pamplona - Fernando Velázquez es un comunicador nato. Su conversación traslada al interlocutor a un mundo musical casi utópico del que todos quisiéramos disfrutar. Lo bueno es que él convierte la utopía en realidad.

Antes de acometer el concierto que dirigirá en Baluarte, una pregunta sencilla, ¿de dónde saca tiempo Fernando Velázquez para crear y meterse en tantos fregaos?

-(risas) Pues tiene que ver con lo a gusto que hago todo esto. Además, hay un truco que he descubierto... y es madrugar mucho. Es que me lo paso muy bien. Ahora me pillas de viaje y estoy entusiasmado pensando en los ensayos con la Orquesta Sinfónica de Navarra, en Baluarte, en las películas, en su música, que para la gente es bonita. Todo esto es una suerte tan grande para mí que es cierto que, a veces, no mido. Normalmente suelo empezar a trabajar a las seis y hay días que me levanto de la silla a la una de la tarde y me digo: “¡Pero si no me he levantado en toda la mañana!”. Es apasionante y muy bonito. Y a los que hacemos estas cosas nos lleva la pasión.

Dicen que un cantante que escribe sus propias letras las interpreta mucho mejor y consigue que lleguen de forma mucho más intensa y directa al público, ¿sucede lo mismo con un compositor que dirige las piezas que ha compuesto?

-Para mí, sí. Yo cuando dirijo la interpretación busco el sentido que creo que tiene, pero a la vez me encanta que otros hagan la música que yo he escrito, me encanta participar de eso. Por lo tanto, no estoy muy de acuerdo contigo. Yo disfruto mucho cuando suelto las obras y caen en manos de otro, es algo muy atractivo siempre y cuando estés abierto a que te sorprendan con cosas diferentes. Estoy pensando, por ejemplo, en Asier Polo, que me ha encargado un concierto para la OSN con Pablo González a la dirección, que estrenarán en mayo. Yo me muero por ver qué piensa Asier de la música que he escrito, sobre la que no voy a tener ningún control en lo que están haciendo. Y, a la vez, también me gusta, cuando dirijo yo, hacer mi versión, claro.

¿Qué le sucede a un compositor que se reencuentra con una obra que compuso hace años, como le pasará este fin de semana? ¿Cómo siente ese paso del tiempo por su obra?

-Lo que sucede es que ya filtro mucho. Hay trabajos que no repito, que no recreo; y sin embargo hay otros, como El orfanato, y esto es muy difícil de explicar sin que suene soberbio, pero es como si hubiéramos encontrado algo al hacer esa película que ya estuviera ahí. No sé si era Miguel Ángel el que decía que lo único que había que hacer en una escultura era quitar la roca que sobraba, porque la figura ya estaba ahí. Y yo tengo la suerte de haber escrito obras que parecía que ya estaban ahí, antes que nosotros. No es mérito mío sino de un equipo de muchísima gente. Sencillamente es magia. Y, además, el concierto de hoy no lo voy a recordar... a mí se me olvidan los conciertos, porque es tan intenso el momento que mi cabeza solo puede pensar en el ahora y no memoriza nada. Eso no significa que no esté concentrado y disfrute. Pero el concierto en sí se me olvida, por la intensidad.

Vamos a ese concierto, en este caso son películas de Bayona, ¿qué orden les da y por qué?

-De hecho está el primer corto que hicimos, El hombre esponja, que es de 2001, que cuando la gente lo escucha piensa que es una broma pero es un corto precioso. Además, si ves primero el corto y luego las películas te das cuenta de que tienen una relación enorme, en cuanto a las historias que cuentan, a sus protagonistas y al espíritu. Y eso que El hombre esponja será en noviembre mayor de edad. Y ahí sí que me hace reconocer un impulso muy humilde pero muy honesto a la hora de contar las historias. Yo recuerdo perfectamente cuando lo grabamos... Y si en aquel momento le dices a J. que iba a acabar haciendo Parque Jurásico y a mí me hubieran dicho que iba a acabar dirigiendo un concierto con la Sinfónica de Navarra de mis bandas sonoras, los dos hubiéramos dicho que era demasiado bonito para ser verdad. Pero lo mágico es que se trata de un hilo que viene ininterrumpido desde incluso antes, ya que mi primer corto fue con Koldo Serra, con el que esta semana estrenamos 70 binladens, una película divertidísima y auténtica.

¿Qué tiene de especial Bayona que se ha convertido en pareja artística indisoluble con Fernando Velázquez a pesar de que ha creado filmes muy diferentes entre sí?

-Bueno, en la última no ha recurrido a mí (risas). Pero bueno, al ser una saga se entiende que era más propio que lo hiciera el primer compositor. Pero a mí me gusta mucho pensar que hemos encontrado algo abstracto, que es el aprender a hacerse mayor, saber lo que es la vida, la familia, los amigos en el caso de El Orfanato y El Hombre Esponja, el sufrimiento en el caso de Lo Imposible, o la aceptación en el caso de Un monstruo viene a verme... Hay como una energía que ya se ve incluso en el caso de El hombre esponja que, con los acentos cambiados y un par de notas cambiadas, es el mismo que Un monstruo vino a verme. Y eso que la diferencia entre ambos filmes es de 16 años. Es difícil de explicar, pero hay una voluntad creadora, un espíritu, que no solo es de J. sino de mucha gente que hemos trabajado juntos.

Antes de la interpretación de cada banda sonora, Fernando Velázquez diserta con el público, ¿qué es lo que les cuenta o lo que busca con ese momento didáctico?

-Más que didáctico es de compartir algo que para mí ha significado mucho tiempo de trabajo y creo que es bonito conocer. Por ejemplo, en el caso de Lo Imposible hay un concepto que me gusta contar a través de la música que es el de compartir el sufrimiento y ayudar en lo que puedas a aquel que está sufriendo. Es algo muy humano que está en la película pero también en el lenguaje musical de la banda sonora. Y a mí eso me gusta desvelárselo al público porque parece que detrás de la composición hay unos compositores que se inspiran en cosas muy abstractas. Hay una idea del compositor muy romántica cuando realmente lo que existe es mucho trabajo y un lenguaje que compartimos todos: el de la música. Y a mí me encanta explicarlo y creo que el público lo agradece. Cuando estrenamos El guardián invisible, que si todo va bien grabaremos también con la OSN las bandas sonoras de las dos películas que ahora se han rodado, se nos ocurrió hacer un concierto aprovechando que estábamos en Baluarte para contar el trabajo al público, para que vieran que una película es algo vivo en todos sus aspectos, y que los músicos también han contribuido. Y luego está mi parte y cómo he trabajado los temas de la película o las melodías; son explicaciones cortitas que buscan sugestionar al público para que disfrute aun más. Y creo que es bonito que lo haga el propio creador; para mí es un momento precioso y lo hago con todas las ganas para que valoren nuestra labor.

En este concierto, el director, además de estar pendiente de los músicos tiene que estar atento a los fotogramas que se proyectan, ¿de qué manera trabaja Fernando Velázquez esa simultaneidad entre imagen y música?

-No hay margen para la improvisación pero sí para que cada vez que lo interpretemos sea diferente y única. No es milimétrico. Hay un seguimiento de fotogramas y de realización en directo de los propios músicos, porque creo que es importante que la gente les vea, que no sean un mero intérprete ahí al fondo. Lo que intentamos es que la experiencia no solo sea auditiva, es decir, solo música en directo e irrepetible, sino que además tenga esa dimensión visual de cómo lo vivimos desde dentro, mezclándolo con los conceptos de las películas. Para mí eso es el presente de la música, que se convierta en una experiencia más grande, no como si fuera un teatro pero sí que incluya muchos detalles, porque desde dentro es una experiencia maravillosa. De hecho, a mí me encantaría que el público pudiera estar donde estoy yo y que le llegara la energía que me llega a mí, que es tan grande, como te decía antes, que solo puedo dedicarme a hacer mi trabajo como director y a disfrutar.

¿Las bandas sonoras son la manera más efectiva de que la composición clásica contemporánea llegue al gran público actualmente?

-No, yo creo que no. Creo que es otra de tantas. No es exclusiva. Es quizá la que más llama la atención al gran público por una concepción errónea que ha habido de la música durante el siglo XX, en el sentido de que si no entendías la música parecía que la culpa era tuya. Se trata de comunicar y en la contemporánea hay compositores maravillosos. Piensa que el compositor más famoso de la Viena de Mozart era Vicente Martín y Soler, un valenciano que el público desconoce pero que era el que la petaba en Viena mientras estaba vivo Mozart. Pero nadie se acuerda de él. Hay un filtro que es cuando una pieza se convierte en un clásico. Por ejemplo, ahora, la música de Star Wars ya se toca como si fuera una pieza de repertorio sinfónico, separada de las películas. La consagración de la primavera, que todas las orquestas la interpretan en algún momento para demostrar que son grandes, realmente era una música de baile; Stravinsky la compuso para una coreografía y se tocaba en un foso. Yo creo que está bien esto de la música de cine y tiene su valor... perdona que te haya llevado la contraria porque igual tienes razón y, de momento, es la más efectiva. Por el momento, sí, pero el futuro no lo conocemos. Mira la música de videojuegos, que es un mundo completamente diferente, en el que hay mucha más libertad y creación para el compositor, porque hacen tres horas de música que, además, va cambiando, siguiendo el propio juego. Esto, por ejemplo, a John Cage le hubiera encantando, pensar que existía una música que podía hacer y que cada vez fuera diferente. Casi te estoy dando la razón. Pero sí que hay un cierto desdén del cine a contemporánea y viceversa, pero yo creo que son parte de lo mismo. Y el tiempo y la historia pondrán a cada cosa en su sitio.

Ha apuntado la posibilidad de que la OSN grabe las bandas sonoras de las dos nuevas películas de la Trilogía del Baztan

No es cuestión de suerte, lo que sucede es que hay una voluntad enorme no solo de la OSN sino de los responsables de la cultura en Navarra, no hay más que ver los rodajes que tuvieron lugar el año pasado en la Comunidad Foral. La gente dice que es por el incentivo fiscal, pero no solo es por eso, aunque ayuda, pero la realidad es que hay voluntad, infraestructura y riqueza. Cuando la gente viene de fuera y ve la variedad de paisajes y la potencia cultural, alucina... además de lo bien que trabajamos. A mí me encanta la OSN porque es seria, eficiente, cariñosa... Para mí es que como si vinieran los Reyes Magos cada vez que me dicen para trabajar con ellos.

Pero no podemos olvidar que Fernando Velázquez ha desarrollado también una vertiente

-Yo no me puedo poner a la altura de los clásicos, pero Mozart no componía música contemporánea. Y La flauta mágica que parece que se tiene que escribir ahora con letras góticas era un vodevil, era una cosa para la gente no precisamente más aburguesada y con dinero; era para pasarlo bien un rato. Yo me niego a creer en esa frontera entre lo clásico y Doctor Deseo, o lo clásico y Pasión Vega o Zahara. Además, hay por ahí en la recámara, que ojalá salga, un historia un poco navarra que tiene buena pinta.

¿Quizá es que a la música clásica se le ha olvidado que tiene que divertir a la gente?

-Se les ha olvidado a algunos que tienen que comunicar, que no se trata del compositor en su torre de marfil al que no tiene que entenderle nadie. Está muy bien que nadie te entienda y tú te expreses, eso es maravilloso, pero a la vez hay cierta vocación de comunicación y de ser la conciencia de aquellos con quien te ha tocado vivir: tus compañeros, tu sociedad y tu cultura. Por eso me gusta también hacer cosas en euskera, porque si no las hacemos nosotros, no las va a hacer nadie. Y esa es mi manera de aportar, de que mi capacidad sirva para comunicar algo y ese algo signifique algo para todos. Porque si algo necesitamos son cosas en las que creer, ideas nobles, bonitas, que nos hagan un poco mejores. Es una manera de vernos y reflejarnos, y de entendernos en esta vida que a veces es tan cruel, o de encontrar consuelo al compartirlo. La música, un concierto en directo o una canción con Doctor Deseo es una manera de celebrarnos y de compartir. Y eso es una de las cosas que todavía nos diferencia de los animales.