pamplona - Basada en hechos reales, Basque Selfie parte de un hecho dramático en la vida de Agus Barandiaran, trikitilari acostumbrado a viajar por todo el mundo con Korron-tzi, su grupo, que, en un momento dado, tuvo que enfrentarse a la demolición de su caserío natal, Asteinza, datado en 1540, a causa de la construcción de una carretera. La película de Joaquín Calderón revive aquellos hechos y usa recursos de la ficción para crear un relato en torno al valor de la tradición. Junto a Barandiaran, que se estrena como actor, dan cuerpo a esta historia intérpretes como Itziar Ituño, Itziar Aizpuru y Kandido Uranga, además de otras caras conocidas que sorprenderán al espectador de la CAV y Navarra.

El realizador espera “con curiosidad” y “prudencia” la reacción del público mientras trabaja en los otros proyectos que tiene entre manos. A saber, la apertura de los Estudios Melitón en el Campus Empresarial de Lekaroz, que seguramente se inaugurarán en junio; el taller de cine que impartirá en torno a esas fechas el director iraní Asghar Farhadi, y la organización de la primera edición del Navarra International Film Festival, a finales de agosto de este año.

Quedan unos días para el estreno de Basque Selfie, ¿hay nervios?

-No tengo tiempo para estar nervioso (ríe). Estoy con muchos líos y no siento nervios, aunque sí tengo ganas de ver cómo la recibe la gente. Y en eso soy prudente, porque esta es una peli pequeña y hay miles de estrenos, producciones súper potentes y es difícil hacerse sitio. Nos distribuye Barton Films y querían empezar con seis salas -Pamplona, Bilbao, Donostia, Vitoria, Barcelona y Madrid-; yo quizá habría empezado con Pamplona y Bilbao, pero ellos saben lo que hacen. Me da miedo porque no sé si va a haber gente en Madrid o Barcelona para verla teniendo en cuenta que no hemos hecho una promoción como la que tienen otros títulos. Vamos a pelo y estoy expectante. Lo mismo funciona el boca a oreja, pero no sé; yo ya he hecho la peli y la gente que la ha visto nos ha dicho que gusta.

Precisamente por ser una película humilde, ya es un mérito haber llegado a las salas.

-Sí, y haber estado en el Festival de San Sebastián, donde fue bastante bien. Y estoy contento, pero sin muchas más florituras, ya estoy en lo siguiente.

¿Qué historia hay detrás del relato concreto de Basque Selfie?

-Este es un relato sencillo que nos afecta a todos y que, en definitiva, habla de la evolución contra la tradición. Está bien que evolucionemos, pero no a cualquier precio. No se trata de decir ‘si hay que tirar un edificio, se tira’, así, sin más miramientos, porque a veces pasa que luego nos arrepentimos de algunas decisiones, pero ya no hay vuelta atrás. Hay que pensarse muy bien lo de tirar un caserío de 1540... A veces valoramos las cosas a posteriori.

Ese es el hecho real en el que se apoya la película, que iba a ser un documental, pero ha terminado siendo una ficción.

-Sí. Jugamos a meter personajes de ficción como el de Itziar Ituño, una periodista cuya madre está perdiendo la memoria. Ahí hacemos un paralelismo entre lo que está a punto de perder Agus, el patrimonio familiar de tantas generaciones, y los recuerdos de esta mujer, que también son un legado para su hija. De algún modo, hemos usado esta otra historia para acercar esa sensación de pérdida de algo muy importante a la gente que quizá no sabe lo que es perder la casa familiar. Además, con centrarnos solo en el caserío igual la historia iba a ser monotemática.

De ahí la ficción.

-Claro. Al tratarse de una historia real, como creativo y como director iba a estar muy limitado al querer llevar la historia por aquí o por allí, por eso había que meter otras tramas y otros personajes. De todos modos, también hemos mantenido el respeto hacia los hechos reales, eso Agus lo tenía claro desde el principio, y hay que tener en cuenta que él no es actor.

¿Tuvo que negociar mucho con Agus Barandiaran para decidir qué historia se contaba al final?

-Hubo bastantes idas y venidas con el guión entre él, Izaskun Iturri, con la que lo he escrito, y yo. Pero solo hasta que decidimos que íbamos a dejar el documental para irnos más hacia la ficción. Al principio pensamos en trabajar con actores menos conocidos, más en estilo Kiarostami, para que permaneciera ese estilo documental, pero Agus se sentía más arropado si tenían más peso. Estaba inseguro porque él no es actor, y eso que lo hace fenomenal; le daba vértigo y, como los dos somos productores, consensuamos el tema y a partir de ahí entraron Kandido Uranga, Itziar Ituño y los demás.

Contáis con Itziar Ituño, que está en un gran momento.

-Sí, y fue una gozada. Precisamente porque está muy liada, tuvimos que adaptar el rodaje a su disponibilidad, pero fue muy bien. Y cuando supimos que iba a estar, escribimos pensando en ella. Ese es el tipo de cine que me gusta hacer a mí, adaptar la historia a la persona que la va a contar. Esa es la magia. En el caso de Itziar, es una persona muy comprometida y lo del caserío le interesó mucho. Y esto nos ha pasado en todo momento, la producción es humilde desde el punto de vista económico, pero nos ha ayudado mucha gente que, en otras circunstancias, podría haber cobrado mucho más. Se han prestado a bajar sus salarios y, en el caso de Agus, que tiene muchos conciertos, y de Itziar, con sus proyectos, hemos amoldado los días de rodaje a sus calendarios.

Gran parte de la película está en euskera vizcaíno y zaharra, habrá sido todo un reto.

-Sí, y es curioso, porque Agus puede cambiar del euskera de casa al batua en un instante. Y tengo que decir que el euskera vizcaíno es muy bonito, suena precioso. Pero lo de Itziar aun tiene más mérito, porque es euskaldunberri, y ella siempre tuvo claro que había que hacer más escenas en euskera. Para mí ha sido un reto, pero siempre he tenido al lado a Izaskun Iturri, que me iba contando lo que habían dicho exactamente. Luego, a nivel de emoción, no me hacía falta conocer el idioma, una escena me valía o no por lo que transmitían los actores. No me importaba tanto si se trababan en alguna palabra como si me creía o no lo que decían y cómo lo decían.

¿Le gusta el cine naturalista en ese sentido?

-Sí, el hiperrealismo. Me ha gustado mucho, por ejemplo, Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta. No sé cómo lo ha hecho, me gustaría saberlo, para conseguir esa naturalidad. Yo tiendo a eso y creo que el cine actual también. Estamos tan habituados a la vida misma en la tele y en otros sitios que, a nada que te ofrecen una puesta en escena muy teatral, te sales de la historia.

¿Qué lugar ocupa la música?

-Pues es muy importante, teniendo en cuenta, además, que el protagonista es músico. A mí me enganchó enseguida la música que hace con Korrontzi y, lógicamente, él también quería mostrar su música. Y también hubo mucho debate entre los dos por este tema, hablamos mucho hasta que encontramos el equilibrio y llegamos a un acuerdo. Además, yo le pedí que compusiera algo nuevo para la peli y, aunque costó, al final lo hizo y creó un tema que suena en el tráiler y que me recuerda un poco a Amélie, entre triste y melancólico. Hay que tener en cuenta que esta historia fue muy dura para Agus y que ha hecho un esfuerzo muy grande al revivirla para la película.

La película se va a mostrar en Berlín dentro del programa Basque Audiovisual.

-Sí, la lleva también Barton Films. Allí la moverá un agente de ventas internacionales y, en función de cómo vaya, igual hay algún festival o canal de televisión interesado en exhibirla. Después de eso, creo que las casas de cultura serían el circuito natural de esta peli.

Al margen de la película, está metido en varios proyectos, entre ellos el curso de Asghar Farhadi del 30 de mayo al 8 de junio Lekaroz, ¿cómo va la inscripción?

-Pues muy bien, ya se está apuntando gente, luego haremos la selección. Espero que todo salga bien y hable bien de Estudios Melitón. Ahí sí que siento ciertos nervios porque no había organizado algo así antes y él es una persona muy importante. Igual hay gente que no se hace a la idea de lo que supone estar diez días con él. Para mí hacer el curso con Kiarostami en Barcelona fue importantísimo. Algo así te cambia la vida. Estar todo ese tiempo inmerso en cine, desayunando, comiendo y cenando y compartiendo con actores, productores, directores es una oportunidad. Y el sitio es espectacular.

¿Estarán terminados ya los Estudios Melitón para entonces?

-Vamos a ver si lo podemos hacer coincidir para hacer la inauguración con Farhadi. Sería maravilloso.

¿Y qué hay del festival?

-Pues estamos muy metidos con él. Va a empezar como un festival pequeño y, luego, si tiene que crecer, que crezca. Es un festival social con la idea de concienciar sobre determinados temas y veremos cómo va.