el libro

Título: Un libro pirenaico.

Autor: Kurt Tucholsky.

Editorial: Txalaparta.

Páginas: 292.

Precio: 18,90 €.

No se sabe quiénes son, de dónde proceden, qué tipo de lengua es la que hablan..., nada”, escribió Kurt Tucholsky en 1925 sobre el pueblo vasco durante un viaje por el norte del Pirineo, desde Biarritz hasta Perpiñán. Considerado en Alemania como uno de los periodistas más relevantes del periodo de entreguerras, Tucholsky recogió este viaje en un libro, Ein Pyrenäenbuch. Su versión en castellano ha visto la luz hace apenas unas semanas, con sello foral. Bajo el título Un libro pirenaico y la edición de Txalaparta, Fernando Pérez de Laborda, afincado en Puente la Reina, ha traducido esta obra, que encontró de casualidad en un mercadillo de Hamburgo en 1997. Además, ha incluido fotografías que Tucholsky realizó durante el viaje, rescatadas de una edición de la obra de 1927.

Se trata de un trabajo que ha realizado movido por lo que considera una obra atípica para su época y por le interés de la figura de Tucholsky. Porque como cuenta, pese a ser desconocido en España, él es parte de la historia alemana. Sus artículos críticos con la época le obligaron a exiliarse en Suecia en 1929. Habían cancelado sus cuentas, quemado sus libros y fue allí donde Tucholsky murió, solo, en 1935. Diez años antes, en 1925, Tucholsky realizó un viaje de cuatro semanas por el Pirineo, siguiendo la estela de otros autores germanos como Humboldt o Phillips.

“Los alemanes siempre han mirado con curiosidad a la cultura vasca, minoritaria en Europea y envuelta en un halo de misterio”, apunta Pérez de Laborda. Precisamente Tucholsky relata cómo “la primera sensación es, en mitad del monte, marineros (...). Sus rostros, su modo sereno de proceder, el aplomo que tienen, la libertad interior...”.

pelota, contrabandismo, toros... Son varias las situaciones que llaman la atención del periodista alemán, en un viaje que comienza en Biarritz, llegado desde París, donde ejercía de corresponsal. A partir de ahí, retrata con humor cómo “la pelota es para los vascos lo que el skat de la sobremesa para los jugadores de cartas alemanes, la corrida de toros para los españoles y el juego de la manille para los franceses: el sentido corporal y estomacal de su existencia”. De hecho, en alusión a la emigración latente entonces -“jamás llegarás a ver una dinastía vasca al completo, siempre falta alguno, y ese está en América-, aventura cómo “estos son los momentos que el vasco añora en América”.

En palabras de Pérez de Laborda, a Tucholsky le impresionó “la intensidad en la forma de vivir y el apego a la tierra y las tradiciones, esa conexión con la naturaleza”, diferencias que encuentra en cierta manera respecto a Alemania. Y retrata con humor otras realidades diarias: “tradiciones vascas... Hay una bien conocida en toda Francia. Lo primero que se pronuncia cuando se habla de los vascos es: contrabandista”.

Describe también su primera corrida de toros, la cual tiene lugar en Baiona, donde sí podían celebrarse corridas de toros pese a que un año antes se había promulgado una ley que prohibía en Francia las corridas con caballos y con muerte de toro. “Pero Baiona queda tan cerca de la frontera que el intenso color con el que, sobre el mapa, está pintado España, parece como que destiñera...”, disparó. Y pese a mostrarse crítico con el espectáculo y salirse antes de finalizar la corrida afirmando que es “una barbarie”, también concluye que “si mañana hubiera otra, iría para allá”. En ese sentido, Pérez de Laborda comenta que “le atrapa la fuerza que desprenden las situaciones” y se deja llevar.

El viaje incluye también una excursión a Roncesvalles “allí donde mataron a Roldán” y bromea con que “está muy lejos de ser lo que era antes”, inquietado con hechos como que cuente con calefacción central, ya que “eso no es ningún monasterio”.

lourdes y el macizo Tucholsky continúa su aventura y llega a Lourdes, donde se muestra muy crítico frente al fenómeno que ha surgido en torno a los milagros que ha surgido. “Es puro anacronismo”, afirma, tras criticar que la Iglesia “cura las heridas que la muerte ha abierto, tomando parte, cómo no, de todo ello”. En ese sentido, Pérez de Laborda comenta que “describe muy bien cómo los enfermos llegan en trenes, cómo se hacen las procesiones y se intentan hacer los milagros. Todo con un ojo muy crítico”.

La tercera etapa del libro, tras abandonar Lourdes, le lleva hasta las montañas, incluyendo una visita a Andorra, y se muestra crítico frente al turismo que se está creando en torno al Pirineo. “No respetan las tradiciones, algo que él si trataba de hacer”, opina Pérez de Laborda.

No en vano, una de las últimas frases de Un libro pirenaico, con Tucholsky en el tren de vuelta a París, son “nostalgia del Pirineo”. Y sí, su mirada pirenaica así lo muestra.