bilbao - El negocio del yin y del yang es la nueva obra de Eduardo Mendoza. Han pasado 44 años desde que publicara su primera historia, La verdad sobre el caso Savolta. Era 1975, el año en que murió Franco. Ahora, coincidiendo con la exhumación de los restos del dictador, el escritor catalán vuelve a pasar por la imprenta. “Le prometo que no está hecho a propósito, hubiera sido imposible. Pero sí, si lo miras retorcidamente, parece una operación de marketing. ¿Exhumación? Sí, algo había que hacer con el Valle de los Caídos, lo primero sacarle a él. Pero sí, es una coincidencia y lo que ha ocurrido no entra dentro de la promoción”, ríe uno de los autores más reconocido en el mundo de la literatura y que más sonrisas provoca contando historias que invitan más a la reflexión que a la diversión.

Además de coincidir la exhumación de Franco y la salida al mercado de este libro, el escritor catalán habla en él de lo que ocurría en aquella primavera de 1975 cuando el militar gallego agonizaba y España se debatía entre el miedo por lo que podía pasar y la esperanza de que llegaran tiempos de libertad. “Igual que el protagonista de mi libro, yo estaba en Nueva York y me quedé allí algunos años más, pero cuando regresaba a Barcelona me encontraba perdido y veía a mi ciudad enloquecida. Era un lugar que celebraba fiestas continuamente”, señala Mendoza.

Atrapado en 1975 El negocio del yin y del yang recorre la España que empezó a caminar por otro sendero tras la muerte de Franco y se topa de lleno con lo que años después se llamó la Transición. Eduardo Mendoza defiende el proceso realizado: “No tiene sentido que ahora se haga una crítica a un tiempo pasado, como ejercicio es inútil. No la hagas, no merece la pena. Invito a que se mire al futuro y no al pasado”. Es consciente de que muchas personas ven en los posibles errores cometidos en los últimos años de la década de los 70 y los primeros de los 80 la situación que se vive actualmente: “Pasa siempre con un cambio feliz, algo con lo que uno espera y sueña, pero que no se cumple en su totalidad. Todo al final se convierte en la vida cotidiana, no puede ser cada día la noche de bodas. Tuvimos que empezar, y la democracia es un sistema difícil, pesado y, sobre todo, muy aburrido. Pero la dictadura es mucho peor”.

Dice que, aunque intentaba pasar de 1975, el año le atrapó y luego tuvo que hacer una narración acelerada, incluso con trampas temporales, para cumplir los objetivos previstos. Sonriendo y con mirada nostálgica comenta que la muerte de Franco dejó muchos huérfanos: “Huérfanos del enemigo a unos y huérfanos a secas a los más cercanos al régimen. Pero hay que tener en cuenta una cosa, muchos no conocíamos otra cosa que el franquismo y nos preguntábamos: ¿Y ahora qué?”.

Cada visita a Barcelona tras la muerte de Franco le resultaba sorprendente y se animó a cambiar el ritmo de la escritura. Después de haber publicado La verdad sobre el caso Savolta, decidió pintar sonrisas en el alma y en las caras de sus lectores y nació El misterio de la cripta embrujada con un personaje singular, el detective anónimo. Él ha protagonizado muchas de sus novelas y es su alter ego perfecto: “Es un loco que sale del manicomio y le sueltan en una ciudad que es peor que el manicomio. No se viste, sale en calzoncillos, a veces desnudo. No está escrita con afán de provocar, es el retrato de la Barcelona que yo veía cuando volvía a ella”. Mendoza señala divertido que nunca pensó que habría algún editor que quisiera publicar esa novela. Hoy, esta y otras, como El laberinto de las aceitunas están dentro del catálogo de libros recomendados en los colegios: “No estaban hechos con esa intención. El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas los escribí en Nueva York y son fruto de ver a distancia una ciudad que conocía, que era la mía, pero que en aquel momento se me había ido de las manos”, dice un Mendoza que está contento de que los jóvenes le lean, “aunque sea por obligación”, ríe. Dice que él no se considera un escritor de humor. “Soy un hombre serio, pero las novelas me salen divertidas, qué le vamos a hacer. ¿Sentido del humor? Poco, tal y como están los tiempos, ya me dirás. En serio, pienso que hay que hacer una crónica de lo que ocurre a nuestro alrededor y también contar lo que ocurrió”.

Sus títulos siempre son atrayentes. ¿Una provocación? Contesta a la pregunta con mirada perpleja: “No, yo no trato de provocar. Lo que quiero es hacer retratos. Pero bueno, en cierta forma, sí que es una provocación, pero una provocación a la curiosidad y a la lectura. No son méritos míos, soy muy malo poniendo títulos, así que cuando termino la novela, nos reunimos en la editorial y buscamos algo que le vaya bien al libro. Con El negociado del yin y del yang ha pasado lo mismo”.

Cuestión de verdades. Cuando se le pregunta qué es realmente el yin y el yang en esta novela o a quiénes representan, señala: “Es un disparate. Me hacía gracia. Igual que nosotros tenemos las ideas claras de lo que es lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, el cuerpo y el alma? los orientales tienen otra cosa que es lo fluido y lo sólido, la tierra y el aire, lo femenino y lo masculino. Con estos valores, los orientales han montado una civilización tan sólida y compleja como la nuestra. Me hacía gracia que las cosas pudieran ser tan distintas, que lo que nosotros consideramos la única verdad, para otros es tan disparate como para nosotros lo es la suya”, sentencia el escritor.

Eduardo Mendoza sigue sometiéndose a los rigores de la promoción, pero ahora puede restringir el número de entrevistas y elegir: “Antes, cuando yo era más joven y estaba empezando, hacía promociones muy intensas, una entrevista tras otra. Pero no creas, los años pesan y ahora voy con más calma. Tres, cuatro, cinco como mucho, por cada ciudad. Después descanso, doy la conferencia y disfruto del lugar en el que estoy. Gracias a esto, ayer pude quedar con un amigo, comer en Getxo y pasear cerca del mar”. Asegura que no le molestan las entrevistas: “Me gusta vender la historia que he creado, me gusta hablar con vosotros. Pero reconozco que si la gira es muy intensa, puede llegar a convertirse en agotadora”.

Desde donde tiene lugar la entrevista se divisa el campo de San Mamés: “Yo he venido varias a veces a este campo y he disfrutado mucho. También conocía el viejo estadio. A mí el fútbol me apasiona”. ¿Del Barça? “Por favor, de quién si no. ¡Vaya pregunta!”, concluye con un impostado gesto de ofendido.