Está claro que el fútbol va a ser la llave para que Movistar consiga entrar en la mayoría de las casas. Y eso que según parece ya está en una de cada cinco. Ahora le queda el resto. El problema es que esos otros hogares no pueden permitírselo. Mirando los datos de 2015, el crecimiento de estas cadenas de pago vinculadas casi todas a la telefonía tenía crecimientos superiores al 10% cada trimestre. A este ritmo se podría decir que en un par de años el 90% de los hogares contaría con alguna televisión de pago. Pero esta progresión no es aritmética. Ahora viene el juego de los precios. Hasta enero la gente ha contratado televisión de pago porque hay una guerra de tarifas que había bajado el precio de los servicios. Movistar se ha hecho con la Champions al comprar a Mediapro Bein Sports (por la que ha pagado la friolera de 2.400 millones), además de la Liga y la Copa del Rey. Y parece que está dispuesta a hacer caja. Ya ha subido casi todos los paquetes, por lo que lo más fácil es que en vez de ganar espectadores acabe perdiendo alguno. Por la experiencia de Canal + se sabe que el número de abonados es limitado. En una sociedad en la que se han instalado y generalizado los sueldos basura, ver fútbol será una elección de los privilegiados. Puede que definitivamente muchos espectadores aborrezcan el fútbol porque eso les convertirá en seres con más poder adquisitivo para otras aficiones. Movistar+ se ha quedado la exclusiva del fútbol hasta 2019 y es posible que para ese año el tirón del fútbol haya caído en picado si no controlan los precios. Esta forma de monopolio de la gallina de los huevos de oro de la televisión puede acabar en cambio. Hay otros mundos por descubrir además del planeta balompédico y hacia ellos dirigirán sus naves los grupos audiovisuales que se han quedado fuera del privilegio del fútbol. ¿Y si estamos ante una nueva etapa en la que se pondrá de moda que los espectadores sientan como desfasado ver el fútbol en televisión?
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