pamplona - Leire, una joven ingenua sin más preocupaciones que tomar el sol, cuadrar sus turnos en el bar y ligar. Mehdi, argelino con residencia temporal en Pamplona que calla más de lo que cuenta. Y Peio, anciano con un pasado tormentoso marcado por tres guerras, la civil, que le pilló en Pamplona con la resaca de los Sanfermines; la 2ª Guerra Mundial, enrolado en la Legión Francesa, y la de Argelia durante la descolonización. Son los tres protagonistas de Orán ya no te quiere, la nueva novela de Carlos Erice, que con este trabajo inaugura la colección Criminal de Traspiés.
Sin duda, que una editorial te busque no es nada fácil. Lo habitual es que los escritores gasten sus nudillos tocando decenas de puertas. Por eso, Erice exhibe satisfacción por haber sido elegido primer autor de una nueva serie. “Supongo que poco a poco voy creciendo y haciéndome un nombre”, dice, aunque también siente “responsabilidad”, claro. Como ya es habitual y casi sello de identidad, Erice vuelve a echar mano del colonialismo. “El tema de las guerras coloniales me interesa mucho, ya lo he tratado en mi novelas anteriores -Beautiful Rhodesia y La granja de Perla-, aunque esta vez he situado la historia más cerca”. Concretamene en Orán, centro de la antigua Argelia francesa, donde hasta los años 60 del pasado siglo vivieron muchos exiliados españoles. Como Peio Aranguren, el abuelo de Leire, un hombre “con el culo pelao” inspirado “levemente” en la figura del comunista navarro Jesús Monzón, que huyó del golpe franquista y acabó refugiado en la colonia gala.
En la novela, Aranguren vive sus últimos años ingresado en la Casa Misericordia de Pamplona, adonde va a verle su nieta. Y es en esas visitas donde el hombre va desvelando episodios ocultos de un pasado atravesado por la violencia y la fuga constante. “Hubo gente que pasó muchos años de su vida huyendo. Muchos españoles fueron internados en campos de concentración cuando escaparon del levantamiento franquista y Francia les obligó a trabajar en condiciones infrahumanas en proyectos faraónicos como el ferrocarril entre Argelia y Níger. Y muchos murieron en el intento”, comenta Erice, que añade: “Ahora que vemos llegar a miles de sirios escapando de la guerra, convendría hacer un ejercicio de memoria”. Y es que, uno de los asuntos que más preocupa al escritor es la “falta de empatía” que percibe en general en una sociedad de individuos casi siempre incapaces de ponerse en el lugar del otro. “A veces rechazamos a alguien solo porque tiene otro color, es de otro sexo o piensa diferente, cuando los sentimientos que todos tenemos por nuestras familias o amigos son idénticos”. Esas brechas en demasiadas ocasiones “han dado lugar a conflictos más graves”, casos de las guerras que plasma, pero también “de otros que aquí hemos vivido de primera mano”.
la estructura, un reto Además de Peio, Leire ocupa un lugar importante en la trama, aunque seguramente no lo sabe. Es un personaje fresco, joven y con su toque superficial, que, sin embargo, “ha sabido buscarse la vida y valerse por sí misma mientras que, como ella dice, sus amigos licenciados han tenido que irse a Londres a hacer hamburguesas”. En cierto modo, encarna a una generación sumida en la crisis. Y luego está Mehdi, “con su visión y su misión”. “Me gusta mucho este tipo, es musulmán, pero no demasiado creyente, y le gusta el heavy”, indica el autor, que no quiere contar mucho más de este personaje para no destripar un desenlace sin duda sorprendente.
Gran parte de la narración discurre por las calles, bares y hasta librerías de la Pamplona actual, descritas con gran detalle, pero también de la de hace 80 años. “Me apetecía mucho ubicar una historia negra en mi ciudad”, apunta Erice, que insiste en que no se trata de un relato de tiros, asesinatos ni nada de eso, sino más bien de una “trama psicológica”. Conseguir ese ritmo ha sido una de las claves de esta andadura literaria para la que el autor ha optado por una estructura de saltos de espacio y tiempo, “relacionados en cada momento con lo que se está contando”, y por el uso de distintas personas, como la tercera en la que Leire escribe su diario, o la segunda, “que me permite meterme mejor en la cabeza de los personajes”. “La verdad es que me he divertido mucho escribiendo esta novela”, confiesa.