Dice el tango que veinte años no es nada, pero cincuenta ya empieza a ser algo. Así lo entendió el público que abarrotó el Teatro Gayarre para recibir a Paco Ibáñez (no hacen falta más presentaciones), que venía a Pamplona a celebrar el medio siglo de uno de sus discos más icónicos, Paco Ibáñez en el Olympia.

El escenario lucía sobrio con un par de sillas, dos micros y un atril. Detrás, un mural proyectado en el que se podía leer Nos queda la palabra. Eso fue lo que dijo la voz en off que recitó unas palabras de Goytisolo, mensaje que fue repetido por el cantautor valenciano cuando salió, en medio de una cariñosa y respetuosa ovación: en estos tiempos de ignominia, la única patria que no nos podrán arrebatar es el canto, la voz y la palabra. La actuación comenzó con una serie de canciones que recogieron algunas cimas de la literatura española, como Quevedo (Es amarga la verdad), el Arcipreste de Hita (Aristóteles lo dijo), o Rafael Alberti (Muelle del reloj, en la que el poeta añoraba los paisajes españoles durante su exilio). En el mismo saco de los poetas podríamos meter a Mikel Laboa, de quien cantó Txoria txori, tras declararse nostálgico del euskera que hablaba con su madre cuando era niño.

Hilvanando historias simpáticas, emotivas unas veces, llenas de referencias históricas otras, iba avanzando en su actuación. A mitad de la misma salió Mario Más, joven guitarrista flamenco, que le acompañó en varios temas. El primero de ellos, Si tú vienes a la romería, con letra de García Lorca y ritmo más alegre y animado, casi como de rumba, seguida de Canción del jinete, también de Federico, y también de ritmo andaluz. Reivindicó después la libertad de pensamiento con la hilarante Ríase la gente (la gente, es decir, el público, no solo rio, sino que también soltó alguna carcajada). Y rescató Escucha, abandonada, de su viejo amigo José Agustín Goytisolo.

Leyenda viva de la música y la cultura, conoció a otros mitos como Víctor Jara, de quien interpretó la inolvidable Te recuerdo, Amanda, que quiso que sonase como un himno antifascista, recordando la amistad que los unió y, también, su trágico final. Y siguiendo con el tono reivindicativo, Soldadito boliviano, de Nicolás Guillén y dedicada al Che Guevara.

Tras una breve pausa, salió, de nuevo en solitario, para interpretar Como tú, dedicada a su primo Iñaki, que estaba presente en el patio de butacas. La siguiente también era de León Felipe, Ya no hay locos en España, ya no hay locos. Al presentarla, repartió a diestro (Rajoy) y siniestro (políticos independentistas catalanes). La primera vez que el público cantó con él fue en Andaluces de Jaén, cosa que también sucedió con Me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papa, y especialmente en Palabras para Julia. La última canción fue, como no podía ser de otra manera, A galopar, con una gran bandera republicana en la parte trasera. Ni siquiera el tiempo puede doblegar a Paco Ibáñez.