pamplona - La cita con Erika Balsom será a las 17.00 horas en la sala Bulevar de Baluarte dentro del ciclo Dokbizia, que sirve de punto de encuentro para distintos creadores que trabajan con distintos lenguajes y que comparten su interés por la realidad. Precisamente, las intersecciones entre cine y arte contemporáneo centran gran parte del trabajo de investigación de esta doctora en Cultura Contemporánea y Medios por la Brown University. Entre sus obras más conocidas está Exhibiting Cinema in Contemporary Art (2013), y como editora, en 2017 publicó Documentary Across Disciplines (2016).

¿Qué le ha parecido la programación de este año de Punto de Vista?

-No he visto ninguna película aun, pero la selección de las películas de la sección competitiva incluye a algunos de los cineastas más prometedores que hay hoy en día, y representa un nexo entre películas artísticas y documentales. No solo se centra en el contenido, en la información y en los temas sociales, sino que también atiende a la forma en la cual se plasma esta actualidad.

Esta semana se está derribando uno de los cines más emblemáticos de Pamplona, donde, además, en su día se celebraron varias sesiones de Punto de Vista. ¿Estamos llegando al final de un modelo?

-Nunca diría que estamos llegando al final de la exhibición del cine en salas, pero sí que estamos viviendo un período de transición. Vivimos un momento muy emocionante para los contenidos cinematográficos que se realizan al margen de la corriente principal. En lo referido al cine popular, la gente cada vez lo ve más en su casa, pero en lo que tiene que ver con el cine documental o artístico, ahora mismo existe una escena muy vibrante y se convierte en un evento ir al cine a ver algo. En ese ámbito casi se le da más valor que antes.

Hay quien dice que ir a una sala de cine se convertirá dentro de poco en una actividad exclusiva o incluso elitista.

-Definitivamente, diría que se convertirá en algo excepcional, fuera de la rutina, pero no creo que vaya a ser algo elitista, seguirá siendo asequible para un público muy amplio. Es curioso, hay un grupo de cineastas independientes estadounidenses que está intentando convencer a la gente de que vaya a un cine a ver sus películas, más que nada porque dicen que el único sitio donde hoy en día estás off line es en la ducha y en el cine (ríe). En serio, es un espacio preparado para prestar atención y estar tranquilo, porque cuando vemos las cosas en casa estamos rodeados de distracciones y establecemos otra relación con lo que vemos. En la sala estamos cautivados y nos adaptamos al tiempo de lo que vemos en la pantalla; para mí eso es una experiencia muy valiosa que se sale de nuestra vida cotidiana. Y no es elitista para nada.

¿La crisis del modelo de exhibición se debe solo a la irrupción de la plataformas digitales?

-La historia del cine es una historia de crisis. La llegada del sonido parecía que iba a acabar con él, luego pasó lo mismo cuando apareció la tele, más tarde el 3D... Pero la gente siempre ha respondido. Las crisis no surgen de la nada, aunque es cierto que la digitalización ha generado una crisis algo diferente a las anteriores. Y tiene que ver con una mayor y constante circulación de imágenes.

Otro de los fenómenos de los últimos años es la entrada del vídeo, de las pantallas y de la creación de imágenes digitales en las salas de arte. En ese sentido, ¿cineastas y artistas se mezclan?

-Muchas de mis investigaciones tiene que ver precisamente con esa mezcla. En el pasado había una tradición de cine experimental que se exhibía en las salas de cine, pero hoy en día muchos de los creadores que trabajan en ese ámbito muestran sus trabajos más en galerías. Algunos de los que están proyectando sus películas aquí, en Punto de Vista, lo hacen. Hace veinte años no pasaba esto, pero ahora este hecho me parece un fenómeno de hibridación muy ilusionante. Creo que el contexto artístico puede ofrecer muchas alternativas a obras que no hubieran encontrado su sitio en la corriente principal del cine.

Pero seguro que existen tensiones entre el cine y el arte.

-Hay personas muy comprometidas con el cine que opinan que el contexto artístico distrae, que la recepción es diferente y no cautiva al espectador durante un tiempo concreto. Y en el tema económico, es decir, en lo referido al mercado, los dos ámbitos funcionan de manera diferente. Hay artistas que venden sus obras, originales y auténticas, en las galerías a coleccionistas, y esto no es así en la corriente principal del cine, que se apoya en la circulación de copias y en intentar llegar al mayor número de personas posibles. Así que sí hay tensiones, aunque yo veo más beneficios.

¿Qué beneficios?

-Dentro del contexto del cine basado en la narrativa, las películas de artistas siempre estarán en los márgenes, pero en el contexto artístico, no sucede lo mismo; es más, en ese caso están en el centro de la creación contemporánea. Desde ese lugar pueden recibir apoyo económico para crear obras que abordan distintos discursos críticos y también para escribir artículos e investigaciones. Este contexto ofrece, además, otras posibilidades estéticas. Se pueden usar varias pantallas, proyectores, etcétera.

¿Dónde se coloca el espectador en este nuevo contexto?

-Esta es una pregunta realmente difícil de contestar. No quiero generalizar y hablaré de lo que he observado que sucede en Londres, donde todavía existe una división entre la audiencia del cine y el público del arte. No tiene tanto que ver con la clase social ni nada de eso, sino más bien con los gustos. Es complicado generalizar, pero creo que el público del arte tienden a ser más receptivo a los lenguajes diferentes o difíciles que el del cine.

¿Los espectadores de cine se resisten más al cambio?

-Quizá este tipo de público se mueve más en torno a la idea de ocio y entretenimiento, y tal vez no vea una película como una sucesión de ideas o se fije en la luz o el uso del color. Generalmente espera algún tipo de comienzo y final. Pero hay excepciones, claro.

¿Podría llegar el momento en que el público del arte también se quedara en casa a consumir las obras desde sus dispositivos como está sucediendo ahora con la audiencia del cine tradicional?

-Ya existen ciertas iniciativas en ese sentido. Se hacen exposiciones en línea, por ejemplo. Personalmente, no veo muchos vídeos de artistas, la verdad. Me gusta ir a las exposiciones. Creo que el entorno doméstico no es adecuado para exhibir y para ver arte. Prefiero ver cine en la sala o en la galería. Es importante generar esos encuentros que no forman parte de la vida diaria. Hacer algo al margen de esa cotidianidad es interesante. Hay muchos vídeos de obras de arte en YouTube y es bueno que estén ahí para enseñárselas a los estudiantes en la universidad, pero, en realidad, no es la forma en la que una obra debería presentarse.

Volviendo a Punto de Vista, ¿por qué cree que ha proliferado tanto el cine de no ficción en los últimos años?

-Creo que existe un deseo urgente de pensar en la realidad, en un momento en el que, más que nunca, parece que no dominamos lo que ocurre. Da la sensación de que la realidad puede hundirse en cualquier momento. Vivimos en los tiempos de la posverdad, con numerosas crisis económicas, políticas, humanitarias, ecológicas... En este estado de turbulencias, el cine de no ficción nos permite reflexionar sobre esos temas que nos preocupan. Serge Daney, crítico de Cahiers du Cinéma, dijo que la cinefilia no es una relación con el cine, sino con el mundo. Y yo estoy de acuerdo.