pamplona - “Con esta película, Mikele también ha querido agradecer a su familia y a sus amigas el apoyo que le han dado siempre”. Un soporte férreo y constante que ha sido fundamental para que esta joven de Huarte sea tan valiente. Porque, sin duda, su madurez y su coraje destacan en esta película que supone el debut de Ekhiñe Etxeberría (Pamplona, 1991). En Mikele, los espectadores podrán asistir a un fragmento de la vida de una adolescente envuelta en las tribulaciones típicas de esa edad, los 16. Fiestas, relaciones, compras, futuro... solo que ella es transexual. Y defiende la normalización y la necesidad de un cambio de mentalidad en la sociedad. Esta película es un paso más de esa lucha y su creadora lo tiene claro. Con este trabajo Etxeberria finalizó sus estudios de dirección de documental en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC). Las dos asistirán hoy al pase y compartirán sus impresiones con el público.

¿Por qué decidió contar esta historia?

-La idea no surgió un día concreto. A Mikele la conozco desde pequeña. Las dos somos de Huarte y tenemos familiares y mucha gente en común. Siempre he sabido el proceso por el que estaba pasando, pero recuerdo que hace años, antes de irme a Barcelona, me chocó mucho cuando me contaron que se había cambiado el nombre (de Mikel a Mikele). En el instituto me habían hablado de la transexualidad, pero siempre en relación con personas adultas, nunca en el caso de niñas y niños. Y no entendía que siendo tan pequeño, que es como yo me refería entonces a ella, pudiera dar ese paso. Esa idea se me quedó y en el tercer curso de la ESCAC teníamos que hacer un documental de 12 minutos y pensé en ella. Se lo comenté a mi profesora y me aconsejó que me guardara la historia porque en tan poco tiempo no iba a poder contarla bien. La guardé y al año siguiente la retomé.

¿Cómo se aproximó a su entorno para proponerles la idea?

-Primero hablé con Itxaso, que es prima de Mikele y prima lejana mía, y me dijo que se lo propusiera directamente a los padres. Así que fui a hablar con Luis y Mertxe y con Mikele y con Jone, la pequeña. Quería contarles en qué consistía hacer un documental, qué suponía, qué quería plasmar en él... Y me sorprendieron porque dejaron la decisión última en ella. Sí que les daba un poco de cosa que se expusiera mucho, pero respetaron lo que quisiera su hija, que dijo que sí desde el primer momento.

¿Lo tenía claro?

-Es que es muy valiente. Ha visto a sus padres luchar por ella, por sus derechos, y quiere seguir con esa lucha de visibilización y normalización.

Y además quiere estudiar cine.

-(Ríe) Sí, el otro día bromeábamos y le decía que yo iba a ser su madrina en el cine.

Llama la atención que no hay entrevistas ni con los padres, ni con el entorno o ni con expertos, la película muestra unas semanas de su vida interactuando con otras personas o realizando sus actividades.

-Tenía claro que quería que fuera un documental de observación con unos videodiarios en los que ella habla a cámara, pero, claro, eso es muy difícil de guionizar porque no quería manipular nada. A la vez era fácil porque yo he tenido su edad en Huarte y el documental no va tanto de transexualidad como de la normalización y de la sociedad. Y de una chica que, como yo hacía en su día, en verano va a la piscina, al río, a la bajera o de compras; las conversaciones con las amigas, los estudios, el futuro... Y yo quería grabar esos momentos, pero no sabía de qué iba a hablar Mikele.

Eso surgía en cada momento.

-Eso es. El guión lo iba haciendo a partir de lo que grabábamos cada día, de cómo lo iba a editar y de lo que quería abordar. Le preguntaba a Mikele cuál era su plan para la semana y ella me decía, por ejemplo, que tenía que ir al médico y me parecía interesante.

¿Qué me dice de los videodiarios?

-En todo momento yo quería contar las emociones y los pensamientos de Mikele desde su punto de vista. Evidentemente, yo soy la que decido dónde corto y cómo monto, pero me interesaba observar la vida de una chica de 16 años que, igual que sus amigas, hace esto, esto y lo otro, y además es transexual, pero eso no la define. Y los videodiarios surgen porque cada semana iba enseñando el trabajo a mi tutor y le pedí a ella que me grabara un pequeño vídeo para mostrárselo. Me envió el del parche que aparece en la película y me pareció oro. Ya tenía la mejor manera de que Mikele expresase sus emociones. Hablando directamente al público, que genera un vínculo con el personaje.

¿Cuándo le mostró la película?

-Yo había llegado a un compromiso con la familia de que antes de cerrar el documental se lo iba a enseñar. Lo que más me preocupaba era usar mal el lenguaje en torno a la transexualidad. Se lo llevé a casa y lo vieron Mertxe y Luis, pero Mikele no quiso, quería esperar a la pantalla grande. A mí eso me hizo sufrir porque quería que me diera su opinión (ríe), pero cuando hicimos un pase en Huarte gracias al apoyo del Ayuntamiento le encantó y se emocionó. Claro, entre la grabación, el montaje y todo había pasado un año y ella se veía más jovencita. Como hace un par de meses, cuando vino conmigo a un festival de Bilbao; ahora ya tiene 19 años y se ve súper pequeña. Es bonito.

¿Qué ha supuesto para Mikele?

-Ella ya era súper valiente, pero creo que el documental ha sido un impulso más. Y le interesa que pueda ayudar a normalizar la transexualidad y llegar a personas que no han tenido la suerte que ha tenido ella. Además, ha visto que el cine es una herramienta muy potente de lanzar mensajes.

La película es muy positiva.

-Sí,. Yo había visto varios documentales sobre el tema y muchos eran tremendos porque muestran las situaciones terribles que atraviesan muchas personas. Mikele, en cambio, demuestra que si la gente de alrededor lo normaliza podemos conseguir que una persona viva su vida feliz, libre y orgullosa de ser quien es.

¿Y qué le ha aportado esta experiencia a Ekhiñe Etxeberria?

-Mikele me ha cambiado la vida. El documental porque he aprendido un montón de todos los procesos que hay que seguir en el ámbito profesional. Pero a nivel personal ha sido un cambio muy grande. Me ha abierto la mente mucho más y me ha hecho darme cuenta de que todavía tengo mucho que aprender y que trabajar, porque todos tenemos muchos prejuicios y juzgamos mucho.