bilbao - Fermín Muguruza corona su proyecto multimedia Black is beltza con la película de animación homónima, un thriller “guerrillero” que combina ficción y realidad, y cuyo objetivo es luchar contra el racismo y defender la multiculturalidad, de las lenguas y culturas. Coloreada con una banda sonora tarantiniana y apoyada por Gobierno Vasco y EITB, llegará a los cines el 5 de octubre. En su creación han participado Räul Refree, Anari, Manu Chao, Unax Ugalde, María de Medeiros, Sergi López, Jorge Perugorría, Rossy de Palma, Óscar Jaenada o Enma Suárez, entre otros.

¡Mira que ha tenido repercusión aquella foto que vio de los gigantes de Iruña desfilando por Nueva York!

-Fue en 2001. Guardé el recorte porque me llamó la atención que no dejaran desfilar a los dos gigantes negros de la comparsa de Iruña. Y he estado trabajando diez años alrededor de la idea, desde que llamé a Harkaitz Cano para colaborar. En 2010 acabamos el guión a cuatro manos, pero me fui a trabajar con Al Jazeera dos años. Esos fueron los primeros pasos de la novela gráfica Black is beltza, a la que se sumó el dibujante argentino Jorge Alderete.

Y lejos de parar ahí, el proyecto fue enriqueciéndose...

-Sí, primero con la exposición sobre el proceso de creación, en la Alhóndiga, en 2014, y luego el trabajo se ha expandido en espiral. Con Zuloak ya hablaba de hacer proyectos narrativos transmedia, pero con este proyecto crecieron el volumen de trabajo, la repercusión mediática y el propio trabajo artístico. La exposición fue a Barcelona y a Donostia, la novela gráfica se tradujo a múltiples idiomas y se editó en Latinoamérica, Francia y hasta en Japón...

Un trabajo en múltiples frentes, pero con un mensaje siempre claro.

-Sí, la lucha contra el racismo, el apoyo a la multiculturalidad y el respeto por la lengua y la cultura propia. Y se trasladó a otros frentes, como el discográfico con Black is beltza AMS sessions, que da paso ahora a Black is beltza como banda sonora. Y está también el libro editado por Elkar, en el que se cuenta todo el relato gráfico de todos estos años.

La película se ha proyectado ya en el Festival de Toronto. ¿La tenía en mente desde el principio, como culminación del proyecto?

-Era la idea inicial, antes del cómic. Pero es un trabajo costoso y que requiere mucha paciencia y tiempo. Confieso que no me esperaba que para llegar a la película de animación tuviera que hacer todos esos pasos previos. Cuando anuncié la exposición en Donostia, dije que era la Itaca de Black is beltza (risas) porque habíamos naufragado un montón de veces pero nos recuperamos y llegamos no solo como un buque como el Acorazado Potemkin, sino con muchos bateles y catamaranes.

Su seguidor sabrá qué es Black is beltza y qué puede encontrar en la película, pero ¿cómo se la presentaría a alguien que oye el nombre por vez primera? Es un thriller, pero no al uso.

-Bueno, es una película de género, de género negro, con muchas capas y tramas. Una de ellas es la musical, que no podía faltar viniendo de alguien como yo, que soy un loco de la música y el ritmo, además de músico. Le da una pulsión especial. Hay otra trama política y otra histórica, ambientada en los años 60, en su segunda mitad. El punto de arranque es el desfile de los Gigantes de Iruña por la Quinta Avenida en 1965. No se permitió salir a los dos erraldoiak negros debido a la discriminación racial de la época. Ahí nos inventamos a un personaje ficticio, uno de los porteadores de esos gigantes, que vive múltiples peripecias e historias rocambolescas que le llevan como misión a sacar a un Pantera Negra de Estados Unidos y llevarlo a Cuba con todos los servicios secretos mundiales persiguiéndolo.

Ese personaje ficticio sirve para documentar aquella época, ¿no?

-Claro, es testigo de todos los acontecimientos políticos que provocaron que el mundo estuviera a punto de estallar esos años, con Cuba, Malcolm X, Luther King, los derechos sociales... El punto de arranque es muy cercano, la denuncia contra un tipo de censura, la racial, que es también musical. Esa que he sufrido yo también. Un pueblo que canta, no muere. Como el que baila. Y allí se prohibió bailar a los gigantes al son de la música. Ellos nos situaron a los vascos en el mundo, sufriendo esa discriminación.

Hablaba antes de la dificultad que acarrea encarar una película de animación. ¿Cómo ha logrado convencer a tanta estrella cinematográfica para que participe y presente su voz?

-Unax Ugalde, Sergi López, Jorge Perugorría, María de Medeiros, Rossy de Palma, Óscar Jaenada, Emma Suárez, Willy Toledo... Es que la película se ha hecho poco a poco y es fruto de los viajes. Por ejemplo, quería que Isaach De Bankolé, actor fetiche de Jim Jarmusch, pusiera la voz al Pantera Negra. Y me fui a Los Ángeles. Igual con Perugorría, a quien grabé en un campamento del Sáhara. Es fruto también de mi edad, de los viajes y de las complicidades realizadas durante la vida. Confluyen en la película.

El hecho de que esté también Willy Toledo no es casualidad ¿verdad?

-Claro, se la tienen jurada desde el No a la guerra, al igual que a Alberto San Juan. Son amigos míos en Madrid. Willy, además de ser un gran actor, es un tipo muy grande. Le están haciendo un boicot laboral. En la película, además, pone voz a un guardia civil (risas). ¡Si se atreven a atacar hasta a Javier Bardem y a decir que no es buen actor!

Económicamente será muy costoso levantar una película así.

-Muy duro. Hemos pedido muchos préstamos y he tenido que avalar con mi piso de Irun, el único que tengo. Contamos con el apoyo de Gobierno Vasco y EITB, pero ninguno más. A otras instituciones que apoyan el cine les llegaba el dossier y al aparecer mi nombre... pues sí, majo, chao. Al final, se ha conseguido una complicidad personal entre los implicados porque saben que es una película guerrillera.

¿Qué recorrido le vislumbra? Está usted detrás, es de animación, se dirige a adultos...

-Están conmigo Film Factory, agencia de ventas internacional que ha llevado Handia, y Barton Films batallando para que llegue al mayor número de cines posibles y tengo un gran apoyo internacional. Ahí no existe ese prejuicio hacia mi nombre. Y ya se ha proyectado en el Festival de Toronto, para distribuidores de todo el mundo. Toda obra de arte comprometida es fruto de una obsesión, de una necesidad vital. Así me embarqué yo, y ojalá salga bien.

Vayamos con la banda sonora...

-Incorpora diálogos, como hace Quentin Tarantino. Es que es una película muy tarantiniana. Soy fan total y tiene mi edad, 55 años, además de beber de múltiples influencias similares a las mías.

Y está compuesta en comandita con Raül Fernández Refree, con quien ya había colaborado previamente.

-El Ayuntamiento de Barcelona me invitó a participar en una fábrica de creación de Sant Andreu, muy berlinesa, y me quedé cuatro meses involucrado en varios proyectos. Era un taller-laboratorio donde surgió el disco conjunto con The Suicide of Western Culture, el del Taller de Música de Barcelona y un estudio de sonido con Raül. Fueron todos los invitados, la mayoría mujeres, y nosotros creamos la banda sonora con los story-boards y dibujos, sin imágenes en movimiento. Tenía claro cómo realzar y dar intensidad a las escenas de intriga, de persecuciones...

Han creado una banda sonora caleidoscópica en ritmos e idiomas. Era obligado para dar vida a las vicisitudes del personaje principal.

-Es que, aparte de la música incidental, había que colorear su viaje. En cada lugar por el que pasa Manex se oye música de ese país. Aparte del amigo Manu Chao con una canción preciosa, Seeds of freadom, que suena como cuando se abre el cielo después de una tormenta, están la rapera chilena Ana Tijoux; Ceci Bastida, de Tijuana No; Maika Makovski; Yacine & The Oriental Groove; Amel Zen; la cantante cubana Brenda Navarrete con sus tambores yoruba, a quien grabamos allí en un estudio improvisado en el Castillo del Morro...

También hay unos guiños autobiográficos, a Negu Gorriak.

-Sí, en el arranque, con una base fuerte que recuerda a Public Enemy o Beastie Boys. Y está también nuestra versión de Respect, de Otis Redding, que después convirtió en himno Aretha Franklin, el soul de The Velvelettes... Es una banda sonora muy potente que juega como parte de la trama.

¿Cree que puede tener vida propia, sin las imágenes?

-Creo que sí, con la introducción de frases a lo Tarantino de Emma Suárez, Victoria Maldonado o Perugorría o dentro de la propia canción, es como otra manera de sentir la música y de recordar la película si la has visto, o de acercarse a ella. Y está montada en orden cronológico.

Y le define también muy bien a usted, como músico y persona.

-Estoy de acuerdo, ahí están mis gustos, Mikel Laboa, a través de una versión de Apur dezagun katea hecha por Anari, y el ska o el reggae de Lengualerta. Y está hasta Rosalía, que ha pegado un bombazo tremendo.

¿Se siente ya tan cineasta como músico?

-Sigo siendo un músico que hace cine (risas). Es así. Rebordinos siempre me dice que le encanta lo que hago en imágenes porque todo tiene una gran pulsión rítmica, porque se ve que soy músico.

La banda sonora incluye el clásico I’m wondering now, en cuyo estribillo se cuestiona por el final de algo. ¿Es la película el final de ‘Black is beltza’?

-Nunca se sabe... Ahora estoy con la promoción, preparando los pases de los muchos actores que traeremos a Donostia, luego el estreno en cines con mi presencia en varias ciudades... Esa es otra fase del proyecto.

¿El siguiente paso es la ficción?

-(Duda) No lo sé. Ahora estoy agotado y solo pienso en la promoción. No quiero ni pensarlo; y mucho menos si está mi compañera al lado (risas).

No podemos concluir sin referirnos a Catalunya y a Euskal Herria.

-La solución solo tiene un nombre: referéndum. Al estilo Escocia. No hay otra. Sentí esa euforia el año pasado estando en Barcelona. Y no solo la de la independencia, también la del votarem, la de gente que reconoció que había votado que no, pero fue golpeada por la policía. Tras el 1 de octubre de 2017 y aquel a por ellos, habrá que hacer mucha pedagogía política, pero el pueblo catalán no podrá dar un paso atrás.

¿Y aquí?

-(Duda). Salvando las distancias y teniendo en cuenta los escollos pendientes del proceso de paz, con los presos a la cabeza y la creación de una Comisión de la Verdad y la reparación, el proceso conduce también a una votación.