juanjo Mena (Gasteiz, 1965) se encuentra en uno de sus mejores momentos. Es director de la Orquesta de la BBC y acaba de dirigir por primera vez a la Filármonica de Berlín, un sueño para los profesionales de la música y que él ha disfrutado con pasión, la misma que imprime a golpe de batuta a cada uno de los conciertos que dirige.
“Es posible que todos los directores queramos dirigirla alguna vez. Quizá se convierte en un sueño por lo que representa esa orquesta. Se puede hacer buena música con muchísimas orquestas del mundo, hay un altísimo nivel en términos generales, pero cuando tocas ese nombre es como si tocaras el cielo y estuvieras en el paraíso”, señala el director vasco.
Es un hombre directo y reflexivo que a lo largo de la entrevista nombra a personas que han formado parte de su vida personal y profesional. A la hora de relatar su trayectoria abre un apartado especial a la familia, primero a sus padres: “Valoro la disciplina, el rigor y el respeto que me inculcó mi padre y la creatividad, la energía y la viveza que me transmitió la estellica que era mi madre”.
su campamento base Su vida es un viaje continuo, pero cuando acampa en Legutiano, el rincón alavés donde tiene su casa, disfruta de la vida en familia y su tiempo está solo a disposición de su mujer y sus dos hijos, Alain de 14 años y Clara, de 10. “Mi mujer y mis hijos son parte importante de lo que yo hago, están conmigo y vienen muchas veces a escucharme a conciertos; a vivenciar parte de lo que yo hago. Mi familia es esencial en mi vida y en la música que yo hago”.
Sonríe cuando le viene a la cabeza el retorno de sus viajes, la aproximación a su casa, los parajes conocidos que van apareciendo según va conduciendo: “Estar con ellos es necesario, fundamental e importante. Me he perdido muchas cosas al estar fuera, pero cuando llego a casa soy todo para ellos. Llegas y disfrutas, plantas zanahorias o tomates en el huerto porque ya es el tiempo de empezar a hacerlo”. Se ríe cuando se le pregunta si tiene alma de hortelano, niega con la cabeza: “Lo hago para disfrutar, estoy con los míos, lo hago para relajarme”, dice rotundo.
Hace dos semanas ha dirigido dos conciertos, en Cataluña y Euskadi, con una orquesta compuesta por jóvenes músicos de los conservatorios. En esta ocasión, le ha acompañado su hijo Alain: “Es un adolescente fantástico, toca el clarinete y le gusta mucho la música. Ha estado viendo los ensayos y lo que su padre dice a las orquestas. Ha formado parte de la vida de su padre estos días y para mí ha sido muy importante”. De la pequeña Clara dice que es una terrible maravilla: “Es violinista y tiene muy buenas maneras vocales”.
En 2017 se cumplirán veinte años de la fundación de la Joven Orquesta de Euskadi (EGO).
Casi veinte años de la ego Juanjo Mena fue el alma mater de aquel proyecto: “Es que yo soy el producto de muchas orquestas, el producto de tantas cosas que me dieron los jóvenes de la EGO. Fue un proyecto muy bonito, que continúa y que da salida a muchos jóvenes. El proyecto de la ELLO, los jóvenes de los conservatorios, es también apasionante, también ellos necesitan información desde ahora. Soy muy feliz de todo lo que he hecho hasta ahora”.
Es crítico con la situación de la música en Euskal Herria, pero es un crítico con esperanzas: “Si es con respecto a lo que yo viví, Euskal Herria es un país que cantaba, un país que valoraba el canto y la música; ahora hay gente que lo hace, pero de manera individual. Antes había un apoyo desde las instituciones, recuerdo cuando hicimos las federaciones de coros, el proyecto de Anoeta, con dos mil niños”, asevera con rotundidad.
“Ahora parece que primamos las Q de calidad con las matemáticas, los ordenadores; vas a los restaurantes y la visión es muy triste, cada uno con sus teléfonos móviles y todo el mundo está aislado. Esta es la triste realidad, pero mientras esto no cambie, así seguiremos”, reflexiona haciendo un breve recorrido por la actual educación que parece relegar la cultura y las humanidades.
“Los coros sobreviven como pueden, las escuelas de música están dejadas de la mano de Dios, no tienen un apoyo económico correcto. Es muy difícil la estructura que hay ahora. Yo soy de la vieja escuela, de los viejos conservatorios y creo que antes se hacían muchas cosas mejor”, señala con cierto toque dolido en el tono de voz.
influencias vitales No podríamos hablar con Mena y disfrutar de su música si en su vida escolar no se hubiera cruzado Antxon Lete: “Él es fundamental en mi música. Lo que habría que pensar es en cómo se está transformando la educación, la sociedad; Lete en un colegio ahora es algo impensable, es impensable en alguien que dedique su vida y sus conocimientos de forma altruista a enseñar a cantar a unos niños. Fue alguien que no solo enseñó a cantar, enseñó a los niños a convivir en grupo, a tener una relación social, poder salir a un escenario, poder vivir experiencias en concursos, en intercambios; creó cultura; cultura de y para la sociedad”.
En la conversación no se olvida de otros nombres: “Carmelo Bernaola es una persona muy importante en mi vida porque de él aprendí las verdades. También me acuerdo de Antton Zubikarai, que tristemente también nos ha dejado. Son muy importantes para mí en estos momentos Iñaki Lagos, violinista, y Juama Ibarra, clavecinista; son los que están haciendo posible el proyecto de la ELLO”. Antes de afrontar los nuevos proyectos que traerá el otoño, se dispone a afrontar las vacaciones de verano en Zahara de los Atunes (Cádiz): “Son días exclusivos para mi mujer y mis hijos. Días para desconectar”, concluye.
una vida feliz a golpe de batuta
Tocando el cielo. “Soy feliz haciendo música. He estado una semana rodeado de jovenes estudiantes de conservatorio y ha sido maravilloso. Me gusta hacer una música en la que pueda seguir investigando, seguir trabajando de forma apasionada en la creatividad. Creo que puedo hacer un balance positivo de estos años profesionales, pero si hablamos de balances, los mejores 25 años están por llegar”. Mena recuerda los comienzos como director de una coral que estaba compuesta por cien niñas con edades comprendidas entre los 8 y los 14, él tenía 16: “Aprendí lo que no estaba escrito, me enseñaron muchas cosas”.