Caminar sin rumbo fijo es un ejercicio de desconexión, de escucha, de olvido y también de observación. Caminar sin rumbo fijo implica perderse para, muchas veces, encontrarse. También para encontrar elementos que sentimos como cotidianos, que siempre han pasado desapercibidos y que, sin embargo, tienen mucho que aportar. Y en este caminar, con calma, con lentitud pero con la mente muy abierta se encuentra Mireya Martín Larumbe, artista navarra que ha pasado los últimos meses en una residencia de la Cité Internationale des Arts de París donde continúa desarrollando un proyecto multidisciplinar de dibujo y videoinstalación con el que mereció el Premio de Creación Artística del Ayuntamiento de Pamplona en 2018.

La ciudad del amor, de la luz y de la moda atrapó hace ya un tiempo a Mireya Martín con sus incesables calles repletas de historia y su relación tan estrecha con el mundo del arte. Fue el año pasado cuando la artista se instaló en París con el objetivo de, a través de procesos de dibujo, “recuperar una memoria olvidada o escondida que pudiera encontrar en las calles de París, caminando, paseando y observando con mucha calma”, cuenta Martín, que regresará a Pamplona este mes. Y con esa dinámica de “estar en la ciudad” comenzó una investigación sobre “nuestro desarrollo en la vida urbana. Desde la observación, la escucha y el silencio, todo cambia de perspectiva y de aspecto”, justifica, para resaltar que este proyecto le ha permitido crear un “diálogo muy íntimo” consigo misma.

Pero este proyecto, como todo su trabajo en general “muy intuitivo”, se ha ido reconfigurando y ahora, en su última vuelta a París, la artista navarra se encuentra “en una búsqueda de una especie de genealogía. El año pasado buscaba una memoria más personal y experiencial y ahora lo que más me interesa es en qué medida se puede reconocer en París una genealogía artística, porque sus calles están llenas de historia”, apunta, para añadir que ha vuelto a hacer lo mismo, caminar y descubrir lugares, “solo que esta vez con una perspectiva” de reconocerse en los sitios.

Búsqueda de identidad

Mirar al pasado y tirar del hilo

Dice Martín que no le gusta dar un nombre específico a sus proyectos porque este, al igual que su trabajo, está en una continua transformación. Pero también dice que, si hay que denominarlo de alguna forma concreta en este preciso instante, sería Nueve hileras de judías tendré allí, una colmena que me dé miel. Un título inspirado por el poema La isla del lago de Innisfree, de William Butle, que encierra el mismo secreto que su proyecto: todo eso que nos hace ser quienes somos, también recuerdos, anhelos, pero no siempre es evidente.

En esta búsqueda de identidad, cuenta Martín que se decidió a buscar nuevos referentes en su trabajo. “Me di cuenta de que tenía que prestar un poco más de atención a esas figuras pasadas que han quedado en muchas ocasiones en el olvido y ser capaz de descubrir, o al menos de intentarlo, de dónde vengo”, señala. Ella, que principalmente se dedica al dibujo, reconoce que cuando trabaja a nivel plástico no reconoce sus referentes “en pintoras o artistas que trabajan con imágenes”, sino que lo hace “en la literatura”. Así, decidió comenzar a hablar con personas que le conocen bien. “Son en quienes confío y sabía que me darían buenas recomendaciones de por dónde empezar a tirar del hilo”, añade.

Su hermana, comisaria artística, le recomendó la fotografía. “Encontré una vía muy interesante, que es la de los still life, esa captación de la belleza en el instante -apunta-. Supone tener la capacidad para ver algo en sí mismo, algo que es efímero, que tiene vida en ese momento y en donde la imagen ya está justificada en sí misma. Y esto tiene mucho que ver con todo mi trabajo”. Así, Martín poco a poco ha ido encontrándose a sí misma, un proceso en el que todavía está inmersa y que, afirma, es “muy gozoso de llevar a cabo”.

Materialización

Animación experimental

y videocreación

Pero, ¿cómo se materializa esta idea tan abstracta que abarca desde la memoria de una ciudad, el olvido de sus figuras en la misma o una búsqueda continua de la identidad, todo ello bajo la premisa de la calma, el paseo, la escucha y la observación? Mireya Martín lo hace a través de la animación experimental y la videocreación. “La animación está pensada para que, en su día, cuando presente este trabajo, se proyecte en gran formato, aunque realmente esto no es lo más importante porque todos mis trabajos se pueden ajustar prácticamente a cualquier tipo de situación espacial”, explica. Esta animación, puntualiza, “tiene una parte de dibujo muy importante porque” su forma de trabajar el dibujo es “tradicional”, es decir, fotograma a fotograma. “Tengo casi trescientos dibujos que configuran la afirmación -afirma-. Y esto lo hago siempre; por eso digo que el dibujo late en el corazón de todos mis proyectos”. En cuanto a la videocreación, la artista adelante que se trata de una imagen real filmada.

Una de las particularidades de este proyecto es la colaboración de Martín con el musicólogo y compositor de música contemporánea Javier Elipe Gimeno, a quien su música le ha llevado hasta la Bienal de Venecia. “Él me abrió hace tiempo la puerta al mundo de la música contemporánea y me ha dado amplitud de miras, porque he reconocido que el sonido es muy importante en todas mis creaciones; trabajar con él está dando mucha densidad a todos mis proyectos”, afirma.

Ahora, en septiembre, Mireya Martín volverá a Pamplona sin un plan de futuro cerrado pero con la intención firme de presentar este proyecto aquí, en Navarra. “Este proyecto está muy vinculado a esa tierra porque la narración del proyecto transcurre en estos dos espacios: Navarra, que es de donde soy; y París, de donde me siento”, avanza Martín desde allá, sin desvelar nada más.