Concierto de Anari y Christina Rosenvinge
Fecha: Lunes 26 de diciembre de 2016. Lugar: Sala de Cámara del Baluarte. Incidencias: Concierto enmarcado dentro del Festival Santas Pascuas. Más de media entrada. Público atento que disfrutó con las dos actuaciones.
Cambio de tercio. El festival Santas Pascuas se traslada a la Sala de Cámara del Auditorio Baluarte. El ambiente es más recogido y ordenado, el público espera formal en sus butacas. Sin duda, es un buen lugar para recibir el vendaval de intensidades y emociones que está por venir. El cartel del 26 está compartido por Anari Alberdi y Christina Rosenvinge. Para el que esto escribe, es un lujo poder escuchar y ver a la primera de ellas a un cuarto de hora del portal de tu casa. La segunda se revela como una incógnita. La curiosidad es grande.
Anari Alberdi (voz y guitarra) da el pistoletazo de salida respaldada por su súper banda, compuesta por Mikel Abrego (batería), Mariano Hurtado (teclados, melódica, guitarra...), Drake (bajo) y Ander Mujika (guitarra). Divide su actuación en dos bloques más o menos definidos. En el primero toca las seis canciones que componen su último trabajo, Epilogo bat (2016), que es el epílogo de su disco largo Zure aurrekari penalak (2015), alrededor del cual orbita el segundo bloque. Aunque la primera sorpresa nos la llevamos en la intro Agur Jesusen ama cuando vemos al pamplonés Hedoi Etxarte tocando el violín. A partir de este momento nos introducimos en los mundos abisales de Anari, en sus metáforas y juegos de palabras que hablan de las relaciones personales en un marco de dolor y desazón. El daño y el sufrimiento salen de su garganta con cierto temblor, y la banda despliega un sonidazo que pa qué, intenso y profundo como las letras de la azkoitiarra. En la canción Autodefinitua vemos a Mikel tocando con escobillas, a Hedoi el violín. ¡Buf! Después llegan, entre otras, Ametsen eraiste neurtua, Arquimedes, Orfidentalak y Oreinak y, para acabar, ya en el tiempo de descuento, regalazo al canto: una versión en euskera del tema The Ship Song de Nick Cave. Aquello acaba con una merecida ovación. Gracias Santas Pascuas, por traernos a Anari.
Después de lo visto y escuchado, nos lamemos las heridas mientras esperamos a Christina Rosenvinge. Viene respaldada por una banda que enseguida se va a revelar muy consistente. Edu Ugarte, que está sentado en la butaca de al lado, nos chiva el nombre de los músicos: Juan Diego Gosálvez (batería), Emilio Sáiz (guitarra) y David T. Ginzo (teclados y bajo). Tocan en grupos como Maga, Tokyo Sex Destruction o Russian Red. La madrileña arrancan con Alguien tendrá la culpa. Mientras que Anari ha dado en la diana de nuestras almas, Christina nos adentra por sonoridades más eclécticas y temáticas más variadas. Retrata paisajes aparentemente frágiles o musicalmente algo sombríos. Para ello se hace ayudar por una banda de rock y capas de electrónica. Hay ruidosas explosiones de guitarra y tormentas eléctricas. Es difícil de catalogar. Todo nos sorprende para bien. El sonido es bueno y percibimos fuerza, aunque en algunos pasajes el bombo no parece ir del todo acorde con esa nitidez sonora.
Christina tiene palabras de elogio para con Anari: “Estoy extasiada con su concierto. Sólo con haberla visto tocar ha merecido la pena el viaje”. Su álbum titulado Lo nuestro (2015) es la espina dorsal del repertorio y de éste toca unos cuantos temas: el ya citado Alguien tendrá la culpa, La muy puta, Romeo y los demás, La absoluta nada, La tejedora o Lo que falta. La madrileña habla del tiempo, de la nada como origen e, incluso, escuchamos algo de crítica social. En la parte de los bises nos ofrece Tú por mí, una canción que escribió de muy joven a su compañera de piso y con la que, explica Christina, “empezó todo”. 1000 pedazos es la última en sonar. Como las demás, es seguida con atención por un público que aplaude con profusión. Christina Rosenvinge se hace querer y nos convence con un concierto en el que prevalece la pegada eléctrica.
Epílogo: Salimos del Baluarte con esa sensación de haber estado donde había que estar. El festival Santas Pascuas nos ha dado la oportunidad de disfrutar de éste y de otros conciertos muy interesantes. Esperemos que esta experiencia tenga continuidad en el tiempo. Hay criterio, pero además necesitamos cosas así en una ciudad con tanta afición por la música como es Iruña.