El viernes vi la grabación de un superviviente de los atentados que hizo de sus compañeros encerrados en el bar de Orlando. La mitad de quienes aparecían en la imagen resultaron asesinados. Se sabe que el asesino de Orlando hizo varios paréntesis en la matanza para entrar en Facebook y saber si ya se estaba hablando de él. Es posible que su único objetivo fuera sobrevivir los suficiente para tener unos segundos de gloria. Da miedo pensar cuántas personas pueden estar planeando algo similar con el fin de conseguir seguimiento e incluso el aplauso de los suyos. Quienes quiera que sean los suyos. Es lo que nos ha traído esta evolución hacia la hiperconectividad. Uno no puede aguantarse las ganas de mirar el guasap así esté haciendo el amor o la guerra. O ambas cosas. Veo el anuncio de promoción de Telecinco en el que una afición española muy educada acude al campo. Ridículo deseo que no es real. La realidad es otra. A veces, el fútbol es la excusa para la violencia. Las peleas de hinchas en los prolegómenos de los partidos son grotescas, como grotescas las hileras de policías custodiando a las aficiones para que no se agredan. En una sociedad que tenía buena parte de sus habitantes a salvo de la xenofobia, la Eurocopa se está sirviendo para todo lo contrario. El enfrentamiento les viene bien a algunos para crear y hacer crecer las diferencias. No está claro qué recorrido les queda a la xenofobia y al racismo. Me temo que tienen un largo periodo de evolución política vinculada al protagonismo en las redes sociales. Hasta ahora conocíamos el mundo por lo que lográbamos entender a través de la tele y del resto de los medios de comunicación. Ha llegado el día en el que millones de personas ya no quieren saber cómo es el mundo. El mundo son ellos mismos, agrediendo a sus enemigos en tiempo real y además siendo protagonistas en Facebook.
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