Vitoria - Toca ensayo aunque antes de empezar, Marcos se encuentra al otro lado del teléfono. “Siempre es un placer estar por allí”, apunta antes de iniciar una conversación a la que, en la última parte, se une también Vera. Todas las voces son bienvenidas antes de que Mafalda, junto a Ezetaerre, actúe mañana en la sala Jimmy Jazz.

Sin desmerecer para nada el trabajo que se hace en el estudio, es Mafalda carne de escenario por completo.

-M.: Todo lo que hacemos es una preparación para el directo, incluso toda la parafernalia que rodea nuestras redes. Todo está encaminado a un mismo fin y es que las salas y los festivales se llenen y el público disfrute del show. Por eso a cada concierto le damos tanta importancia e intentamos que la gente vibre en cada momento. Cualquiera que haya venido a un concierto de Mafalda sabe que sudamos la camiseta. Después de cada bolo siempre hay media hora o cuarenta minutos en el backstage en los que estamos practicamente calladas, mirando al horizonte, literalmente intentando recuperar el azúcar. Es un gasto de energía tremendo. Lo damos todo en cada canción porque nosotras sentimos así la música.

¿Qué tiene que darle a Mafalda ‘Palabras forman caos’ dentro de su camino como banda?

-M.: Lo primero que queríamos era sentirnos orgullosas del trabajo. Al final, vas a estar tocando este disco dos años seguidos. Lo segundo que esperábamos es que gustase a nuestro público de estos años. Hay quien nos sigue desde Música basura pero es verdad que con La última vez que te escucho notamos un subidón. Así que teníamos que contentar a públicos muy distintos y claro que teníamos algo de miedo, pero lo hicimos con mucho amor y, en general, las opiniones han sido muy buenas.

Lo que no sirve con la banda son las etiquetas. Parece que cualquier estilo es bueno para Mafalda en un momento dado.

-M.: Totalmente. De hecho, hay bandas que se pueden sentir muy cómodas dentro de la casilla del punk rock o del rock y optan por esas etiquetas por el hastio de tener que explicar cada vez a qué suenan. En el caso de Mafalda, nuestra seña de identidad es el batiburrillo así que hablamos de sonido mafaldero y punto (risas).

Y de repente están tocando una canción, como sucede en este disco, y se ponen a cantar en euskera en medio del tema...

-M.: Es que el euskera nos parece una lengua preciosa. Nos acaricia la garganta cada vez que lo pronunciamos. Para nosotras no fue ningún problema juntar lenguas como no lo es hacerlo con los estilos de música. Y seguramente lo haremos más veces porque estamos muy contentas con esos pinitos con el euskera.

Llevan casi una década de trayectoria. ¿Qué está siendo lo mejor?

-M.: Mira, hace unos días en Madrid vivimos una de las experiencias más increíbles de nuestra carrera. Ir a un escenario y que la gente no te deje cantar las canciones porque el público está cantando y gritando las letras vale oro. Sentir que las letras llegan a las cabezas de las personas y que les sirven para andar por sus vidas es increíble, ver que lo que haces no cae en saco roto.

Bueno, no es su propuesta algo sólo para entretener.

-M.: Es verdad que alguna vez hemos utilizado el género absurdo de hablar de todo y de nada, pero en general nos gusta que las canciones digan algo. De hecho, nos rebanamos bastante el seso con las letras.

-V.: Al final, con la gente nos vinculan las mismas preocupaciones y nos atraviesan las mismas cosas.

La realidad, por desgracia, les sirve muchos temas que tratar.

-M.: No hemos dejado de tener motivos para escribir letras y no creo que tras las siguientes elecciones vayamos a dejar de tenerlos. Van a pasar muchísimas cosas en este país, muchas de ellas muy duras y seguro que la música estará a la altura para hablar de su tiempo y de lo que se está viviendo.

¿Pero Mafalda es optimista?

-M.: No mucho.

-V.: Personalmente, pienso que sí que se consiguen cambios pero es verdad que hay cosas que parece que van a peor. En este momento histórico, no sé cuál es el futuro que nos depara. No parece muy alentador, pero se están dando pasos y eso genera también resistencias. Ahí nos sentimos cómodas y felices de ser parte.

Banda combativa. Es algo que se usa con Mafalda. ¿De acuerdo?

-M.: En general, las etiquetas fallan siempre.

-V.: Es cierto que en un momento, nosotras nos intentamos desvincular un poco de eso. Creemos que las letras pueden crear conciencia. Queremos pensar que lo hacen. Pero sí queríamos distanciarnos de la etiqueta. Llevamos una trayectoria personal y grupal que intenta ser lo más coherente posible. Que te etiqueten como combativa te supedita a una serie de expectativas que nosotras tampoco creemos que tengamos la obligación de cumplir. Seguimos nuestro camino y hacemos lo que podemos y nuestras letras hablan de lo que nos importa.

¿Por dónde tiene que pasar el futuro de Mafalda?

-V.: A medio plazo, queremos ir a Latinoamérica. Es algo que se está gestando. Nos apetece muchísimo. Y en abril estaremos en Berlín, que también nos llama mucho.

-M.: Sí, ir a Latinoamérica, que funcionemos y eso nos suponga poder volver, sería muy emocionante. Incluso nos gustaría conocer a personas que nos inviten a construir canciones que puedan representar sus vidas.