pamplona - El autor navarro vuelve a las librerías con su último trabajo, Yo fui Gilles Nabarre, con el cual afirma sentirse “feliz”. Según describe, se trata de una novela “muy redonda y muy serena”. “No sé si es mi mejor novela pero no estaría desencaminado si dijera que responde mucho al yo que soy ahora”, afirma el escritor. El libro, además de contar la historia de un personaje común al que todos verán como un héroe, descifra la esencia del ser humano: sus miedos, sus logros y sus pasiones.

¿Quién es Gilles Nabarre?

-Es un personaje fascinante, poderoso, con los claroscuros que tenemos todos. Porque todos somos héroes o villanos según el contexto que nos toque vivir. Es un personaje que va a enganchar con el público porque tiene tantas caras y es tan poliédrico, como el autor, que si no es por algo será por otra cosa, pero seguro que engancha; es un hombre que se deja querer.

Además, es un personaje al que vemos crecer en todos los sentidos en cada página de la novela.

-Sin duda, uno de los mensajes que sustentan esta historia es ese, que todos nuestros acontecimientos nos van modelando. No es lo que hacemos sino en lo que nos convierte aquello que hacemos. Y a él, lógicamente, le va modelando y le va reconvirtiendo todo aquello que hace. Es un mensaje muy de hoy: mucha acción, sí, pero lo importante es en qué nos convierte aquello que hacemos.

Es un personaje que no estaba predestinado para hacer grandes gestas y que, sin embargo, se convierte en una especie de héroe.

-Él era todo lo contrario. Era un niño huérfano de guerra, en un Capbreton que había sido tomado por los nazis en una posguerra dura, de hambre y desolación, y sin embargo los acontecimientos y las decisiones que él va tomando le llevan a forjarse en un hombretón reconocido. Se convierte en un héroe fuera de todo pronóstico como nos puede suceder a cualquiera de nosotros. Nadie, en nuestra niñez, tiene la etiqueta de “tú llegarás a hacer grandes gestas” o “tú llegarás a ser una gran persona”. Esto en cuanto a las acciones, claro, porque todos, por el simple hecho de ser personas, ya somos grandes personas.

Él, desde luego, no nació con esa etiqueta, pero sí la iba buscando constantemente hasta lograrlo.

-Él tiene esas aspiraciones juveniles de hacer algo con su vida por lo cual ser reconocido y se encuentra con la posibilidad de replicar una misión real, la Operación Frankton, que hicieron los británicos en la Segunda Guerra Mundial, una operación heroica que hicieron para de alguna manera liberar o fastidiar a los nazis que habían tomado Aquitania, desde Burdeos por las Landas e Iparralde. Y él, de alguna manera, quiere hacer una gesta; y se encuentra con esta posibilidad. A partir de ahí arranca el libro y vemos cómo las decisiones de este personaje siempre le llevan a acertar o no pero en función de sus propias convicciones en cada momento.

¿Qué otros acontecimientos se narran en este libro? Porque sin ser catalogada como novela histórica, sí que la historia juega un papel importante.

-Es una novela mucho más histórica que otras novelas mías anteriores en las que los acontecimientos y los lugares eran parte de una escenografía ficticia.

Como San Telmo, en ‘El color de las mareas’.

-Sí, o como Larraskoain en El silencio de las hayas o el faro de Santa Elena de Llegará la lluvia. En Yo fui Gilles Nabarre todos los lugares son reales, con un trabajo de documentación e investigación detrás para ver cómo eran en 1945, 1950 o 1960, cómo eran los lugares que describo y también los acontecimientos. Ocurren una serie de momentos en la historia que son totalmente ciertos, como la reunión que mantuvo ETA en Capbreton y en la que este personaje también se va a ver involucrado por amistades. En fin, hay una serie de acontecimientos que están documentados y son reales, e incluso personajes que son reales y que me ayudan a tejer una historia con los personajes de ficción.

Parece que le gusta este juego entre lo real y lo ficticio...

-Es un juego al que a mí me gusta mucho entregarme. Yo ahora he escrito una obra de teatro en la que hay dos personajes: una persona real que acabó convertida en personaje y un personaje que ha acabado convertido en un elemento casi real, que son Camilo José Cela y la Celestina. Me gusta este disloque que hay entre lo real y la ficción. Quizás todos nosotros tenemos una parte de imagen y quizás todos los personajes estén basados en situaciones o personas reales. No es tanto por generar confusión, sino por que las historias estén más sustentadas.

Decía antes que en esta novela todos los lugares que aparecen son reales. La trama empieza en Francia y después el protagonista viaja a otros lugares como Dinamarca, Bilbao... ¿Qué papel juegan?

-En un episodio no final de su vida, sino final de la historia, llegará a Getxo, el Getxo de los años 60. Mientras se está desarrollando todo el boom industrial en la ría hay un pequeño reducto liberal capitalista muy aficionado a la náutica y a las regatas, donde él va a tener cabida y va a tener un hueco social. Es un episodio más dentro de su vida. Viajará también a Dinamarca, donde va a llegar a un pueblito encantador, fascinante, donde van a darse acontecimientos que le cambiarán la vida. Biarritz ocupa un papel muy importante también; Hendaia y la frontera invisible con Hondarribia... Hay lugares muy fácilmente reconocibles por quien lea.

Y siempre cercanos a la mar.

-En este caso sí. Es cierto que El color de las mareas se asomaba al mar, nuevamente en este libro me asomo en este libro me asomo al mar... Vivo junto al mar y necesito el mar, soy un fanático y es rara la semana que no corro o paseo por la playa o junto al mar. Pero siempre digo que yo en definitiva soy un montaraz, que tengo genes del Roncal y que he sido montañero toda mi vida, e igual que necesito el mar, necesito la montaña y tengo el corazón dividido entre nuestro Pirineo y nuestro mar, dos paisajes, por cierto, donde se da la frontera invisible.

Las fronteras invisibles son otro de los elementos recurrentes en tus novelas.

-Efectivamente, porque las fronteras son fruto de unos mapas que señores, y además señores, no señoras, a lo largo de la historia han marcado con plumilla y cartabón. Es cierto que muchas veces las fronteras han sido ríos o han sido fronteras geográficas, pero las fronteras administrativas no siempre responden a fronteras culturales, y el caso más claro lo tenemos en nuestra propia cultura, en la que tenemos una frontera que en la montaña es la frontera invisible y en el mar también. He tenido la suerte de estar en el desierto del Sáhara o bastante más al norte del Círculo Polar Ártico y la frontera entre Noruega o Suecia no se veía, tampoco la frontera entre Argelia y Túnez... Y en nuestro mar y nuestras montañas la frontera también es invisible.

Sí, pero es.

-Pero es, sí. Y al igual que mi personaje, muchas personas han tenido que batirse el cobre para sortear esas fronteras administrativas. En concreto, en la novela tiene mucho peso ese paso de un lado al otro en una época en la que en Europa se había recobrado la libertad y aquí había una furibunda dictadura en la que la libertad, desde luego, no era presente. Y en esta novela, al igual que en El silencio de las hayas, se recoge esa idea de alguien que se ve a camino entre dos entidades administrativas diferentes y que muchas veces tiene que sortear a veces con más ingenio que valentía esas dificultades que tiene. Y eso es una circunstancia que les tocó a nuestros abuelos también. Y yo, desde que navego, he descubierto que en el mar también hay una frontera invisible. Cuando salgo a navegar y cruzamos aguas francesas no sabes dónde está la muga, porque las olas son las mismas. Esto pasa en muchos sitios, también en la montaña.

Hace un tiempo dijo que “la gran mentira de la civilización occidental ha sido definir a la mujer como el sexo débil”. ¿Qué papel juegan las mujeres en esta novela?

-Ese es el gran fracaso como especie y como civilización occidental, el considerar a la mujer el sexo débil. No son el género débil. Creo que los dos géneros tenemos iguales cualidades y posibilidades o debiéramos tener iguales posibilidades. En este caso, aunque el personaje es masculino, es un personaje que se sustenta con Marie. Hay, de hecho, tres personajes claves en la novela y los tres son femeninos. Una es, como decía, Marie, otra es Marceline y la otra es Teresa. Son una constante en la vida de Gilles y son tres personajes poderosos, fuertes, muy cabales, muy coherentes y que en realidad son las tres patas de esta mesa. Y en definitiva lo que hace Gilles es sustentarse sobre esas tres patas. Siempre he reivindicado el personaje femenino en mis novelas como un personaje poderoso y además me siento muy a gusto con estos personajes. Gilles no sería nada sin estas tres mujeres. Pero no porque crea que el hombre se debe sujetar en la mujer, sino porque unos y otros nos sujetamos indistintamente. Ni vosotras sin nosotros, ni nosotros sin vosotras. Y sigo con esa convicción. Hace muchos años tacharon una novela mía de “tufo feminista” y yo pensaba que no entiendo la palabra tufo aplicada al feminismo.

Ha mencionado antes ‘El silencio de las hayas’. Hace relativamente poco anunció el ‘spin-off’ de este libro, pero todavía no ha llegado...

-Ahí estamos. De hecho, llevo tiempo documentándome mucho y recorriendo los valles pirenaicos. Yo estoy escribiendo y algún día esa historia me agarrará de la solapa y me dirá que deje de procrastinar y que me siente y la termine. Está el boceto y está la historia, también los personajes principales están diseñados... Algún día.