pamplona - Quique González lleva desde el miércoles en Pamplona realizando los últimos ensayos antes de poner de largo su último disco, Me mata si me necesitas. Ayer, el músico tuvo la deferencia de robarse unos minutos para responder a las preguntas de DIARIO DE NOTICIAS, todavía afectado por la noticia de que su guitarrista y violinista, Edu Ortega, no podrá estar con ellos en el arranque de la gira.

¿Qué siente un músico a escasas horas de presentar por primera vez en directo a su último retoño?

-Tienes un poco de mezcla entre máxima ilusión, responsabilidad, mucha emoción, tensión... Los conciertos son una celebración, el trabajo duro es llegar hasta este momento antes de presentar. También temor porque este es un oficio en el que tienes que tirar para delante continuamente, es una ginkana.

Este disco ha sido su terapia para gestionar el dolor de la pérdida pero, sin embargo, Quique está, o al menos se presenta, más luminoso que en trabajos anteriores, lo que no quiere decir que el álbum no sea duro, pero sí que ha vestido esa tristeza con una cara más animada...

-No sé si la palabra es animada pero a nosotros también nos ha dado esa sensación, de que es un disco con más luz, pese a estar escritas las canciones en una temporada dura... También es cierto que compones canciones para pasar página; no sirven para resolver problemas, porque no sanan, pero consuelan y alivian. Es una sensación generalizada que este álbum es más vitalista, y creo que eso tiene que ver con el hecho de que, aunque como dices es un disco duro, no se recrea tanto en la pérdida, o al menos de la forma en la que lo he hecho en otros discos.

Una de las grandezas de este Me mata si me necesitas, lo que lo hace redondo, es que en solo diez canciones refleja las emociones de una pequeña vida que pasa de la tragedia a la felicidad, del amor a la ruptura, a la amistad...

-Una de las cosas por las que nos gusta este disco a los que lo hemos hecho es eso precisamente, que se percibe vida, ya no solo en las letras, también en la interpretación de los músicos: están tocando para lo que se está diciendo, que parece algo obvio pero no lo es. Con su implicación y camaradería, con su forma de tocar y la relación que tenemos subrayan esa sensación de vida. Por ejemplo, cuando grababa en Nashville, para ellos era súper importante hablarles de las letras, darles una idea general, porque los músicos necesitan esa información para tocar más fuerte o menos, o buscar un sonido u otro.

Ricky Falkner (Zahara, Iván Ferreiro...) se ha convertido de un tiempo a esta parte en uno de los productores de referencia, idolatrado por el indie pero que también se ha atrevido con Berri Txarrak. ¿Por qué lo eligió Quique y por qué en esta ocasión se ha quedado en casa y no ha viajado a Nashville?

-Me encanta Berri Txarrak. Y, al parecer, sus fans dicen que el mejor de los tres EP que conforman su último trabajo es de Ricky, y yo me lo creo. La razón de que esta vez me quedara a grabar aquí viene de la gira anterior. Creo que teníamos algo especial entre nosotros, hasta el punto de que decidí probar y grabar un par de canciones con ellos para ver si eso que teníamos en directo se trasladaba al estudio. Conocí a Ricky, y desde fuera me gustaba mucho cómo trabajaba con gente sin hacerles perder su identidad y su estilo, sin llevarles a un sitio incómodo para ellos. Así que quise probar con Ricky y con la banda, y nos fuimos a Barcelona a grabar Clase media y El día de año nuevo; y allí vimos todos que hacíamos un buen equipo, que al final es de lo que se trata. Así que decidí grabar el disco con ellos.

¿Estrellarse en la precaución es lo peor que le puede pasar a un tema?

-Lo peor que le puede pasar a una canción es que nazca muerta.

“Papa, la casa huele a mama” (La casa de mis padres). ¿No hay nada como la mirada de una niña para un estribillo sencillo y directo, que me recuerda a lo que le sucedió a Pereza con aquel Rum rum hace mi moto?

-Casualmente, algunas de mis frases favoritas del disco no son mías. Esta es una frase de un niña que en aquel momento tendría cuatro años, que es la hija de un amigo, casi mi sobrina. Y se la dijo a su padre un día al entrar en casa; y yo me quedé enganchado a esas palabras porque es muy difícil encontrar una frase tan sencilla y que tenga tanta vida. Y ya si lo dice una niña de cuatro años, cobra otra dimensión... Además, es una frase que suena a puro blues; a blues bien traducido al castellano; y digo esto sin querer ser pretencioso, porque ni siquiera es mía la frase. La casa de mis padres fue la última canción que escribí para este disco, y cuando empecé con ella me vino a la cabeza esa frase de la hija de mi amigo y fue providencial. Y, por cierto, curiosamente, la frase de la canción de Pereza la dijo también una hija de un amigo mío.

Décimo disco, diez canciones, ¿premeditado, algo supersticioso, detallista...?

-No soy supersticioso pero me gusta jugar con los números en los discos. Avería y Redención #7 se tituló así porque era el disco número 7; Delantera mítica eran once canciones precisamente por el título; y nunca había hecho un disco de diez canciones. Me he arrepentido de algunos que he hecho de 14 o 17 por lo que te decían antes, porque hay algunas canciones que nacen muertas... o porque conforme tienes más experiencia te das cuenta de que la podías haber terminado mejor o, simplemente, que ya no estás contento con la letra o porque no aguantan el paso del tiempo.

Me ha sorprendido su comentario sobre el nacimiento de la canción Cerdeña, en el sentido de que afirma que parte de ese momento en el que sientes que el amor está a punto de atropellarte, cuando, habitualmente, uno no se da cuenta de estas cosas hasta que el camión ya te ha pasado por encima.

-Es una buena apreciación, pero... sabes ese momento cuando notas que está empezando a pasar algo de verdad... hay una magia que no puedes coger y que después de ese momento... lo vas a comercializar, en el sentido de que va a haber una dependencia emocional que nada tiene que ver con ese momento en el que te estás empezando a enamorar de alguien.

Todas las Charos del mundo deberían estar agradecidas por la canción que lleva su nombre, pero no sé cómo sonará en directo sin su partener en el disco, la cantante Carolina, del grupo Morgan.

-Ya, a nosotros nos pasa lo mismo. Hemos hecho un arreglo a dos voces, con coros, haciendo la voz femenina, supuesta, de Charo; por lo menos para poder tocarla en directo. Anoche pensé que en los conciertos estaría bien que las chicas canten la parte de Carolina; los chicos pueden cantar mi parte (risas). Seguro que Nina vendrá a algunos conciertos... es muy difícil de sustituir, es una chica entre un millón.

Precisamente, el pasado lunes la interpretaron en directo en Late Motiv, el programa de Buenafuente. ¡Por fin un programa de televisión con música en directo!

-¡Ya lo creo! Además, es de los sitios en que mejor te tratan. A Andreu le gusta mucho la música y es una apuesta personal suya, no creo que los directivos de las cadenas apuesten por la música en directo.

¿Se estrechan en el corazón es el ejemplo perfecto de cómo transformar un sentimiento oscuro, del que parte, en una canción positiva?

-En general, el disco es un poco eso. De hecho, el otro día se me ocurrieron otras tres frases para terminar la canción, y las estamos haciendo en directo. “Viste cómo entraban en el restaurante, viste cómo duermen en los hospitales, viste que pensaba... debería dejar de llamar”. Y me gusta porque esta canción viene de un momento duro que, finalmente, se ha convertido en una canción ligera y feliz. Suena como vitalista y optimista.

Una interpretación de los hechos es el libro que, escrito por Juanjo Ordás, ha editado Efe Eme sobre su obra musical. ¿Qué siente un músico al ver diseccionadas sus canciones y por ende, a sí mismo?

-Es un orgullo porque es una forma de valorar tu obra, además de todo el trabajo que se habrá pegado Juanjo Ordás o Chema Domenech, que ha escrito el libro sobre Salitre (Salitre 48. Quique González en el disparadero). Me siento muy honrado de que a alguien le parezca que lo que he hecho es lo suficientemente importante como para dedicarle tiempo y escribir un libro, con lo que cuesta, las horas que hay que echarle y lo difícil que es escribir sobre algo bien. Para mí es un premio en sí mismo.

“Madurar debería ser un juego de niños”, apunta en No es lo que habíamos hablado. Es una de las mejores frases del disco, pero no sé si se refiere a ella como una utopía, un sueño...

-En el documental sobre Keith Richards decía el propio Keith que pensaba que nunca se llega a madurar. Pero sí, supongo que jugamos con nuestra parte del niño que ya no somos pero que, de vez en cuando, asoma en cosas, en detalles, en miedos al compromiso de cualquier tipo, en romanticismos inventados...

El jueves ensayó con El Drogas, ya que Quique González participará en el concierto del día 2 de julio en la Ciudadela. La verdad es que, al margen de estilos, uno ve ciertas similitudes en la forma de vivir el rock ambos, inquietos hasta la saciedad, siempre pensando en nuevos formatos, nuevas aventuras.

-Solo que me llame Drogas para cantar en su concierto es un privilegio, es un honor. Y me gusta mucho que veas similitudes con cosas suyas... Es un jefazo de verdad, ha abierto camino para mucha gente cuando no había absolutamente nada. Y es conmovedor su amor por este oficio, sus ganas de pelear, la ilusión que mantiene por las canciones, que es algo de lo que te das cuenta desde el momento en el que coge la guitarra y está en el local al lado tuyo. Es una suerte, un regalo que me haya invitado a cantar con él.

¿Qué siente un compositor que acaba de escupir, aunque no sé si escupir es la palabra adecuada, una nueva colección de canciones al ser consciente de que cuenta con un bagaje anterior que pertenece a la cultura popular?

-Es un disco muy escupido, sí. No sé, las canciones son de la gente. Desde el momento en el que editas un disco o empiezas a tocarlas en un bar, ya pertenecen a la gente, aunque en los créditos ponga que son tuyas. Yo entiendo la música y las canciones como un instrumento o vehículo de comunicación, es una forma de explicarme ante los demás o de contar cosas que no puedo relatar de otra forma. Me encantaría saber hacer películas o escribir lo suficientemente bien como para hacer un libro, pero creo que el mundo que manejo, en el que me siento cómodo, es en el de las canciones. Y si esas canciones llegan a la gente, y acaban siendo cultura popular, es como llegarás a donde querías llegar.

Recorrido. Han pasado tres años desde que viera la luz el anterior álbum de Quique González, Delantera Mítica, con el que entró Nº1 en la lista de ventas, ocupó la portada de Ruta66 y fue elegido mejor disco de 2013 para los lectores de la revista Rolling Stone. Durante estos últimos años, además de recorrer las salas de todos los rincones de España y presentar el disco en Buenos Aires, Ciudad de México, Londres y Nueva York, Quique ha grabado una nueva colección de canciones a la que ha denominado Me mata si me necesitas.

Grabación. Hay que buscar el punto de partida de la grabación de Me mata si me necesitas en Clase media, canción que Quique González decide grabar en los estudios Blind Records de Barcelona en 2014 bajo la producción de Ricky Falkner. El madrileño queda tan contento del resultado que se emplaza a repetir equipo en su próximo trabajo. Prepara el álbum en unas sesiones en su casa de Villacarriedo (Cantabria) y con el grupo que le lleva acompañando desde la gira de Delantera Mítica, Quique se encierra en La Casamurada de Tarragona para grabar las diez canciones que ha compuesto, junto a César Pop, para su nuevo trabajo. Eduardo Ortega (guitarras, violín, mandolina, coros), Eduardo Olmedo (batería), José María Pepo López (guitarras) y Alejandro Climent Boli (piano, Hammond), a los que se unen las colaboraciones puntuales de Santos Berrocal (percusión), Joan López (Congas) César Pop (piano, acordeón), Caroline Morgan (voz) y el propio Falkner (piano, Hammond, bajo, coros), dieron forma los temas.