donostia - Presentará ‘Niño Futuro’ este domingo en el Teatro Principal. Es el cuarto disco con su nombre en esta década. ¿Cómo ha sido el proceso de creación?

-Como siempre, me encontré con una colección de letras en el cuaderno, que es como siempre empiezo. Cuando las letras están casi terminadas, me encierro en el estudio a tocar la guitarra. Me paso horas tocando hasta que consigo ponerles música. Voy grabando bocetos y, al final, hay diez temas en los que la música trabaja para la letra y la letra para la música, armonizan bien y me parecen buenas canciones. En Niño Futuro he echado mano de una canción que ya estaba escrita por mi hermano, Iñaki Berrio, que es Tu nombre. Estaba hecha para el disco Lieder (2008).

Incluye también ‘Abolir el alma’, que pertenece a ese espectáculo basado en Cioran que hizo para 2016.

-Cierto. Fue para el Donostia 2016, fue casi un encargo. Compuse cuatro canciones originales, extraídas un poco del pensamiento de Cioran, y una de ellas era Abolir el alma.

Elena Setién participa en este tema haciendo los coros.

-Es con la que hice Abolir el alma en 2016. En esta canción hace un pequeño coro. Virginia Pina también hace algún coro en la canción Considerando; me ha hecho coros toda mi carrera, en todos mis discos.

En ‘Paradoja’ (2015) ejerció como coproductor con Fernando ‘Lutxo’ Neira. En este caso, es usted el único productor. ¿Le gusta tener el control final sobre la obra?

-Soy bastante maniático. ¡Qué sé yo! Hubiese preferido hacerlo con un productor de mi confianza que me dijese, si fuese necesario, que diese una vuelta a las canciones. Pero eso también supone un desembolso económico bastante grande. En este caso, he preferido hacerlo en un buen estudio, como es el de Elkar, pagando más o menos bien a los músicos... Tomé yo el control; no es habitual y tampoco conviene, quizá, porque el artista necesita otra perspectiva. El sonido es bueno y los músicos son enormes y casi no hay una labor de producción.

Ha sido todo muy fluido, entonces.

-Eso es. Lo que se oye es casi lo que sonaba en el estudio.

¿Le gusta retocar tras las grabaciones?

-Una vez que se graba hay 1.000 trucos que no conviene decir (ríe). Es la carpintería, la tramoya que no conviene desvelar.

¿Ubica ‘Niño Futuro’ en la línea musical de ‘Paradoja’? Se lo pregunto porque en el caso de ‘1971’ (2011) y ‘Diarios’ (2013), producidos por Joserra Senperena, la orquestación tenía una presencia más notable que en los que han venido después.

-Puede ser. Diarios, desde luego, fue una continuación muy natural de 1971. Lo que diferencia a esos dos discos de Paradoja y de Niño Futuro es que, en los dos primeros hay valses, hay canciones con compases de 3/4; era premeditado. En los dos últimos solo hay compases de 4/4, que es el natural del pop y de las canciones a las que estamos acostumbrados. Por lo demás, no veo mayor diferencia. He compuesto de la misma manera, me cuesta lo mismo y escribo parecido, y los temas son los mismos de siempre; solo hay dos o tres temas.

¿Solo existen dos o tres canciones?

-Sí, pero eso no lo digo yo; todos los escritores lo saben: la del amor, la de la muerte y la de la vida.

Sus letras son bastante existencialistas.

-Eso me dice todo el mundo.

¿No lo ve así?

-Sí. Bueno, lo del existencialismo viene por la chanson française de Barbara, que tenía que ver con Sartre y demás. ¿Las mías son existencialistas? Sí, pero tampoco más que cualquier otro. La opinión menos interesante es la del autor, es mejor la de los demás.

¿Es muy exigente con sus letras?

-Mucho. Soy extremadamente maniático, minucioso y muy puntilloso con la escritura. Puedo estar, no digo meses, sino años con una estrofa. Hay letras de mi cuaderno que tienen años, están quietas, reposando. Les voy dando vueltas. Buscando un adjetivo puedo estar semanas. Nunca jamás escribo a la ligera, le doy muchas vueltas.

¿Cuánto tiempo le dedica a la escritura?

-La escritura es la manía de pensar rítmicamente y eso se puede hacer en cualquier sitio: en la cola del banco, cuando paseas por los pasillos del supermercado... Para la música requieres un instrumento, un lugar donde puedas sentarte a tocar. La música es más física, pero la escritura puede ocurrir en cualquier lado. Escribo a lo largo de todo el año y mágicamente aparecen bocetos en el cuaderno. Para la música, en cambio, me tengo que recluir. Son dos oficios muy diferenciados.

¿Que ‘Paradoja’ apareciese en alguna lista de ‘Mejores discos del año’ le ha pesado a la hora de abordar ‘Niño Futuro’?

-Para nada. De hecho, no sé ni porqué lo pusieron en esa lista. La misma revista que elaboró la lista, ni siquiera ha sacado una reseña de este nuevo disco o no me han llamado para hacerla. No le doy ninguna importancia. Sé que ahora hay mucho revuelo en el mundo de la música, porque están preparando los listados de los mejores discos de la década. Conviene no estar en ellas, a mí no me importa nada no estar. Algo mal has hecho si estás en la lista (ríe).

¿No le importan las críticas?

-No soy de piedra, pero me hacen gracia tanto las críticas malas como las que te elogian. Hay que procurar no dejarse determinar por ellas.

Para la grabación del último disco ha repetido con un habitual ‘Lutxo’ Neira (bajo), pero también participan Joseba Irazoki (guitarra), Paul San Martín (piano) y Karlos Aranzegi (batería).

-Les llamé para hacer este disco y no hemos tocado nunca juntos. El álbum se hace en el estudio, pero de una manera muy somera y no grabamos todos a la vez. En definitiva, es un grupo con el que no había tocado ni estas ni otras canciones. Debutamos en Bilbao la semana pasada y estuvo francamente bien. Estos músicos son unos purasangres. Estoy encantando con ellos. No hemos tenido muchos ensayos.

¿No?

-No. No hay que sonar muy ensayados, siempre tiene que haber un poco de tensión.

Habla del debut en Bilbao. El disco lo publicó en marzo y el domingo lo presentará en el Teatro Principal. ¿Qué viene luego?

-Madrid. No tenemos la fecha segura pero será a finales de año. Estamos viendo la sala. Estos tres serán los conciertos que haga con banda, a menos que salga alguna otra oportunidad que sea muy interesante. Ir con una banda es muy oneroso y con esas tres citas me parece suficiente. Además de eso, tocaré solo, como suelo hacer, lo mismo en Andalucía, que en Galicia o Valencia.

¿Cuando está solo no nota que le falta algo?

-(Ríe) Son conceptos muy diferentes. Me gusta mucho tocar solo y enfrentarme a ese silencio de la gente, a esa tensión tan fuerte que se puede cortar con un cuchillo. No hay posible equivocación porque tú mismo te enmiendas. Haces lo que quieres.

¿Y con una banda?

-Es lo contrario. Tienen que ponerse de acuerdo varias personas. Hay a gente que le gusta la banda, pero hay quien me dice que prefiere verme en solitario. Esto me lo decía, por ejemplo, el cantautor Quique González.

¿Suele mirar mucho hacia atrás, por ejemplo, a la década de los 80?

-A los 80, jamás. Es una época de la que afortunadamente no recuerdo nada; es un periodo que me da muchísima pereza. ¿Mirar para atrás? Soy un amnésico total, no lo hago nunca.

Se lo pregunto porque parece que el reconocimiento le ha llegado en esta década, desde que publicó ‘1971’.

-Lógicamente. Ese disco que citas fue el que me dio un poco de visibilidad nacional, aunque en una minoría muy minoritaria. No son cosas que deberían preocupar a nadie. El autor debe ocuparse de la obra, es lo importante.

¿Es más importante la obra que llegar con ella al público?

-Yo sé que ya llego. Que haya 150 personas o 1.500 a mí me da igual. Que haya gente que te siga es maravilloso. Es verdad que lo que pasa es que solo te da para merendar, no puedes comer de ello casi. Para hacerlo tienes mucha dificultad. Vivir de la música es muy complicado. Yo vivo de ella desde hace unos años pero dando muchos bolos yo solo ante una minoría muy pequeña, pero muy selecta y muy joven también.

Es curioso que lo cite, parece que hoy en día el rock no llega a los más jóvenes.

-El rock no llega a las generaciones de aquellos que hoy en día tienen 20 años. Los que tienen treinta y tantos, en cambio, sí que escuchan rock. Cuando voy a Madrid a tocar, en la sala siempre hay un buen puñado de treinañeros muy fervorosos. Tengo esa suerte de tener gente, más bien joven, de la quinta del director Jonas Trueba, con el que hice La reconquista, en la que hice un cameo haciendo de mí mismo. Ahora, lo que me resulta una incógnita son los que tienen entre 18 y 20. Me imagino que escuchan trap.

Música urbana.

-Sí, además en canales alternativos, YouTube o lo que sea. Estuve hace poco en los conciertos de Donostikluba Festibala en Intxaurrondo. Estaba a rebosar y me dijeron que los artistas no tenían ningún disco, que se daban a conocer por YouTube. El público estaba compuesto por chavales.

¿Le gusta ese tipo de música?

-Me gusta mucho, me encanta. Aun así, esa generación me parece una incógnita.

El paradigma del consumo musical en los jóvenes ha cambiado.

-Muchísimo, pero es algo ajeno a mis intereses. No me importa. No voy a ser yo quien vaya a describir cómo está el panorama. Lo único que me importa es concentrarme en hacer una canción buena y tener una obra.

Decía que era muy perfeccionista, ¿existe la canción perfecta?

-Si existe, yo no la he escrito, pero lo intento cada vez que me pongo a ello.

¿Está inmerso en algún otro proyecto?

-Me han propuesto hacer un vinilo, ahora que vuelve a estar de moda; se venden más vinilos que CD. Se harán unas 300 copias. Me parece un proyecto muy chulo. Serán cuatro canciones que tengo escritas: serán tres valses y una bossa nova. Esta última viene de antes y la he recuperado, pero las otras son nuevas. Necesitaré una trompa, un acordeón, un piano y un fagot; todo con un compás de 3/4.