Bilbao - El artista danés Jesper Just defiende fehacientemente que el cine “es uno de los actos más importantes sobre cómo somos o como tenemos que ser”. Por eso, trata de exponer las técnicas de las que se hace uso en la gran pantalla, incidiendo en que el objetivo de su videoinstalación es que los espectadores, cuando salgan de ver la obra, se planteen “cómo nos manipula el relato que se utiliza en el cine”.

Ha basado su obra en el poema ‘The right of way’, donde se “elogia la belleza de las situaciones cotidianas”. ¿Cuál es la razón de basarse en esas situaciones? ¿Qué belleza encuentra en ellas?

-Yo nunca pensaba que fuera mi foco de atención, lo que creo es que el punto de partida para este proyecto tenía más que ver con el cine en líneas generales, y también con los tiempos previos al cine. Por ejemplo, las técnicas que usaban en Paris en 1900 donde se construyó un barco para miles de personas en el que había 700 metros de lienzos que giraban de un lado a otro y parecía que estuvieran en movimiento. Eso para mí era interesante porque trabajé mucho con el cine, y esto se puede considerar como la madre del cine. Y es que yo me intereso por ello porque influye mucho en cómo nos comportamos en la sociedad. Si sigues viendo un tipo de conducta durante un tiempo, sobre todo en el caso de las minorías de Hollywood, que se estereotipan de una forma determinada, al final puede ser un asiático, mujer afroamericana... acabarás pensando que ellos son realmente así.

Explíquese.

-Que si siempre se presenta de una manera determinada, al final todos creemos que estas personas son así habitualmente y se convierte en un retrato unilateral de las personas. Ante estas situaciones lo que yo intento representar es algo que se parece al cine pero con personajes que no suelen estar en el centro de la trama; una mujer discapacitada, una transgénero? o cualquier otro que no suela estar en el centro del relato.

¿Podemos decir que trata de representar las minorías de otra manera?

-Sí. En otras ocasiones mi punto de partida también tenía que ver con varones de más edad, para que hicieran gala de emociones en espacios públicos. Todos tienen unas expectativas porque se les considera débiles si no saben controlar sus emociones. Si dan salida a sus emociones en un espacio público se ve como signo de debilidad o casi como cómico. Yo trabajo también con eso, pero las socavo a los distintos tipos de emociones que no esperarías que apareciesen, por ejemplo un club en el que solo había hombres, y en vez de desnudarse físicamente, lo hacían emocionalmente, cantando canciones de tal manera que se convirtió en algo muy emotivo. Era evidente para mí que la sociedad cada vez avanzaba más hacia la igualdad y al hombre le costaba adaptarse a esa sociedad, ya que en las películas siguen siendo superhéroes. Por eso, utilizaba ese striptease donde se podían redefinir esos hombres, era a la vez emotivo y cómico.

En este caso su obra está compuesta por dos pantallas ‘enfrentadas’. Es una manera diferente de representar una videoinstalación, ya que no se pueden ver las dos pantallas al mismo tiempo.

-Sí, tienes que ser activo como espectador. Con las esculturas ocurre lo mismo: tienes que rodearla para experimentar. En mi videoinstalación no puedes ver las dos pantallas al mismo tiempo. En el cine la situación es totalmente distinta, te sientas y estás paralizado, no reflejas en tu cuerpo lo que ves, solo piensas si estás cómodo. Y es que en el cine te olvidas durante 90 minutos de tus problemas, y haces una pausa de tu vida; y al terminar, se resuelve todo el enigma que se planteaba. En el museo también, pero miras las cosas desde un ángulo diferente, todo es más ambiguo, eso te brinda a la oportunidad de seguir pensando en lo que has visto.

¿Por qué opta por no introducir palabras en su obra?

-A veces he trabajado con palabras, pero si las metes sigue una dirección clara y elimina la ambigüedad, y yo me veo como artista visual, no hago largometrajes; aunque creo que mi obra se acerca a un planteamiento cinematográfico. En mi opinión, lo que falta hoy en día es el relato visual, me gusta que las historias las cuenten las imágenes, no las palabras.

¿Qué quiere que experimenten los espectadores al ver ‘Este espectáculo innombrable’?

-No quiero decidirlo yo, todos sentirán algo diferente. Cada espectador llega con un bagaje distinto y por eso espero que la gente lo interprete de manera diferente, puesto que nadie es igual. Lo que sí que pretendo es que cada uno de ellos, la siguiente vez que vean una película, se replanteen la manera en la que se representan de los personajes, en los trucos que se usan en el cine y en cómo nos manipula el relato, las imágenes, el sonido...ese es el objetivo, que se replanteen cosas.