hacia la una y media de la madrugada del pasado martes, Amaia Romero, tierna concursante de Operación Triunfo, se coronó reina del show talent más afamado de las hispanas teles. En medio de un mar de nervios por el proceso de descalificación de candidatos hasta quedar la mejor concursante del ciclo, con el añadido final del gravísimo fallo técnico que impidió a David Bisbal cerrar las actuaciones de la noche, y que el arista resolvió con seguridad y acierto cantando a capela con concursantes y numeroso público en el plató en un ejercicio improvisado y natural; momento de oro que Amaia recordará durante toda su vida que se le augura plena de éxitos como cantante construida en el ejercicio diario del conservatorio. El triunfo de esta Dulcinea del Arga está asentado no sólo en su prodigiosa y expresiva voz, capaz de cabalgar de un estilo a otro, con una sonoridad envolvente, sugerente y personal, sino en un estilo de algodón, en una humanidad empática, próxima y familiar. La noche transcurrió en continuo espectáculo de canto, baile y luz, conducido con habilidad por Roberto Leal, salpicada de entrevistas, comentarios y testimonios de aspirantes, profesores entregados y jurado competente, durante casi cuatro horas de pura tele. La entente Gestmusic + La 1 ha funcionado a la perfección y la humana riqueza de cada uno de los participantes ha empastado la historia triunfal de una edición que quedará en el recuerdo. Personalidad y niñez/madurez de los concursantes han completado el éxito de OT, en el que todo ha funcionado a la perfección, menos la mesa de sonido de Bisbal. Y reinando sobre todo el concurso, la poderosa voz de Amaia, rumorosa, vibrante, entregada y tierna; una artista llamada a destacar en el complejo mundo del pop contemporáneo. Sentimiento, carácter, estilo y voluntad de triunfo de una estrella que acaba de nacer. Zorionak!