Durante décadas, ha cobijado a la tierra del sol, ha protegido a las plantas del agua y ha resguardado a los valles del viento, pero toda vida tiene un final, y el bosque no es una excepción a esa norma. Sin embargo, el escultor navarro José Ramón Anda lleva desde la década de los 70 resucitando a los ébanos, robles y plataneros, entre otros muchos árboles, que caen al suelo en un nueva arboleda que él mismo desarrolla con sus propias manos. Cerca de un centenar de estas piezas se pueden ver hasta el próximo 25 de agosto en la exposición Lantegi que ha comisariado Javier Balda en la sala Kubo-Kutxa de Donostia.

“Planteo piezas contrapuestas, que muchas veces ni yo mismo entiendo, por lo que no era fácil reunirlas en un mismo espacio”, contaba ayer Anda durante la presentación de la muestra. Tal ardua tarea ha recaído sobre alguien que le conoce muy bien, el comisario Javier Balda, quien ya había trabajado en dos exposiciones anteriores sobre el navarro y que quiso dejar claro que Lantegi “no es una retrospectiva, es algo intemporal”.

En total, la exposición reúne 91 esculturas, la mayoría de madera, y dos nuevas hechas para la ocasión, que repartidas en cuatro espacios de la sala Kubo-Kutxa y con una iluminación suave y dramatizada evocan a un bosque “mágico” y lleno de mitología.

El nombre de la exposición, Lantegi, también tiene relación directa con este recuerdo, a pesar de que en Gipuzkoa el término más común sea otro, también apropiado. “En algunas zonas de Navarra, lantegi también es limpiar el bosque en comunidad, recoger leña y seleccionarla. Algo que Anda hace para crear sus obras”, contó Balda.

No obstante, la terminación más conocida de lantegi en euskera, taller, sirve también para imaginar el espacio en el que a día de hoy continúa diseñando el escultor. Un taller con aroma a otro tiempo y que parece “el lugar natural para cada una de sus piezas”.

Muchas de estas esculturas se han trasladado a Donostia desde este mismo lugar de trabajo, mientras que otras han sido cedidas de colecciones privadas y de la que tiene la Diputación de Gipuzkoa, convirtiendo la muestra de Kubo-Kutxa en la más completa que se ha hecho en torno a la figura del escultor navarro. “Pero aunque se pueda hacer un recorrido histórico con ellas, esa no es la intención, ya que Anda suele volver a formas que ya había trabajado hacía años”, apuntó el comisario.

Olor a madera

Obras que se atraviesan

“Es capaz de generar una nueva vida”

El espacio central de la sala Kubo-Kutxa recoge las obras más grandes de Anda, muchas de ellas expuestas por primera vez debido a su dificultoso de traslado. De hecho, varias de ellas están instaladas en la calle, como las que han llevado desde Bilbao, Zarautz y Errenteria.

El escultor trabaja principalmente grandes troncos de roble y ébano, aunque también hay de otros materiales menos habituales como el platanero, con los que “invita” al visitante a “atravesarlos. Me gusta que se puedan tocar, que la gente note cada material y que respire la madera”, explicó el artista.

Uno de ellos es Ikutu, tres piezas -una circular, otra rectangular y una tercera cuadrada unidas en una sola- que sirven de imagen de la exposición, y otra Ikusten dena ez da, uno de sus últimos trabajos.

Este espacio dedicado a las grandes esculturas en Donostia sirve como consuelo a Anda, que tiene “una espina clavada” con la capital guipuzcoana. La obra Través situada en la playa de Ondarreta y que él diseñó no tiene el acabado que habría deseado, por lo que “no puede ni verla. Nunca me quedo completamente satisfecho con lo que hago, pero voy en pos de ello”, avisó.

Algunas piezas pequeñas con esa misma forma se pueden ver en el primer espacio de la sala, donde están otros “bocetos que en realidad no lo son”. “Son figuras en escala reducida de lo que luego se transforma, pero son independientes”, apuntó Balda.

“Al trabajar con madera, nunca puedes controlar al 100% lo que creas. Mucha gente me dice que cómo he podido estar cinco u ocho años con una pieza, pero es que el material necesita su tiempo de reposo”, añadió el escultor, quien retira “kilos de madera” antes de modelar cada escultura.

En la sala superior de la exposición se hallan muebles que ha ido construyendo con su particular toque, como un armario que permanece normalmente en el edificio de la Diputación guipuzcoana y unas sillas dedicadas a las figuras del hombre y la mujer.

Precisamente son las esculturas humanas una de sus pasiones recurrentes y que también pueden verse en este mismo lugar. Picasso y Unamuno se mezclan con caras de amigos y de su madre que ha ido modelando a lo largo de décadas. “Cada cierto tiempo y de manera involuntaria, Anda vuelve a las figuras. Es una de sus virtudes menos conocidas”, explicó el comisario.

El espacio final está dedicado a las esculturas de menor tamaño, obras moldeadas hasta “casi la extremidad” y que no son todas de madera. Allí también hay trabajos en mármol y piedra, materiales menos habituales a lo largo de su trayectoria.

“Anda es capaz de crear obras de una sola vez, no recurre a la unión de varias piezas. Es capaz de generar una nueva vida a la madera que cae al suelo solo con sus manos”, añadió Balda, mientras que la directora de la sala, Ane Abalde, apuntó que esa resurgimiento se aprecia todavía mejor “en las distancias cortas. Contar con él y sus obras ha sido como descubrir una reflexión y un diálogo entre ambos”, comentó.

El director general de Kutxa, Ander Aizpurua, afirmó, por su parte, que el escultor navarro es sinónimo “del arte de la madera”, una modalidad muy unida a la cultura vasca.

La exposición Lantegi se completa con un libro en torno a la obra de Anda que ha creado el propio comisario de la muestra y que cuenta con textos de Fernando Golvano y María Molaños.

Asimismo, todos los sábados la exposición realizará visitas guiadas gratuitas, se llevarán a cabo talleres familiares dirigidos a niños de entre 5 y 11 años y conferencias con Anda y Golvano.

Por último, el 13 de julio el espacio Kutxa de Tabakalera acogerá una intervención coreográfica realizada por Node bajo el título Egur Basoa.