berlín - La solidez de dos actores -el sueco Stellan Skarsgard y la austríaca Valerie Parchner- equilibró la competición de ayer en la Berlinale, tras la sacudida dejada por el intento del director turcoalemán Fatih Akin de mostrar la Alemania más decrépita.

A Akin, Oso de Oro en 2004 con Contra la pared, se le esperaba como a un exitoso representante del cine alemán actual con The Golden Glove. El papel protagonista de su nuevo filme corresponde a Jonas Dassler, al que se definía estos días en los medios berlineses como un nuevo talento, metido en el papel de un asesino de prostitutas en el Hamburgo de los años 60. Era el plato fuerte del día y el festival tuvo que improvisar una tercera sala para el pase ante los medios. A la expectación siguió un filme chocante, en que Akin coloca a su asesino, tomado de la vida real, entre el bar que da nombre al filme, un antro poblado por borrachos, y el pestilente ático del barrio de St. Pauli hamburgués donde va matando, troceando y escondiendo a sus víctimas. El cóctel argumental hacía pronosticar algún paralelismo con los Coen o con Tarantino, pero lo que se vio fue un filme sin humor macabro, sino una mera exhibición de figuras grotescas, zafias, desdentadas y sombrías.

El contraste lo dio Out Stealing Horses, de Hans Petter Moland, en la que Stellan Skarsgard es un viudo traumatizado por la muerte de su esposa que vuelve al recóndito bosque noruego donde pasó su último verano con su padre, en 1948. Los recuerdos discurren entre talas de árboles a hachazos, donde cualquier descuido podía llevarse por delante a un compañero o dejarle retorciéndose de dolor. Ahora la tala es con sierras mecánicas, entre toneladas de nieve y conversaciones con un vecino que se presenta contándole que a los 19 años mató a un perro por orden de su madre, la pieza que le llevará a desentrañar el drama de un triángulo que es, en realidad, el cuadrilátero de confrontación entre el padre y el hijo. Skarsgard es la introspección en el pasado, el hombre en pos del adolescente que fue en esos tiempos en que un verano con el padre no consistía en embelesarse en la tablet, sino en ducharse bajo la lluvia o deshacer a lomos de un caballo salvaje una madeja de troncos atrancada en el río. “Moland siempre consigue hacerme volver a la naturaleza”, dijo el actor, invitado fiel a Berlín.

La otra gran interpretación del día fue la de Valerie Pachner, la impecable y esbelta consultora de empresas con una hermana esquizofrénica y por enésima vez ingresada en un psiquiátrico. Dirigida por Marie Kreutzer, parte de una situación que tal vez condenaría al filme a caer en lo previsible, aunque la realizadora le da la vuelta y convierte al ser perfecto en alguien vulnerable.