un tío que vivía en La Habana y que tuvo seis hijos, o que un profesor que tuve en el colegio se llamaba don Robustiano, cuando es algo que ni siquiera tu mujer conoce... Ese es el juego al que yo juego, llevándolo todo al terreno de lo teóricamente paranormal, pero sabiendo que lo paranormal no existe.

Teniendo en cuenta que no hay dos espectadores que respondan de la misma manera a un truco, o a un estímulo, ¿el espectáculo cuenta con múltiples variantes y finales, al igual que aquellos libros de Elige tu propia aventura?

-Absolutamente. El espectáculo que yo presento en Pamplona son noventa minutos que dependen al 100% de público; si yo no tengo espectadores, no puedo trabajar. Por lo tanto, eso conlleva que, en función de cómo reaccionen a los 10 primeros minutos del espectáculo, que giran en torno a una cápsula permanente en la que toco tres o cuatro temas diferentes, dirija el espectáculo hacia un sitio u otro. Para que se entienda, a mí me gusta mucho el jazz. Bien, pues esto sería parecido a un concierto de jazz, con un músico principal al que se le van sumando diferentes amigos que reinterpretan lo que él compuso en un momento determinado... El espectador me marca el ritmo y yo voy colocando los diferentes instrumentos de la historia.

Las distancias cortas, que es donde mejor se maneja Anthony Blake, ¿son necesarias para que todo resulte más creíble o simplemente forman parte del espectáculo?

-Son necesarias, y en la perfección estriba que sean más creíbles. Cuanto más pulido está todo, mayor capacidad de síntesis tienes. En este sentido, como en todas las profesiones, yo tengo imitadores. Bien, pues yo siempre he dicho que bienaventurados serán los que me imitan porque de ellos serán mis defectos. Es decir, el que me copia, copia el efecto final, pero no se ha encontrado en las 98 horas anteriores en las que yo estuve ensayando y probando, y en las que me han salido todas las posibilidades habidas y por haber de accidentes que puedan ocurrir. Porque solo tras todas esas horas es cuando sale al público.

¿Qué papel juega la improvisación?

-Es permanente porque yo tengo que estar alerta, no solo de lo que hace el público sino de por dónde tengo que salir yo... Y no puedo perder demasiado tiempo en pensar por dónde tengo que salir, debe ser un espectáculo evolutivo completamente.

¿Es necesario tener cierta predisposición para ver del espectáculo o aquellos que van a la cazada también lo disfrutan?

-El que va a la cazada lo va a pasar mal porque no se va enterar de ni una. Por eso hablamos de muchos ensayos, horas, dedicación y pasión. Hay que ensayar mucho; yo uso las manos como cualquier prestidigitador, solo que tengo que ser mucho más fino, mis gestos deben ser normales. La base del éxito está en la perfección y en relación directa con el disfrute. Yo soy tan escéptico como el que más, y si no lo fuera, no podría estar haciendo lo que hago. Si eres escéptico, bienvenido, disfrútalo como cuando vas al cine y lloras; tus lágrimas no son mentira pero sí la historia que estás viendo. Yo te propongo exactamente lo mismo, como si yo saliera de una película en 3D para tocarte, mirarte a los ojos y decirte en qué estás pensando.

¿Qué hay más allá de la imaginación?

-La vida. En estos momentos, sin imaginación es imposible poder vivir. Y tenemos una prueba clarísima de ello en la situación económica que estamos sufriendo. Sin imaginación nos hubiéramos ido al mismísimo carajo. Cuando utilizas la imaginación de una manera perfecta, adecuada y estupenda, todo lo que estás haciendo alrededor funciona mejor. La imaginación es pasión. Estamos hablando de algo que desde que soy chiquillo me apasionó hasta que profesionalmente me lancé a ello, y flipé; hasta el punto de que no quise saber nada más de la medicina. Llegué a un pacto con mi madre, a pesar de que me decía que estaba loco, y me lancé porque estaba mi vida en juego. Y eso que yo pertenecía a una familia conservadora y lo que se esperaba de mí es que fuera médico; bueno, pero yo elegí otra forma distinta de vivir. De hecho, el día que decidí que iba a ser mago fue el más importante de mi vida, al margen del nacimiento de mis hijos.

En el fondo, ¿todo esto no se trata de volver a ser niños?

¡Claro! El niño de dos años se fascina y flipa cuando le ve desaparecer un dedo al mago. A partir de ahí, a todos nos pueden dar un toque de ilusión hasta el punto de que puedo decir: yo lo imaginé, y lo conseguí; di tú lo imaginas, puede ser que lo consigas. Y de esta forma, yo te doy tres horas de desconexión total, porque además de los noventa minutos que dura el espectáculo es muy probable que los 90 siguientes también los pases hablando del mismo e intentando descifrar como aquel tío sabía que yo estaba pensando en Lenin. Es una desconexión desde la imaginación.

Más allá de la imaginación. Una cámara negra, una mesa y un taburete, una luz discreta y mucha imaginación son los elementos que acompañarán a Anthony Blake en la puesta en escena de su espectáculo en Pamplona. Este mago de las ilusiones mentales, Premio Dunninger de la Psyshic Entretainers Association como Mejor Mentalista del año 2003, ha llevado Más allá de la imaginación a más de 50.000 espectadores en actuaciones en más de 100 teatros por todo el país.