pamplona - “Este es mi libro más intimista”, dice Maribel Medina (Pamplona, 1969). Aunque se ha documentado y ha hablado con personas que han trabajado en el entorno de la trata de niñas y mujeres, caso de José Nieto, jefe del Centro de Inteligencia y Análisis de Riesgos de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, y de la periodista mexicana Lydia Cacho, ha optado por centrarse en los sentimientos y sufrimientos de quienes padecen esta lacra, que es “un problema de todos”, y de quienes les buscan. Sangre entre la hierba (Maeva) es, en ese sentido, “un libro de pérdidas y búsquedas”, cuenta su autora, que ya tiene un libro infantil a punto, una serie de televisión y el festival Almoradiel Lee para mantenerse más que ocupada.
Publica la tercera novela con Laura Terraux y Thomas Connors como protagonistas, ¿es la última?
-Sí. Todo tiene un principio y un final. Al principio, cuando publiqué Sangre de barro para denunciar el tema del dopaje no tenía claro que fuera a escribir otro, pero cuando vi que había interés, supe que iban a ser tres porque estos eran los temas que quería denunciar. Yo escribo sobre lo que sé, y meterme en otros berenjenales sobre ámbitos que no conozco no es para mí. Quería dar una patada fuerte en el suelo sobre estos asuntos y hasta aquí hemos llegado.
Escribe sobre lo que sabe, pero también se habrá documentado.
-Este es el libro para el que menos me he documentado, son muchos años de leer sobre el tema. Además, no quería meter escenas excesivamente truculentas, que alguna hay, sino centrarme en la historia de una madre y su hija, que representan las dos caras de esta tragedia, la de la búsqueda y la de la pérdida. He hablado con gente como Cristina Fallarás, José Nieto o Lydia Cacho, que es fantástica, fue torturada y logró la primera condena contra la trata de Latinoamérica. Al final, el libro se compone de mis sentimientos hacia el tema y de datos reales para que la gente aprenda. Siempre intento ser una mosca cojonera para provocar una reacción (ríe).
Dopaje, cobayas humanas, trata... No le van los temas sencillos, ¿no?
-¡A que no! (ríe) Ya me acerco a los 50 años, he pasado más de la mitad de mi vida y ha llegado un momento en que soy más valiente, más pasota y no me importa nada el que dirán. Además, empecé a publicar bastante tarde, a los 45, y ya tenía una personalidad formada y muchas experiencias y, aunque algunos amigos, otros escritores e incluso las editoriales te aconsejan que quizá hay temas más sugerentes, yo hago lo que quiero. No me va la vida en esto. Yo no tengo la pulsión por escribir que sienten otros escritores. Este libro lo escribí en tres meses durante el verano que estuve con la pata chula. Soy muy terrenal, la vida diaria ya me envuelve con su realidad permanente.
Lo escribió en tres meses, pero después de haber tirado una versión anterior a la basura.
-Así es, tenía una novela terminada de 200 y pico páginas y para lo que se publica estaba muy bien, pero yo sentía que no tenía alma. La leía y era una novela negra de investigación, pero tenía poca denuncia, así que no me dio ninguna pena borrarla. Empecé de cero y fue muy fácil. A veces hay cosas que no salen en un momento dado y en otros, en cambio, fluyen. Al principio estaba muy centrada en la madre que busca a la hija, hasta que decidí volver mis ojos hacia la hija y preguntarme qué sabía de ella, si está viva, cómo es su día a día... Yo apenas podía salir de casa porque tenía el tobillo roto y ella era una prisionera, así que se produjo una simbiosis muy chula entre las dos. Y el libro me salvó, tener la cabeza ocupada durante tres meses fue estupendo.
La novela está inspirada en el caso real de Marita Verón, joven desaparecida a la que su madre, Susana Trimarco, nunca ha dejado de buscar.
-Sí, pero solo es una inspiración, la historia no es la suya. Cuando Susana Trimarco vino a España, leí un reportaje que hizo El País y me estremeció cómo esa mujer, que entonces llevaba once años buscando a su hija, podía vivir con esa ausencia, con esa impunidad y esa ira. Y, casualidades de la vida, un día que estaba comiendo en Madrid con Javier Sierra, le comenté sobre lo que estaba escribiendo y también se acercó Enrique Gómez Bastida, en su día presidente de la Agencia Antidopaje, que de pronto me dijo que él había dirigido la investigación de Marita Verón en España. Me quedé blanca, se me eriza la piel al recordarlo.
¿No se supo más de ella?
-Me contó que la chica había llegado con su raptor, que estaba embarazada, que había dado a luz, pero no, no se supo más de ella, y ya han pasado 16 años... La madre creó la Fundación María de los Ángeles y ha rescatado a muchas niñas. Ha conseguido que se condene a los culpables, entre los que había jueces, policías... pero su hija no ha aparecido. Hace unas semanas la felicitó en Twitter por su 40 cumpleaños... Se te parte el corazón.
Los tres mercados negros por excelencia son el de armas, el de drogas y el de personas, que es el que más crece, ¿somos conscientes de ello o preferimos mirar hacia otro lado?
-No creo que seamos conscientes de la magnitud que tiene la trata. Yo misma pensaba que era más marginal, por no hablar de los que defienden que hay mujeres que ejercen la prostitución por elección. Estuve el lunes en Barcelona con un periodista famoso que me sacó de mis casillas. Me empezó a decir que hay un tanto por ciento que elige, que es dinero fácil, que no quieren ir a la fábrica porque no se gana tanto... Le respondí: Es tan residual lo que dices que no merece la pena ni contestarte. Es un hecho probado por la Policía que no llegan ni al 1% las mujeres que lo hacen libremente y que la media que un proxeneta gana al año con cada mujer es de 110.000 euros. Existe una maquinaria patriarcal, machista, que vende esas historias, que llegan a hablar de trabajadoras sexuales...
En España se registró en 2018 un sindicato que luego se desautorizó.
-Y menos mal. Hay una manipulación tremenda. Se empieza por el lenguaje y la situación acaba calando en la sociedad. ¿Cuál es el interés que hay detrás? Está claro, cinco millones de euros al día. España es la mayor consumidora de prostitución de Europa y la cuarta del mundo. Aquí hay sol y playa, pero también sexo. Eso también es marca España. Da igual que sea de origen, tránsito o destino, todos los países están implicados. Pero no se actúa porque somos mujeres; si esto les pasara a los hombres...
Hace tiempo que se habría atajado. -Exactamente. Me gustaría ver a los hombres en las rotondas, en los polígonos. Y a todos esos hombres que dicen que las mujeres deben poder elegir si ejercen la prostitución yo les pregunto ¿por qué no puedo vender un riñón? ¿o ser madre subrogada? ¿o pasearme desnuda por Pío XII? Ah, eso no. ¡Cuánta hipocresía!
En la novela hace que el protagonista masculino se avergüence por haber pagado por sexo.
-Sí, y eso que le cuesta mucho hacerlo. ¡Es que pide una prostituta en un hotel como quien pide una pizza! Y cree que como paga a una prostituta de lujo -nuevamente la perversión del lenguaje-, pues no es lo mismo. Y Laura le hace ver lo que ha hecho.
Denuncia también que el perfil del putero es cada vez más el de un joven veinteañero.
-Es terrible. ETB hizo una encuesta entre universitarios del País Vasco y Navarra y resultó que el 20% había pagado por sexo. Y les parecía normal acabar una juerga en un prostíbulo. No me lo podía creer. Estoy convencida de que si se les da charlas y se les muestran los casos reales, no lo harían. Hay que llevar este tema a las aulas. Ya hay algún instituto en Castilla la Mancha donde este libro va a ser lectura obligatoria en Bachiller.
¿Por qué escogió La Rinconada, aquel infierno en la tierra, para ubicar la primera parte de la historia?
-Escuché a Mabel Lozano hablar de un río en Perú donde tiraban a las mujeres que ya no servían para la prostitución, y enseguida pensé en ubicar esta novela en aquel país, aunque luego también vienen a España, donde en este tema tenemos mierda para repartir, incluida Navarra. Y un día en National Geographic vi un reportaje sobre La Rinconada, el pueblo más alto del mundo. Empecé a investigar y vi que era un pueblo con 800 personas censadas donde viven 70.000; sin agua corriente, sin alcantarillado, sin médicos, sin policía... Y decidí mandar a los personajes hasta allí, donde se ve claramente el círculo vicioso: explotan al minero analfabeto que cree que se va a hacer rico con el oro, luego explotan a las prostitutas, que también creen que van a conseguir dinero para dejarlo... Y así una y otra vez.
La novela. En Sangre entre la hierba se cruzan dos búsquedas, la de Rosa María, que busca a Ángela María, su hija, víctima de trata, y la de Thomas Connors, el agente de la Interpol que busca a su amigo George acompañado de la forense Laura Terraux.
‘El Niño Hoja’. En mayo, Maribel Medina publicará El Niño Hoja (Cazador de Ratas), primer volumen de un proyecto para niños que están aprendiendo a leer.