En los últimos meses, han sido varias las ocasiones en las que he dedicado estas líneas a Con X The Banjo y, sinceramente, confío en tener muchas oportunidades para seguir haciéndolo en el futuro. Es una verdadera suerte contar con una banda de tamaña calidad y semejante proyección en nuestra tierra. Supone un auténtico privilegio verlos crecer como artistas y, además, uno siempre disfruta de lo lindo cada una de sus actuaciones. El concierto del miércoles pasado se celebraba en la Ciudadela, dentro del ciclo Festival de las Murallas, que con su exquisito y variado cartel ameniza y culturiza, como cada año, las tardes del verano pamplonés.

Centrándonos en el directo de Con X The Banjo, los navarros siguen con su Never Ending Tour particular; comenzaron hace más de un año, presentando su excelso El placer de sobrevivir y, sin dejar de girar, hace unos meses publicaron también el epé titulado El epicentro. En la Ciudadela comenzaron con Estamos vivos, en las que los teclados refulgieron, perfectamente sincronizados y compenetrados con el resto de instrumentos, certificando el acierto de la incorporación de Germán San Martín al grupo. Tras ella, London Eye, una de sus melodías más irresistibles, con mayor protagonismo de la guitarra que en el disco y Alejo mostrándose con un consumado mago de las seis cuerdas (sus dotes como cantante ya las conocíamos). En esta canción apelan a la belleza de su profesión, a la pasión irrefrenable que les empuja una y otra vez a seguir componiendo y subiéndose a todos los escenarios que pueden (“algo en el pecho que no puedes controlar”).

Continuaron con otros temas como Tan ciegos, de su álbum largo, y ¿Qué le vamos a hacer?, del último epé, que mantiene el mismo pellizco al que nos tienen acostumbrados. Después retrocedieron hasta lo más antiguo de su producción: Tripolar, una de las primeras canciones que compusieron cuando comenzaban a tocar juntos y no tenían ninguna pretensión más allá de pasar un buen rato. Un country delicioso, dejando aire para que la voz y los instrumentos encontraran su lugar y se acelerasen en un estribillo trotón, casi rumbero. Cambio de tercio con En ningún puerto, desnuda, con tramos de guitarra y otros de piano como únicos instrumentos. El público, que llenaba el recinto, aplaudía cada vez más convencido; ellos, por su parte, continuaban levantando cartas de su baraja ganadora, como la funky Cuando te despiertas (gran trabajo de bajo, batería y teclado) o Tan sensual, cuyo brillante desarrollo instrumental terminó fundido con Superstition, de Steve Wonder. En Otro año más contaron con la colaboración de Gabri y Patxi, de El Desván, otro de los grupos punteros de los que podemos presumir en nuestra comunidad. Y cuando parecía que todo había acabado, bajaron del escenario para tocar dos temas más a capela entre el público, terminando así de conquistarlo. Visto lo visto, nos reafirmamos en los dicho al principio: ojalá podamos volver a verlos pronto.